Capítulo 11: EL VIAJE

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CAPÍTULO 11

EL VIAJE

A las siete menos dos minutos, llaman a mi timbre.

Llevo lista desde hace más de un cuarto de hora, así que apago la televisión y me calzo bien los zapatos que me había quitado, para ir a abrir la puerta. Puedo escuchar los gritos casi eufóricos y las risas de alegría desde el jardín.

Aún no es verano, pero hace un tiempo maravilloso. El sol tiene intención de ponerse dentro de poco, y hace que el cielo adopte unos tonos violetas y anaranjados preciosos. Diría que es lo más bonito que mis ojos captan al ver el exterior, pero estaría mintiendo.

Cuando giro el pomo, me encuentro con un Kenneth más sonriente de lo que me esperaba. Lleva unos tejanos que se pegan a su cuerpo, una camiseta negra ajustada y encima, una chaqueta de cuero marrón. Creo que es mi imaginación, pero hasta veo un destello sobrenatural en sus ojos verdes. Y si lo miro bien, con el cabello rubio peinado ligeramente hacia atrás, hasta podría hacerse pasar por uno de los inquilinos que vino a instalarse ayer en el motel, de aire inglés. Está guapísimo. Y se ha perfumado.

—¿Preparada?—pregunta con la voz suave, y tardo varios segundos en reaccionar.

Asiento con la cabeza, y cierro la casa con llave. Me aseguro de que lo llevo todo en el bolso, y a continuación, el chico me coge de la mano, conduciéndome hasta el coche. Cuando lo hace, mi corazón comienza a latir más rápido. Yo no sería capaz de romper el hielo con tanta facilidad.

Me suelta cuando abre la puerta para mí y entro en el vehículo. Kenneth da la vuelta y se sube al asiento del conductor, con otro chico de copiloto. Yo me siento al lado de dos chicas, que tienen un aire muy bohemio. Una lleva una falda hasta los pies, con sandalias y con los cabellos de mechas californianas ondulados. La otra, lleva vaqueros y un chaleco de piel, además de unas gafas de sol rosadas y trenzas. Parece que vayan directas al festival veraniego más famoso del país.

—Hola—saludo en voz baja, abrochándome el cinturón. Me pego a la ventana, pues no las conozco y me siento un poco fuera de lugar.

—¡Hola!—exclaman al unísono, sonrientes. La de trenzas, que está a la otra punta, baja la ventanilla cuando el coche arranca.

—Emma, ¿verdad?—pregunta la chica que se sienta a mi lado. Asiento con la cabeza—. Nos han hablado de ti. ¡Nos lo vamos a pasar genial esta noche! Soy Lena—se presenta, tendiéndome la mano—. Y esa loca de ahí se llama Victoria.

—Gracias por el cumplido, amiga—replica Victoria.

Lena se ríe y aprieta el brazo de su amiga, en un gesto de simpatía.

—¿Qué te gusta hacer?—me pregunta—. ¿Cuál es tu música favorita? Nos encanta la música. Victoria sabe tocar el piano, pero a mí me va más el rock y toco la guitarra. Además, nos apuntamos a clases de canto el año pasado. Creo que he mejorado bastante. Si quieres, luego te canto alguna canción que recuerde. ¿O mejor te la canto ahora?

—Nena, ¡para el carro!—exclama el chico que está sentado en el asiento del copiloto—. Aún no se ha sentado y ya la estás acribillando a preguntas. Déjala respirar.

—¡Oh, cállate! Seguro que estás celoso porque tengo la capacidad de hacer amigos rápidamente y tú no.

—No sé si lo que estás haciendo es una buena forma de hacer amigos, pero si así lo crees... Y por cierto, me parece muy feo que presentes a Vic y a mí no.

Lena resopla y pone los ojos en blanco. Me mira, como si estuviese cansada del mundo y le sonrío tímidamente. En los pocos segundos que han pasado desde que me senté a su lado, podría atreverme a afirmar que es un torbellino de persona.

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