Capítulo 11.

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Desperté sobresaltada, con el corazón latiéndome a toda prisa. Miré a mi alrededor y suspiré, aliviada en parte, al darme cuenta de que volvía a estar en el hospital. Con una horrible presión en el pecho que no me dejaba respirar, me levanté a toda prisa, ante la mirada preocupada de Melissa, y me fui al baño. Un poco confusa por mi sueño o lo que hubiera sido eso, llegué a un pasillo y me di cuenta de que me había perdido. ¡Si ni siquiera sabía dónde estaba el baño! 

De todas formas, no podía concentrarme, ya que un millón de pensamientos afloraban en mi cabeza. ¿Por qué ahora, después de un año, volvía a soñar con mi hermana? Si su fantasma me guardaba rencor, de verdad que no podía haber aparecido en peor momento. Además, los sueños tan extraños que tenía sobre Zane, en los que siempre aparecía algo relacionado con la muerte me daban cada vez más mala espina. Empezaba a dudar que solo fueran sueños, porque la verdad es que se sentían totalmente reales. 

Y papá. Ay dios, si casi me quedaba sola unas horas atrás. ¿Qué mierdas pasaba en esta ciudad?

De repente, unas lágrimas hicieron su aparición en mis ojos y empezaron a rodar por mis mejillas. Desesperada, apoyé mi espalda sobre la pared y me dejé caer en ella, hasta llegar al suelo, haciéndome una bolita. Siempre que pasaba algo malo, mi madre me decía que me pusiera en esa posición, porque de esa forma, estaría protegida por mí misma, y así me daría cuenta de que no necesitaba a nadie más. 

Bueno, ahora sí que podría usar la ayuda de alguien. 

-Oye, ¿estás bien?

Como si mis súplicas hubieran sido contestadas por los dioses, levanté mi mirada ante la grave pero suave voz de quien me había dirigido la palabra, aún con esas pintas que seguro asustaban a cualquiera. Mis ojos se toparon con un atractivo chico (bastante joven, para ser sincera) que iba con un traje de enfermero azul. Rubio y con unos ojos negros preciosos, no pude evitar sentirme un poco intimidada e incómoda porque tuviera que verme  con esas pintas desastrosas, asentí con la cabeza, intentado sacar una sonrisa con mis labios que definitivamente había fracasado.

Sin embargo, se dejó caer a mi lado.

-Los hospitales apestan, ¿verdad?- preguntó, dándome un pañuelo para secarme las lágrimas. Hasta aquí era una ridícula.

-Definitivamente preferiría estar comiendo pizza. Pero, ¿cómo dices tú eso si trabajas aquí?

-Solo hago un voluntariado, vamos juntos al instituto. ¿Eres Maddie, no? Aquí las nuevas siempre destacan y están en las bocas de todos durante los primeros meses-. Contestó, un poco sonrojado mientras se tocaba el pelo.

-Ah, perdona- exclamé sorprendida. Juraba que nunca le había visto en el instituto, aunque como mi popularidad era inexistente, era obvio por qué no lo conocía. Hizo un gesto con la mano, restándole importancia y prosiguió hablando.

-Yo soy Jackson Hale. Solo soy voluntario aquí porque mi madre es doctora y a veces necesita ayuda. Es duro, pero trabaja demasiado y a mí no me importa, incluso aunque eso signifique que probablemente mañana me quede dormido en clase.

Sonreí levemente, y le miré a los ojos. Eran negros intensos, preciosos pero... me sorprendí a mí misma ante la opresión en el pecho que sentí. Los ojos de Zane eran mucho más impresionantes y bonitos.

De todas formas, ¿por qué pensaba en él en un momento así?

Sacudiendo mi cabeza para huir de esos pensamientos que se habían infiltrado en mi mente, pensé en concentrarme en otra cosa.

-Encantada de conocerte. 

-Igualmente. Hubiera preferido conocerte en otro lugar, para ser sincero. No puede pasarte nada bueno si estás aquí, así.

Zane.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora