CAPÍTULO 9:
ASH
Cruzo el umbral de la puerta y la primera imagen que entra por mis ojos es la de Ash con Charlotte entre sus brazos. Él apoyado en la pared, tomándola con delicadeza y mirándola con su seriedad característica, pero incapaz de esconder un deje de ternura en su expresión; ella despierta, riendo y haciendo ruiditos mientras mueve sus piernecitas contra el pecho del joven.
Al verlos de esa forma, la imagen se me hace familiar y me apetece acercarme a ellos y abrazarlos a los dos. Me sorprende reaccionar de esa manera, pues aunque siento un déjà vu muy particular... sé que realmente esto no ha ocurrido. En contraposición a ese sentimiento de calma y estabilidad que me proporciona ser testigo de esta apacible escena, la conversación de advertencia que he tenido con Kenneth acerca de Ash y de su capacidad de conseguir todo lo que desea me pesa sobre los hombros.
Me quedo unos segundos observándolos sin saber muy bien qué hacer, pero después, algo hace «clic» en mi cabeza y sé que debo intervenir. Ash tiene un bebé entre sus brazos. Un bebé que no es mío, pero que está bajo mi responsabilidad. Y Ash no es de fiar.
Me acerco a ellos con sigilo y tomo aire. ¿Será capaz de hacerle daño a la niña? No conozco a este chico, y aunque Kenneth me ha dejado claro que me puedo esperar cualquier cosa, hay algo dentro de mí que me incita a creer que no la lastimará. No podría hacerlo.
Aún así, sigo avanzando, por precaución, y me hago notar. Cuando clava sus ojos sobre los míos, de la misma intensa manera que lo ha hecho siempre que nos hemos cruzado, rezo por no perder las agallas.
—Baja a la niña—le exigo de la forma más autoritaria que sé, aunque no tan alto como me hubiese gustado.
Ash me escucha de todas formas. Su expresión facial no cambia en lo absoluto cuando decide obedecerme. Sostiene con la mano derecha la cabeza de Charlotte, y con la izquierda le sujeta su pequeña espalda. Baja lentamente su cuerpecito y con cuidado, la deposita sobre la cuna.
A continuación, me mira, y lentamente, se cruza de brazos, como si esperase otra orden. Nos quedamos mirándonos unos instantes, pero ya no tengo nada que decir.
Sus ojos son oscuros. Muy oscuros.
—Te ha comido la cabeza—sentencia, con el ceño fruncido.
Por increíble que parezca, es una de las primeras veces que lo escucho hablar sin rastro de sarcasmo o superioridad en su voz.
No aparto la mirada. Aunque realmente no conozca lo suficiente a ninguno de los dos, Kenneth es más amable conmigo. No me ha comido la cabeza, pues es prácticamente imposible; tampoco he pasado tanto tiempo con él para que me haga creer que Ash es una mala persona. No lo creo así, de todos modos. Aquellos que tienen una mala relación entre ellos suelen tender a transmitir la mala opinión que tienen sobre sus rivales a los demás.
De momento, lo único que sé es que Kenneth huía de Ash el otro día y que tuvo que refugiarse en mi casa, pese a ser los dos casi igual de corpulentos. Sin embargo, no soy conocedora de ningún otro conflicto en el que este muchacho haya salido malparado, aunque también es muy probable que exista y que yo no lo sepa. Nunca se puede tomar una decisión que afecte a dos personas sin escuchar antes ambas versiones.
No obstante, uno sí que se puede andar con cuidado con las advertencias que te lanzan de sus adversarios.
—No sabes nada de mí y ya temes que les haga daño a los demás—declara, comenzando a caminar hacia mí. Su aspecto de superioridad, sus hombros anchos y musculosos y su gran altura me hacen sentir pequeña—. Pero a ti no. No tienes miedo de que te haga daño.
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Recuerda
Teen FictionCuando Emma Tkachov despierta en el hospital, sabe que su vida acaba de derrumbarse. Sola en el mundo, sin nadie con quien contar, se ve obligada a dejar la universidad y a adentrarse en el mundo laboral, con el dolor desgarrador de haber perdido a...