Chari apretó la mano de su guardia cuando se dio cuenta de que ya no podía seguirle el paso; el kimono y los zouri no le permitían correr bien, hacían que se exigiera aún más para seguirle el paso.
—Shun, para. —jadeó—. No puedo seguirte el paso con el kimono de mierda —la guardia le obedeció y se detuvo, miró a su alrededor recuperando el aliento; aún no había comenzado la guerra entre el pueblo y los soldados, aún estaban a tiempo de huir de allí seguros. En cuanto se recuperó, Shun alzó en su hombro a la princesa y echó a correr nuevamente.
De repente, un relámpago iluminó el camino, que se oscurecía cada vez más, seguido a eso, comenzó a lloviznar. Shun maldijo en su mente mientras corría; debían escapar rápido de todo aquello. La lluvia y el barro que se formaría con esta solo le dificultarían las cosas. Las haría más lentas. Escucharon gritos a sus espaldas, Chari miró hacia atrás, no podía ver absolutamente nada, ya que estaban saliendo, por fin, del pueblo. Shun se adentró en el bosque y corrió hasta asegurarse de que se encontraban lo suficientemente lejos para no ser vistas por los soldados.
Bajó a la princesa y miró a su alrededor intentando recuperar el aliento. Chari la miró unos instantes, para luego mirar a su alrededor; estaban realmente lejos, ya no escuchaba el sonido del pueblo, solo podía oír las gotas de lluvia golpetear en las hojas de los árboles. Nuevamente la había salvado del peligro.
—Vamos, tenemos que buscar un refugio. —dijo Shun una vez recuperada—. No puedes seguir mojándote así —la alzó en su hombro nuevamente y hecho a caminar en busca de una cueva que les sirviera como refugio hasta que la lluvia cesara.
Las horas pasaron y la lluvia se transformó en una tormenta. Shun seguía buscando aquel refugio que parecía no existir en ningún lado. Suspiró frustrada, debía encontrar un lugar donde la princesa no terminase empapada, o al menos no siguiera estándolo.
Cuando el cielo empezó a aclararse un poco, Shun encontró a medio camino una cueva donde se podían quedar. Entró con algo de recelo, puesto que podría haber animales salvajes allí, bajó a la princesa con sumo cuidado, puesto que se encontraba dormida hacía horas y no quería despertarla. Aprovechando que entraba algo de luz, revisó la cueva; no era muy profunda y parecía estar vacía, a excepción de algunos insectos y arañas. Volvió con Chari, que seguía dormida. La guardia notó que ésta tiritaba levemente, así que decidió quitarse la parte superior de la armadura y, aprovechando que esta protegía su ropa de la lluvia, se quitó el shitagi, que se encontraba seco, y la cubrió con él. Luego, salió a buscar ramas y unas cuantas piedras; tenía que hacer una fogata. Esperó un rato hasta que las piedras y las ramas se secasen para poder prenderlas.
Se sentó junto a la princesa y suspiró. Se percató que, luego de tanto correr, su venda se encontraba completamente impregnada en sudor, lo que le provocaba picazón. Se levantó y salió de la cueva, parándose justo debajo de la lluvia.
—¿Qué haces, Shun? —escuchó la voz adormilada de la princesa a sus espaldas, Shun se giró para mirarla—. Tu shitagi... —la guardia sonrió al notar que aún se encontraba adormilada, Chari desvió la mirada hacia la armadura tirada en el suelo—. Tu armadura... —sin perder la sonrisa, Shun volvió a meterse en la cueva.
—¿Tienes frío? En cuanto se sequen las ramas, prenderé la fogata. —se puso en cuclillas frente a ella—. Tu kimono está empapado, el shitagi te quedará grande, puedes utilizarlo mientras se seca tu ropa. La pondremos a secar sobre mi armadura —la princesa asintió, pero no se movió de donde se encontraba, la guardia tanteó las ramas, no estaban secas del todo, pero tal vez prenderían.
Arregló las rocas, separando dos, colocó las ramas, para luego intentar encenderlas. Luego de unos cuantos intentos, logró prender la fogata y colocó cerca del fuego su armadura.
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Nuestro Secreto
Teen FictionNunca pensó que su secreto, el que había guardado celosamente durante tantos años, quedaría expuesto ante la persona menos indicada. Tampoco había imaginado que ésta se convertiría en mucho más que su confidente, que calaría tan profundo en su coraz...