Capítulo 18

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Ni por un segundo creas que lo sabes todo de alguien. El único modo de conocerlo, en ocasiones, viene con el tiempo.

A veces la ficción supera la realidad, cuando te la crees.

Desde que Presley vino a este mundo en la vida de Magdalena hubieron cambios extremos de pensamiento, uno de ellos es que su vida se dividiría en dos personas. El otro, que no conseguiría ser plenamente dichosa. Un día, perdería al amor de su vida y aunque luchase por seguir en este mundo no tendría la suficiente fuerza. Un especialista le daría maneras de sobrellevar la pérdida y un hobbie al que dedicarse para no sucumbir, pero este ya lo tenía; está rodeada de buena gente que la hacen olvidar unas horas.

Pero ¿qué había de las noches? Esas en las que despertaba, con un vacío a su lado igual de ancho y alto que el que tiene en el pecho desde que se quedó sin compañero.
Presley llevaba años haciendo su vida, una vida invidivual que mas pronto que tarde compartiría con un par. Deseaba verla hacerlo, pero también deseaba sentirse plena y no sucedía hace meses. Casi un año, si es mas exacta. No le gustaba el pesimismo, pero para ella hay cosas que tienen una forma y otras de una diferente, y no por eso van a cambiar. Así, como lo que siente y se siente sola.

Tenerla a la hora de las visitas de los sábados reconfortaba un poco aquella soledad. Verla reír menguaba la pena para ser sustituta de una alegría apenas perdurable. Su hija le recordaba tanto a él... Siempre diciendo lo que piensa; siempre ignorando los modales cuando bien les parece; siempre en constante agravio por los poco afortunados y luchando contra lo incorrecto. Siempre indignada de la falta de respeto.

Pero un recordatorio no es igual a una persona. No. Ella jamás podrá conformarse y era culpa de su esposo. La mal acostumbró. Ahora, que cargara con las consecuencias.

—¿Tu niña vendrá hoy?

Miranda, la mujer que la acompaña, le lleva no mas de diez años. Y no se le notan a la condenada. Un cabello espeso y liso, de un tono grisáceo enmarcando un rostro con arrugas pero hidratado, hasta podrías decir que tiene menos edad. Cada día con un conjunto tipo Reina Isabel que modelar, con medias y sombrero. El de hoy es verde con motas doradas como el relieve, a juego con el sombrero y medias negras. A los hombres del ancianato les gustaba, aunque muchos preferían la comodidad de Magdalena. A ella también le gusta la comodidad, y si la brinda una buena compañía, se quedaba cerca.

—Según me dijo —fue su respuesta.

—Me gusta. Tiene un sentido de la moda similar al mío.

Le devolvió el estambre que sostenía siempre que conversan, en un sofá frente a uno de los ventalanes que dan al jardín.

—Es diseñadora —se jactó, orgullosa.

—¿Ah sí? —dijo interesada, recogiendo lo que bordaba y guardándolo en un cesto—. Con razón...

Pero a Magdalena no le parecía que su sentido de la moda fuesen iguales. Miranda no se esforzaba por una diferencia, una sutil, en su atuendo. A Presley no le intimidaban los colores y las formas, con tal y las supieses llevar.

Si no se lo ha dicho seguro no quiso invadir a una apenas conocida. Ya que ella no necesita de ninguna forma, podría hacerle el favor.

—Te vistes igual todos los días, Miranda.

Si el Pantalón te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora