XIX

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Apenas el sol salió, unas cuantas concubinas llegaron al cuarto de la princesa cargando un par de baúles. Una de las muchachas se acercó a Shun y le indicó que Kaiji había solicitado verla en la sala. Ella, sin más remedio, se dirigió hacia la sala donde la cabeza de los Kokugawa la esperaba. Cuando estuvo allí, hizo la reverencia necesaria y esperó a que le hablara. El hombre, en su lugar, le hizo una seña para que se sentase, para luego hacer que una de sus sirvientas le sirviera té a la guardia.

—Eres buen guardia, muchacho. —dijo el hombre mientras Shun se acomodaba frente a él—. Has traído a la princesa a salvo y parece que la señorita te aprecia bastante, —la guardia asintió con la cabeza a gachas—, pero lamento decir que tendrás que irte en cuanto mi hijo y la princesa se casen. —ella volvió a asentir; la noticia le había caído como un baldazo de agua helada, pero se mantuvo impasible—. Mi hijo ya sabrá que hacer contigo cuando tome el lugar del Emperador, muchacho.

—Sí, señor —dijo Shun sin levantar la vista del suelo.

—Eso es todo, muchacho. Vete.

La guardia se levantó rápidamente, hizo la reverencia de rigor y volvió a la habitación de la princesa. La puerta estaba un poco abierta, lo que le permitió echar un vistazo hacia dentro. Chari se encontraba probándose kimonos, rodeada de las concubinas, que le arreglaban y ajustaban sus ropas. La guardia no pudo evitar sonreír al ver lo bonita que se veía con aquellas ropas. De repente, la princesa se percató de la mirada fija de su guardia, la miró de soslayo, para luego sonreír. Tuvo la necesidad de ir con ella, pero no podía, ni debía hacerlo; ahora es cuando debía comportarse como una princesa, como si Shun solo fuese una sirvienta más. Por su parte, la guardia desvió la mirada, para luego sentarse frente a la puerta.

Pasó un largo rato hasta que las concubinas decidieron dejar en paz a la princesa. Cuando todas las muchachas salieron de la habitación, Chari llamó a su guardia para que entrase a su cuarto. Una vez que estuvieron solas y con la puerta cerrada, Shun se acercó rápidamente a ella, la tomó de las mejillas y la besó. Era peligroso, pero no podían evitarlo, realmente se necesitaban después de todo lo que había sucedido entre ellas.

—Me matarán si nos atrapan —dijo la escolta cuando se separaron aunque no le importaba mucho a esas alturas.

—No lo harán. —susurró su protegida rozándole los labios—. Me encargaré de que no lo hagan.

Volvió a besarla rodeándole el cuello con sus brazos. Shun, por su parte, llevó sus brazos hacia su cintura, acercándola a ella. El beso se intensificaba por momentos, pero pronto volvía a mermar, cuando recordaban que ya no se encontraban en un ryokan. Debían ser realmente cuidadosas ahora que se encontraban en el hogar del Shogun.

Se separaron unos instantes y se miraron, Shun se preguntó si debería decirle que se tendría que ir luego de que ella se casase con Kokugawa; seguramente la noticia le caería igual de duro. Decidió permanecer en silencio y disfrutar el tiempo que tenían juntas, aun cuando fuese a escondidas. Pronto, iba a tener que volver a Dewa y seguir solo con el recuerdo de lo que sucedió entre ellas.

—Princesa, necesito hablarle de la boda —de repente sonó la voz de Yoichi del otro lado de la puerta, haciendo que ambas se separasen rápidamente. Shun se sentó rápidamente en una esquina junto a la puerta, mientras que Chari abría.

—Pase, por favor —se apartó de la puerta y se sentó frente a su tocador. Cuando Kokugawa entró, se percató de la presencia de Shun.

—¿Qué hace él aquí? Vete, no debes estar en es...

—Es mi guardia, debe quedarse conmigo. Además es una compañía para mí. —le interrumpió la princesa—. ¿Quería hablar conmigo?

—Si, acerca de la boda. He decidido que será en dos semanas —tanto Chari como Shun lo miraron.

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