—¿Se puede saber a dónde vamos? No te entiendo, en serio, no te entiendo. ¿Por qué tapar mis ojos? —Ya que no me contestaba, presioné—. ¡Asi nadie se casará contigo!—¿Quién dijo algo de...?
—¡Tu mencionaste que necesitas que no vea por tu boda!
Leitan se ríe y me ayuda con el cinturón. Escucho que abre su puerta y me da algo de nervios pensar que me abandone, hasta que abre de mi lado y la brisa nocturna rodea mis brazos descubiertos por este vestido perla de tiras, muchas tiras que se cruzan en mi espalda y es lo que evita que se vea que no traigo sostén. Me sostiene de la mano y le llego a la nariz con mis tacones tipo romanos. No veo, pero escucho y hay alboroto.
—¿Estamos en un club?
—¡Shhh! Silencio —musita, guiándome por la cintura detrás de mí.
Nos rodea el escándalo y, de pronto, hay una quietud en comparación que siento a mis oídos abrirse. Sí sigue habiendo ruido, pero es soportable y hasta fácil hablar y ser escuchado.
—Tengo que hacer esto porque te emocionas de una forma que irías a decírselo a tu Fresita. Así, es para ambas y tengo doble satisfacción. —Sigue andando y yo noto un suelo liso pero no encerado.
—No hablaremos de lo que te satisface o no, Leitan. Lo escabroso lo llevas a otro nivel.
—Puede ser —dice divertido, golpeando su barbilla en mi cabeza. Le doy un manotazo que toca su cintura y suelta una carcajada —. Vamos Preciosa, no te enojes.
—No Guapo, sí me enojo.
Me da un abrazo extraño que levanta mi peso y dice—. No es cierto... Sube un escalón... Eso, así.
De hecho son escaleras interminables y se hace complicado subirlas si tienes a un bastón inútil detrás. Fueron reiteradas las oportunidades en que le insistí que me quitara la venda. Pero Leitan no hace caso si está empeñado. Procuro no estar cerca si le salen mal las cosas, porque tiene un geniesito...
—Ya está. Es el último.
Aliviada doy ese paso y cuando avanzo, me tropiezo con algo y Leitan sujeta mis brazos. Siento sus torso moverse. Fue una broma de muy mal gusto. Le doy un codazo, pero él ni se inmuta.
—Descarado —reprendo. En el fondo, me hizo gracia. Estiro mi pierna y al constatar que no hay escalón que parta mi tobillo, pregunto—. ¿Ya?
—Aun no.
—¡Leitan!
Oigo su risa, con unas de mas. Sé que sus manos están desatando el nudo, lento, pero seguro. Muerdo mis labios, nerviosa y extasiada por lo que voy a ver. Leitan aparta la venda y, como dije, no lo entiendo.
—Feliz cumpleaños, Preciosa.
Me da un empuje y soy invadida por un millón de abrazos y buenos deseos. No sé cómo los respondo, pero lo hago y me hago la pregunta mas obvia: ¿cómo olvidé mi propio cumpleaños?
La respuesta es mamá. Enfermó de la nada y si ella no está bien, me doy por perdida. No me interesan las celebraciones si no la tengo conmigo. No está aquí pues se recupera de un susto cardíaco, pero no me va. No me tranquiliza.
Al desocuparme de las felicitaciones, Leitan me da una copa para champán con un liquido cremoso y rosa con una fresa encrustrada en el pitillo. Trago incómoda.
—¿Se trataba de mí todo el tiempo, verdad? —Con tanta inocencia, le di un golpe sin fuerzas en el brazo. Me sonrió, todo pomposo—. Tramposo.
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Si el Pantalón te queda
RomanceSegunda parte de la Trilogía "Si te queda". En el andar de la vida, uno no puede saltarse ciertos eventos. Presley sabe de algunos, pero otros los ignora. Así que en un determinado momento ella tendrá una única alternativa: aprender que la ignoranc...