CAPÍTULO 7:
CONFUSIÓN
Ante la atenta mirada de Sanae, agarro al chico de mi derecha por la manga de su polo rojo y tiro de él hasta que estoy lo suficientemente lejos como para que ella no nos oiga, sin murmurar ninguna disculpa. Él me sigue sin protestar, pero con el ceño fruncido.
No estoy loca. No lo estoy en lo absoluto.
Si me hubiese dado un bajón de azúcar, me habría mareado al levantarme tan bruscamente del sofá. Si me hubiese dado un bajón de azúcar, ellos me habrían obligado a comer algo dulce. Si me hubiese dado un bajón de azúcar, mi sarpullido no habría desaparecido como si jamás hubiese existido.
Me quedo plantada delante de ese hombre y lo miro a los ojos. No sé de dónde he sacado la valentía, pero esta vez, su profundidad no me da miedo, sino que me produce enojo.
—¿Qué has hecho?—le pregunto con frialdad. No entiendo qué ha pasado ni cómo ha ocurrido, ni siquiera si es posible. Pero antes de que la lógica me asalte, prefiero que me dé su versión.
—Cogerte del suelo y llevarte al sofá—contesta, como si fuese evidente.
Miro su rostro nuevamente. ¿Está tratando de burlarse de mí? Busco algún gesto que lo delate, pero no lo encuentro. Está igual de serio que siempre, y eso me enfurece aún más.
—No soy idiota—murmuro, levantando las cejas.
—Nunca he dicho lo contrario.
—Tenías tu mano sobre mi muslo.
—Estabas inconsciente, estuve cerca para asegurarme de que te recuperabas.
—Sanae no recuerda nada.
—Y no sé qué es lo que se supone que debe recordar.—Se encoge de hombros.
—Mi sarpullido ha desaparecido.
—¿Estás tratando de insinuar algo?—Su suave voz cambia por unos momentos y siento la vibración de sus cuerdas vocales, por debajo de su nuez, cuando la risa sube por ellas. Me quedo unos instantes ensimismada en cuán profundo he sentido eso y después reacciono. Se lo está tomando a broma. O mis suposiciones no son ciertas y me ve como una lunática, o finge muy bien.
—No—ironizo, pero tan levemente que dudo que haya notado el sarcasmo—. Nada.
Suspira y cambia su peso a la otra pierna, cruzándose de brazos.
—Mira, si tan enfadada estás de que me haya preocupado por ti, a la próxima vez te dejo en el suelo.
«Porque habrá próxima vez», su voz suena en mi cabeza.
Abro los ojos como platos y estudio su cara con desesperación. ¿Cómo diablos ha hecho eso? Sé que esa voz proviene de él. ¡No padezco ningún tipo de enfermedad que me provoque alucinaciones!
—Estás enfermo...—susurro algo asustada.
Maldita sea, nunca he oído voces. Sé que no hay voces en mi cabeza... pero ante esta situación comienzo a vacilar ante mi convicción.
Retrocedo un paso y él hace otra de sus medias sonrisas.
—No. Tú lo estás.
Esa frase es lo necesario para que acabe con todo esto.
Niego con la cabeza aterrorizada, me aparto de él y recojo mis cosas rápidamente, propinándole a Sanae una simple excusa que concuerda con lo sucedido. Salgo del motel a toda prisa y trato de mantener un ritmo constante, a pesar de que aún me duele todo el cuerpo por el accidente.
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Recuerda
Novela JuvenilCuando Emma Tkachov despierta en el hospital, sabe que su vida acaba de derrumbarse. Sola en el mundo, sin nadie con quien contar, se ve obligada a dejar la universidad y a adentrarse en el mundo laboral, con el dolor desgarrador de haber perdido a...