Capítulo 24

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Los entrenamientos eran obligatorios antes de convertirte en un guardaespaldas y aun si ya eras uno. Fue una premisa que establecieron para el mantenimiento y el buen ver de cada uno, hombre o mujer. Para Cara algunas veces en que se reunía en aquel Gimnasio y compartía una que otra mirada furtiva, se le antojaba pretencioso. Pero entendía de las necesidades y algunos novatos requerían atención especial. No todos llevaban tras su espalda el mismo entrenamiento.

Por ejemplo, ella estuvo poco tiempo en el ejército y enseguida se hizo policía, razón por la cuel tenía años de conocer a Elias. Ello le daba ventaja, mas no una útil en cuanto al cambio de ley y estrategia. No se tratan de ciudadanos que cuidar, hacer que se cumplan las reglas establecidas, dependiendo del área al que seas asignado o en la que mas te destacaste. Son individuos, a veces uno, a veces mas de uno. Una vida que se destaca entre las otras y es ligeramente mas importante (en noticias y en controversia) que la promedio.

Una tontería.

El caso es que en esta oportunidad no está cuidando, precisamente. Mas bien, es como una espía. O niñera. Ve lo que hace su objetivo y se lo cuenta a su jefe; un suicida.

A él le entran por un oído y le sale por el otro cada una de sus advertencias. Como que no acaba de comprender que no está intentando salvaguardar su bienestar físico; le hace un favor a ella, a la que le saca canas sin que esté enterada.

O tal ve sí lo sabe y lo disfruta.

Ni todo el entrenamiento que ha recibido iba a ayudarla con el itinerario de aquella joven de baja estatura pero que se siente en el paraíso usando zapatos que la hacen ver quince centímetros mas alta, rutinariamente botas de cuero o de alguna piel que ella desconoce, sandalias de plataforma y tacón corrido, entre otras, y desenvolverse como si usara los que Cara lleva puestos: un par de tenis que se acomodan a todo, si se los exige.

En su día a día no suele pasearse por tantos lugares. Si saca cuentas, no sale mucho. Y si lo hace, no tarda.

No le extrañaría que ya supiera que la está vigilando.

A dado de sí para que no ocurra, claro. Pero de ahí a que resultara tanto tiempo como quiere Elias... Hay que verlo.

Caminaba separándolas una cuadra; nunca mas, nunca menos. La cuidad y su rutina ayudaba a que fuese fácil pasar desapercibida, sobretodo porque se vistió como si va a trotar o a pasear un perro, cómoda (o lo cómoda que ella consigue estar con un short diminuto y una franela de tirantes, pero no le dieron otra opción). Para Cara, esto es trabajo.

El último local al que entró su trabajo, fue una tienda de bisuterías. Esperó unos diez minutos, tiempo suficiente para que cualquiera que sabe lo que quiere lo tome y pague, pero no salió a los diez, ni a los veinte. A la media hora, Cara se preocupó, pero aguardó otro poco mas. Y otro poco. A los cuarenta y cinco minutos decidió que el tiempo había sido el suficiente y entró al local.

Ajustado, de paredes verdes y terminaciones azules, mas como una tienda de flores que bisuterías. Con un vidriera como estante y recibidor a la vez, larga, cubriendo la totalidad de la tienda salvo por una puertecita angosta en uno de sus costados. No reparó en los materiales a vender. Solo se mantuvo en la puerta, mirando imperturbable a Presley, de brazos cruzados, mirándola a ella con nada bueno para contarle.

Siempre supo que este día llegaría.

—¿Quién eres y por qué me persigues?

Se hizo a un lado, permitiendo que pasara una señora con un bebé en su coche y ayudándola con la puerta. Al no sostenerla, regresó a Presley y no dudó en decirle la verdad.

La verdad que ella conoce. La de tenerla como un trabajo común y silvestre, donde no tenía nada que ver los sentimentalismos; no le interesaba y vio que a Presley tampoco le daba un subidon de ternura o agradecimiento por haberla vigilado casi un mes. De no ser por Cara, Elias no habría sabido que estaba en un club nocturno bebiéndose su pena y amargura. De no ser por Cara, no habría sabido que fue al edificio de Leitan aunque ella no pudiera entrar a averiguar sus motivaciones.

Presley solo la escuchaba. Y era suficiente. Cara no habría hecho lo mismo; ya estaría en el suelo o detenida por acoso. No sabía si eso la hace tonta o benevolente.

Para el momento en que Presley habló, ya le había ofrecido disculpas.

—¿Te importaría no decirle? Ya me encargaré de hacerlo personalmente.

—No me importa.

—Perfecto —sonríe y dice, dejando a Cara extrañada—. Lamento lo de Emule.

Tan solo deseaba encestarle un golpe en la cabeza

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Tan solo deseaba encestarle un golpe en la cabeza.

¿Por qué no entendía cuando le decía que odiaba que la controlaran? Y todo, ¿para qué? ¡Para protegerla de su propia arrogancia al creer que se la vive en peligro!

Ahora mismo no podía pensar verlo en la comida, era capaz de aventarla a su cara y de imaginarlo, mejor no. Lo único que necesita es paz, pensar, tener premeditación. Y al tener a la misma Cara de la que le habló Elias, se hizo pequeño su problema.

No quiso ir mas profundo al decirle que lo sentía. No solo por (y era suficiente) los intentos de sobrepasarse con ella sino por lo que han tenido que sufrir a consecuencia en la agencia. Elias no es muy comunicativo al respecto, pero no es necesario. Las noticias se han visto plagadas de toda clase de información, falsa y verdadera, de lo que ha ocurrido el pasado mes desde que E&E demandaran a Emule Videlmard, la reacción del mismo y la respuesta de ellos. Ninguno se quedó atrás al exponer los hechos como fueran, para cada uno.

No podría saber qué tan incómodo ha tenido que ser para ella. No ha llegado a un juicio, sobretodo porque tanto el político como Elias y Eliseo se encargaron de hacerlo público y es controversial volverlo legal, aunque lo es, dado que se hizo una denuncia y se devolvió con otra.

No recordaba oír a ninguno de los dos quejarse.

Lo que es preocupante.

—¿Tu serías comprensiva? —preguntó a Monilley, ahora fuera de la tienda y caminando a donde sea, con tal de moverse.

No. Ya le habría reclamado.

—No siento que sea un buen momento. —Y que molestia—. Con sus cosas y las mías da para completar medio año de disgustos.

Ser comprensiva y condescendiente no es bueno. O eres una o la otra.

—No quiero ser ninguna —aseguró—. Quiero que quede claro que no estuvo bien poner a Cara a perseguirme. Me importa poco su preocupación. Mamá siempre me habla de las cosas que no se dicen y las que dejas que se hagan; trae malos entendidos y, sobretodo, que podemos hacer lo que queramos sin que hieran. Son mentiras.

Monilley no osó contestar, permitiendo que la opción quede para ella.

—Lo he entendido —dijo Presley, murmurando—. Te veo mas tarde, ¿le dices a Melina?

Claro. Éxito.

Dio gracias a no haber cedido a la molestia temprana y cancelado la comida. Faltaba una hora para ella, pero era suficiente para tener tiempo de pensar.

Si el Pantalón te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora