Jueves

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El día siguiente no fue muy distinto. Esta vez no fueron los gritos de mis vecinos ni los ladridos de los perros los que no me dejaron dormir, sino mis padres en su habitación llorando. Mati se había ido a dormir conmigo porque tenía miedo de que alguien entre a casa de nuevo.
Cuando me desperté eran alrededor de las 12pm, me sorprendió el hecho de que nadie me haya despertado antes. Incluso Mati estaba dormido como oso hibernando. Me levanté para ver qué ocurría en casa que estaba todo tan callado. Me asomé a la pieza de mis papás y no estaba ninguno de los dos. Empecé a gritar "¡Mamá!, ¡Papá!" ¿Hay alguien en casa?". Pero no respondían.

Como a los 20 o 30 minutos escucho que suena el teléfono en la cocina y corro a atender antes de que cuelguen. Y cuando estoy a punto de levantar el teléfono escucho a mi mamá gritando desde el patio: "¡No atiendas! Es para mí". Corrió hasta la cocina como nunca antes la había visto correr, se notaba que estaba nerviosa y preocupada por algo, pero no sabía porqué. Cuando atendió el teléfono dijo: "Sí, ella habla" y me pidió que me vaya a mi pieza porque tenía que hablar de un tema privado con alguien, así que me fui a mí pieza. Y Mati seguía echado en mi cama con las piernas abiertas y la cabeza colgando de la cama. Era increíble cómo ese chico podía dormir tanto a pesar de los gritos y ruidos, cuánto lo envidiaba.
Después de unos minutos al teléfono, mi mamá me pidió que me quede a cuidar a Mati porque ella se tenía que ir a hacer unas cosas y se iba a tardar un poco. Le pregunté por papá pero solo me respondió que abajo del microondas dejaba 200 pesos para que compre algo para comer con mi hermano, y se fue. Esa mujer estaba escondiendo algo y tenía que descubrir qué era.
Fui a despertar a Mati porque ya era muy tarde, y le dije que se ponga a hacer la tarea que le mandaron los maestros anoche.
No pasó mucho hasta que llegó el delivery con la comida que había pedido. Le pagué y nos sentamos a comer con Mati. No dejaba de preguntarme "a dónde se había ido mamá, si a qué hora iba a volver, y ¿Papá dónde está?". Parece que mis "No tengo idea, deja de hacer preguntas y comé" no eran muy convincentes. Después de comer Mati terminó su tarea rápido y se fue a su pieza a jugar videojuegos. Por mi lado, yo me puse a revisar los álbumes para ver si encontraba algún otro papel más que me dé una pista de lo que estaba pasando. Pero fue absurdo, esos discos llevaban ahí mucho tiempo, no eran más que testigos mudos de las cosas que ocurrían en mi casa.
Después de un tiempo pensando en qué me podría estar ocultando mí mamá recordé a los perros. Anoche tenía que cambiarles el agua y ponerles más comida en sus platos, pero con todo lo que pasó se me había olvidado por completo. Así que fui al patio, y me encontré con los dos poodles más inquietos que había visto en toda mi vida. No entendía qué les pasaba pero cuando trataba de acariciarlos para que se calmen intentaban morderme. Algo habrían visto. Me acordé que a la mañana mí mamá había aparecido del patio y empecé a sospechar.
Para que se den una idea, el patio de mi casa es bastante grande. Hay una piscina en el medio, que ahora estaba tapada con una lona; también hay un quincho a la izquierda en donde solemos comer asado domingo de por medio, y a la derecha hay un armario donde guardamos la cortadora de pasto y todas esas cosas de jardinería.
Todo lucía muy normal... demasiado normal, como si alguien se hubiera esforzado sobremanera en que todo esté en su lugar. Sólo conocía a una persona tan detallista y era mí madre. Pero la pregunta ahora era ¿Porqué quería que pareciera que nadie había estado en el patio?. Empecé a observar bien cada rincón de ese lugar para ver si algún detalle se le había pasado por alto, y recordé que solía haber unos feos hongos detrás de la piscina y ya no estaban más. Me paré en el lugar que solían estar y, no puedo explicarlo, pero sentía que algo andaba mal, como si algo hubiera pasado en ese exacto lugar. Fui a buscar la pala al armario del patio para cavar un poco y ver si mi mamá había escondido algo ahí, cuando de repente escucho a mí hermano gritar. Entonces fui corriendo adentro de casa para ver qué le había pasado, y lo encuentro a él tirado en el piso, al parecer se había tirado de la cómoda de su pieza con un paraguas para ver si podía volar. Lo levanté para ver dónde se había lastimado y vi que tenía la rodilla raspada. Intenté calmarlo pero no paraba de llorar, y para colmo mi mamá no volvía, ella se tenía que encargar de estas cosas y no yo. Le puse una curita en la rodilla y le dije que si dejaba de llorar lo iba a dejar usar mi computadora para jugar a sus videojuegos, y así logré calmarlo.
En ese momento llega mi mamá a casa con los ojos del tamaño de un plato y la voz alterada y pregunta si no había venido nuestro padre. Al decirle que no lo había visto en todo el día noto que se calma un poco, pero seguía nerviosa. Entonces le pido que me explique qué estaba pasando con papá y con ella. Solo me respondió que no podía decirme eso. Me pidió que cierre bien todas las puertas y ventanas y que cuide muy bien a Matías. Me dejó un poco más de plata y me dijo que si escucho algún ruido o algo extraño llame a la policía y no le abra la puerta a nadie, y resaltó está última palabra "A NADIE". Luego de eso, se puso un abrigo y se fue. Por la ventana pude ver que alguien la estaba esperando en un auto gris y ella se subió, y se fue.
Ahora estaba más confundido aún. Pero confiaba en que ella sabía lo que estaba haciendo, así que cerré todo como me lo dijo y cargué en mis brazos a Mati, que ya estaba dormido, y lo acosté conmigo.

Escapar de la cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora