Capítulo 22

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Alternativamente, Presley se cercioraba de encontrarse en buenas condiciones y Elias respondía unas cuantas llamadas de su hermano, el abogado y Cara. La última se encontraba preocupada por lo que fuese a sucederle, a sus amigos y a su empleo, y tratar de calmarla no funciona en el mundo de Elias. Es como pedirle a Presley que lo espere y no vaya por un dulce; quizá está obsesionada con ellos, como Cara por proteger a los suyos.

Era una de las razones por las que la aprecia tanto; tienen ese mismo instinto protector, solo que lo explotan de maneras opuestas. Si él es un bálsamo, ella un tsunami. Y si ella es la brisa que te da frescura, él el sol de mediodía en verano que quema y difumina el frío. Y le había vuelto a decir que perseguir a Presley es una pérdida, de su tiempo y el de él, solo por la reacción que tendrá. Se la podía imaginar, porque la ve justo ahora.

No está contenta, pero sí resignada. Sabe que va a estar en buenas condiciones en unos días y es lo que la tranquiliza, pero no imagina sentarse con esa incomodidad encima. ¿Cómo va a trabajar? ¿cómo si quiera se va a concentrar? Con todo el dominio que le ha costado reunir no quejarse constantemente...

—Fueron malas noticias —dedujo Elias escondiendo una sonrisa burlona. Era verla enfurruñada y le invaden ganas tan irreverentes.

—Al contrario.

—¿Y por qué esa cara?

Ella subió sus cejas y le reprendió diciendo:

—Esto es culpa tuya. Fuiste a buscarme y, ahora me halaga, no te lo puedo negar, pero si me hubieses dejado quietecita en mi momentánea miseria no estaría adolorida.

—No me fiaba...

—Te puedes fiar de mi buen juicio, bellísimo.

Él se rió—. ¿Es que tienes buen juicio?

Estuvo a punto de aconsejarle que no la enervara a propósito, pero se descubrió a sí misma disfrutando de sentirse un tanto frustrada y con ganas de golpearlo, solo porque sí.

—Lo tengo —dijo arrogantemente; la arrogancia no es necesaria, y sin embargo fue incapaz de rehusarse a usarla.

Para cuando salieron del encierro de paredes blancas y olor a antiséptico, Presley ya estaba completamente segura de que, aunque le encantaría tener una verdadera cita con Elias y no sentirse encerrada —porque no lo dejaría pasar. Él intentó retenerla en contra de su voluntad—, ese día no era el mejor. Había cosas que resolver; necesitaba hacerlo sola. Como debía haber estado ayer.

Le dio un beso a Elias y esperó que fuese suficiente para no confesar preguntas. También sabía el costo de rechazar su compañía. En un punto, haría esas preguntas correctas y no va a ser capaz de mentir como se ha vuelto tan habilidosa en el hallazgo. Porque sí, fue un hallazgo el que se le facilitara mas mentir que decir lo que sintió.

En una llamada tenía la localización exacta. Continuaba en la ciudad. Y ella creyendo que estaría en el ensayo de su cena de compromiso a dos horas de esta. ¿Que cómo lo sabía? Supuso que era porque aun le interesaba. Quizá quería verlo bien en contra parte a lo que él quiere para ella. Un tanto paradójico, pero no menos cierto.

Nunca entendió del todo porqué era que Leitan trabajaba con su hermano. Cómo era que se permitía que él fuese sus relaciones públicas. Cómo no lo ha despedido después de...

No. No era justo de su parte esperar solidaridad a costa de su empresa. Pero lo deseó con todas sus fuerzas. No tener vínculos, en absoluto. Era lo que le produjeron sus palabras, sus duras palabras acusándola de no creer en ellos, de no apostar por una vida con él, por no unirse a su parecer de lo que es un compañero. Es que él era demente.

Si el Pantalón te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora