No sabía cuánto tiempo había pasado, pero mis ojos se despertaron por un rayo de sol que se filtró por mis ojos. Desorientada, notaba que estaba apoyada en algo duro. ¿Qué estaba pasando?
Me giré lentamente para sorprenderme por encontrarme apoyada en un hombro. Recuerdos de la noche que había pasado vinieron a mi memoria. Mi padre, el sueño, y Zane haciéndome la noche más amena me refrescaron el por qué me levantaba en aquella situación. Espera, ¿estaba apoyada en el hombro de Zane?
Me levanté bruscamente, y no pudiéndole mirar a la cara, murmuré.
-Oye, perdona por esto, es que estaba muy cansada y no sé, se me habrá caído la cabeza mientras dormía.
-Ah bueno.- me contestó una voz nerviosa.
Un momento. Esa voz no era la de Zane. Ni siquiera era la voz de un hombre. Levantando mis ojos, me encontré con un señora ya mayor, de pelo canoso y una cara bastante amigable y sincera, que me sonreía levemente.
Roja como un tomate, me disculpé un millón de veces.
-No te preocupes. Fue muy incómodo cuando te apoyaste, se te iba cayendo la cabeza, y no sabía como quitarme sin despertarte. Me recuerdas a mi nieta, ha sido bonito. Pero un consejo, hija: no te quedes dormida por ahí de esta forma. ¡Menos mal que yo solo soy una anciana!
Por mucho que dijera eso, yo seguía muerta de la vergüenza. La vi levantarse e irse, lo que me dio una señal de que quizá solo se hubiera quedado allí tanto tiempo por no levantarme. Este tipo de abuelitas era mi favorito.
Maldita cabeza. ¿Enserio te tenías que coger como almohada a esta pobre señora? Podías haber escogido el hombro de Zane, seguro que era más cómodo.
A mi lado, escuché una risita maligna, que trajo a mi mente de vuelta al mundo real. Me giré, con ganas de estrangular al idiota que tenía a mi lado. Tenía esa sonrisa sarcástica de medio lado, y podía notar cómo sus profundos ojos negros tenían una chispa brillante, riéndose de mí.
-¡Idiota!- exclamé.- Me dejas quedarme dormida en cualquier persona. Tenías que haberme despertado.
-Créeme, bombón. A nadie le hubiera gustado que te quedaras dormida en mi hombro más que a mí. Una pena. Quizá para la próxima.
-No va a haber próxima.
-¿Tú crees?
-No, no creo. Lo sé- respondí de mala gana. Ante mi respuesta, se encogió de hombros, sin hacerme mucho caso.
-Ya me lo dirás en el futuro.
Dios, odiaba que tuviera tantos cambios de humor. ¿No podía ser siempre agradable, como la noche anterior? Con solo recordarlo, empecé a sentir revoloteos en mi estómago. No, Maddie, sé fuerte.
-Como sea. Voy a preguntar a la enfermera a ver cómo va mi padre. Espero que nos podamos ir pronto de este hospital.
Asintió con la cabeza, y me dispuse a ir a la recepción para preguntar. Estaba sorprendida y un poco sobrecogida por Zane: no solo se había quedado toda la noche, sino que aquí seguía, cuando podía haberse ido en cuanto me dormí, y no entendía por qué se comportaba de esa manera.
-Perdona, ¿me podrías decir cómo está Matt Brown? Es mi padre, entró ayer por la noche en el hospital- la expliqué, al ver que me daba una mirada de desinterés.
-Bien, descansa en la habitación. Cuando la doctora salga, puede entrar a visitarlo, aunque probablemente duerma.
Agradeciéndola la información, me di la vuelta y me dispuse a esperar a entrar en la habitación. Cuando llegué, Zane me sorprendió con unos cafés calientes y algunas chocolatinas.
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Zane.
Teen FictionNueva ciudad. Nuevas amigas. Nuevos chicos. Cuando Maddie llega al pequeño pueblo de Mind Falls, está dispuesta a pasar el mejor último año de instituto, alejada de problemas y de su pasado. Hasta que se encuentra con Zane: misterioso, guapísimo...