No sonó en su momento a un mal plan el de comer antes de que los analgésicos hicieran efecto, pero ahora no se igualaba a ese entonces. Entonces, tenía mas hambre y dolor que ganas de lanzar el florero que ahora es estúpido. Un estúpido ornamento.
Tuvo oportunidad de negarse, de ser frontal y cabal. Ya no encontraba diferencias entre serlo o no cuando Elias se encuentra cerca. Y lo está. Demasiado.
El dolor físico mitigaba poco a poco y lo que antes molestaba como nada lo había hecho en un tiempo, no lo hace tanto ya que lo considera. De hecho, está considerando muchas cualidades que daba por sentadas.
Posiblemente, cambiar el aspecto de su cocina sea una de ellas. Le gustaba que fuese pequeña y funcional, en una extensión de blanco que no notabas donde iniciaba y acababa. La cocina de la casa de Elias le daba tres cachetadas. En tamaño, en estilo, en electrodomésticos y en objetivo. Ella no sabría cocinar jamás en ella y, de nuevo, se asombraba de lo ágil que son ciertas gentes con las artes culinarias. Si sigues un arte debería ser mas fácil hacerlo con el resto, pero no calzaba en ese parecer lógico.
El que le hubiese contado que Elias se desenvuelve mejor que bien en ese habitad que suele evadir, pues definitivo, no le cree.
Pero le gusta aprender. Y está aprendiendo.
Como el que tiene todo perfectamente ordenado y limpio; no le gusta el desorden, se obsesiona en pasar un trapo y volverlo a pasar, así esté despejado. Se mueve de un lado al otro consiguiendo y usando lo que necesite, para regresar lo a su sitio. Puso la mesa en la isla en la que lleva sentada desde que empezó a cocinar entre tanto se termina de cocer un pollo a la cacerola que acompañará al arroz con olor agradable, a un viaje a la casa de los abuelos.
Obtuvo su bolso y revisó que el celular tuviese batería. Olvidó, entre muchas otras cosas, que lo apagó. Al traerlo a la vida, le invadió la impresión y vergüenza de tener tantos mensajes y registros de llamadas que no llegaron a darse. Lo que quería era aislarse, no preocupar ni ser señalada.
Oh vaya. Le regresaba la ofensa.
—Y aquí está —dijo Elias, colocando los platos uno junto al otro y sorprendiéndola por la espalda al ser invadido su silencio.
Presley miró la comida con ganas, y a Elias, con ganas similares. Él iba a sentarse, pero capturó sus ojos mucho más claros que los suyos y sonrió con un enigma.
—¿Qué? ¿quieres más? —De pronto, se preocupó mucho—. ¿Te duele?
No podía ponerla en situaciones incontrolables. Tal vez si fuesen otras gentes y no sintiese nada, se pudo haber estirado hasta él y decirle, como un disco que solo se deja girar y reproducir, sus sentimientos.
—No —negó, girando al frente. Tomó el tenedor y dio un buen bocado del arroz.
Elias no recibió con agrado su respuesta. Le costó entenderlo y sentarse, a su lado pero a miles de millas de distancia interna.
Que contradictorios son sus acciones con sus palabras. No le asombraba que Presley quisiera estar lejos. Se le antojaba invitarla a cocinar junto con él, no lo permitía. Ideaba el como comenzar a conocerla, a saber sus pensamientos, de lo que ve con tanta curiosidad que su semblante no lo esconde; nunca esconde, pero lo hace porque no se fía. ¿Era avaricioso por querer y solo querer? Lo es.
Comió una buena porción y al acabar de tragar, se dio ánimos.
—¿Mencioné que quien se intentó aprovechar de Cara es Emule Videlmard?
El pollo estaba rico, pero ese nombre lo volvía todo desabrido.
—No, no lo mencionaste. —No sonar como que no se lo sacaba en cara, costaba lo suyo—. ¿Cómo está ella?
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Si el Pantalón te queda
RomanceSegunda parte de la Trilogía "Si te queda". En el andar de la vida, uno no puede saltarse ciertos eventos. Presley sabe de algunos, pero otros los ignora. Así que en un determinado momento ella tendrá una única alternativa: aprender que la ignoranc...