Capítulo 8: RIVALIDAD

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CAPÍTULO 8:

RIVALIDAD

Sábado y domingo los paso encerrada en casa, sin comunicarme con absolutamente nadie.

Dos días son suficientes para reflexionar sobre todo en general; desde el nuevo rumbo que está tomando mi vida hasta los últimos extraños acontecimientos que me han sucedido.

Durante ese tiempo tengo la sensación de encontrarme sumida en una burbuja, de ver todo lo que me ocurre como una mera espectadora y no como la protagonista que soy de mi propia vida. Después del incidente con el muchacho del motel me he planteado acudir a terapia psicológica, pues es imposible que me haya imaginado una herida de tal dimensión como fue la del sarpullido. Sin embargo, ya no sé qué pensar. Un profesional quizás podría ayudarme, pero no creo tener suficiente dinero como para pagarlo.

No voy a mentir. Mi mente ha tenido dos días enteros para pensar en ese tal Ash, entre todo lo demás. He intentado encontrarle un lado más humano, menos sarcástico, uno que justifique la forma en que actúa y que pueda defender la idea de que no ha tenido nada que ver con nuestras extrañas coincidencias. O bueno, las mías.

No lo he conseguido.

Irradia un halo de misterio que hace que me pique la curiosidad. Sus ojos son tan profundos y tan oscuros que tengo la sensación de que si tiene algo que ver conmigo, nunca descubriré lo que esconde. Si es que realmente esconde algo y no me he vuelto paranoica, como la mayoría de las pruebas indican.

De camino al motel, trato de tranquilizarme y guardar energías para el largo día de trabajo que me espera. He estado un fin de semana entero sin saber nada de Sanae, ya que ella no me ha llamado para avisarme de que tenía que trabajar, y yo tampoco le he preguntado. De todas formas, estoy segura de que nada más llegar me traerá un montón de apuntes para corregir o traducciones como deberes.

Cuando abro las puertas del edificio la descubro sentada detrás del mostrador, intentando prestar atención a sus apuntes y libros mientras con una mano balancea una especie de cuna rosada. En el momento en que entro, levanta la mirada hacia mí, y veo rastros de estrés en su rostro. Nuestros ojos se conectan y ella suspira de alivio.

—Buenos días—saludo, algo ansiosa por saber qué tendré que hacer hoy.

—Hola, Emma, ¿cómo te encuentras?—pregunta, cerrando su libro de sopetón y guardando sus útiles escolares dentro de su estuche.

—Mucho mejor, gracias. ¿Tenía que venir este fin de semana a trabajar?—le pregunto con una mueca. Quizás debería haberme hecho con un horario antes de intentar montármelo a mi gusto.

—No, no te preocupes. Con que solo trabajes de lunes a viernes, que es cuando yo voy a la universidad, me va bien. Además, si hubieses tenido horario lectivo, igual te habría dejado descansar, después del golpe.

Me sonríe mientras recoge del todo sus cosas y se levanta de la silla. Tomo esa acción como señal para ocupar su lugar, y cuando lo hago, encuentro un bebé dentro de la cuna que balanceaba hace unos instantes. Me quedo mirándolo unos segundos. Su rostro angelical e inocente me recuerda a mi hermano. Observarlo me proporciona calidez, me hace sentir bien, como si realmente fuera Luke el bebé y no uno desconocido. Creo que lo extraño demasiado.

—Es mi prima pequeña Charlotte. Monísima, ¿verdad?—Asiento con la cabeza, ensimismada en sus diminutas manitas—. Mis tíos tenían que trabajar hoy, y mi abuela tenía revisión médica, así que a Sanae le toca ocuparse de la niña, del motel y de sus estudios.—Suspira, hablando sobre ella misma en tercera persona, enumerando con los dedos y dramatizando. Después, se acomoda los libros para llevarlos todos en un solo viaje—. Menos mal que has llegado pronto, Emma. Necesito tu ayuda al cien por cien. Tengo examen de latín el jueves y aún no me sé nada.

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