VIII

45 8 5
                                    

Shun se apartó rápidamente de la princesa y se levantó nerviosa. Miró a su protegida unos instantes, se disculpó de manera torpe y le informó que iría a tomar un baño, luego salió como un rayo por la puerta dejándola sola. Chari soltó un pequeño suspiro sintiéndose extraña después de lo que acababa de pasar.

Unos cuantos minutos más tarde, Shun volvió con su protegida, la cual se encontraba sentada en su futón desenredándose el cabello con las manos. Chari le sonrió, para luego comenzar a recogerse el cabello nuevamente. La guardia se sentó en su futón y la miró unos instantes; pensó en que la princesa se veía más bonita con el cabello suelto, pero alejó rápidamente ese pensamiento.

—Shun, —la llamó alisándose un poco el kimono—, ¿podríamos quedarnos un día más en el pueblo? Quiero recorrer el lugar, parece bonito —le sonrió, Shun meditó unos instantes, para luego asentir.

—Si deja de llover, no quiero que te mojes y te enfermes —la princesa puso los ojos en blanco, aún con la sonrisa en los labios.

—Me cuidas demasiado, Shun.

—Es mi trabajo —sonrió—. Por eso me escogieron para que sea tu guardia.

—Fue lo único bueno que ha hecho mi padre por mí —dijo bajando un poco la cabeza con una pequeña sonrisa. Shun se dedicó a mirarla unos instantes un poco embobada por la expresión que tenía la princesa en el rostro, luego desvió la mirada.

Después de la pequeña charla, decidieron pedir la cena. Se sentaron frente al kotatsu, una junto a la otra y cenaron entre conversaciones banales y risas. Ambas se sentían cada vez más cercanas con el paso del tiempo. Las dos se sentían más relajadas que al principio.

Cuando terminaron, apagaron las lámparas que iluminaban la habitación a excepción de una, la que se encontraba más cerca para poder verse. Como antes, la princesa se recostó en el hombro de Shun, haciendo que se pusiese nerviosa, pero ignoró aquella sensación. Incluso, ignoró aquella vocecita que le decía que debía apartarse de ella cuando decidió cruzar un brazo alrededor de los hombros de la princesa, abrazándola. Chari levantó la mirada hacia ella, pero su guardia no desvió la mirada de la lluvia que caía fuera, ésta simplemente no se sentía capaz de mirarla. La princesa esbozó una pequeña sonrisa, para luego acurrucarse contra Shun.

Luego de pasar un rato observando la lluvia, decidieron acostarse a dormir. Se acostaron en sus respectivos futones, teniendo como idea principal dormir, pero no lo hicieron, comenzaron a hablar de banalidades y estupideces sin mucho sentido.

—¿Cómo crees que serán nuestras vidas cuando lleguemos a Suruga? —preguntó Chari, girándose para mirarla.

—Tú te casarás y yo haré lo que tú o tu futuro esposo quieran hacer conmigo —soltó un pequeño suspiro que Chari no escuchó.

—Quiero que sigas siendo mi guardia —Shun se giró hacia ella y se le quedó mirando unos instantes, la princesa había cerrado los ojos mientas sonreía, la guardia se centró en mirar cada una de sus facciones como ya se le había hecho costumbre. Pronto, Chari se había quedado dormida, mientras que Shun simplemente se dedicaba a mirarla, aprovechando los relámpagos que iluminaban la habitación por escasos segundos, permitiéndole verla mejor. Aunque, unos minutos después, terminó rindiéndose al sueño.

Por la mañana, Chari despertó antes que su guardia, dado a la impaciencia que tenía por salir al pueblo. Abrió la puerta que comunicaba al jardín interno y se asomó. La lluvia había cesado, pero, repentinamente, sopló un frío viento. Cerró la puerta, pensando en que debería comprar un abrigo para colocarse sobre el kimono. Luego desvió la mirada hacia Shun, se preguntó cuánto tardaría en despertar. Decidió que, para que el tiempo le pasase más rápido, debía ocuparse en algo. Tomó una toalla limpia, salió de la habitación y se dirigió al baño público del ryokan. Luego de ducharse, se dirigió a la bañera y se metió; se quedaría allí un buen rato hasta estar segura de que Shun estaría despierta cuando volviese al cuarto.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora