Libre

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Esa noticia me hizo poner de muy malhumor, así que me encerré en mi habitación para escuchar música mientras me desquitaba rompiendo mi ropa, pateando mi ropero y llorando, como cualquier humano en mi lugar habría llorado, o más. Cuando Mati entró a mi habitación y me vio así me dijo que no me preocupe porque mamá iba a estar bien, y me abrazó. 
Después de un rato pensando, ya más tranquilo, recordé la billetera que había encontrado por la noche y me dio curiosidad saber qué tenía adentro. Capaz no había nada valioso y papá nunca iba a volver porque directamente no le importaba lo que tuviera ahí. Pero si ese no era el caso quería saber qué había adentro. Cuando la abrí vi un par de billetes, poca plata, y una foto de mamá con un bebé recién nacido en brazos. Al dar vuelta la foto me di cuenta que ese bebé era yo por la fecha de la misma. Además encontré una identificación que me llamó mucho la atención. El de la foto era mi papá pero el nombre no era el suyo, era el de mí tío, Fernando. Recién entonces caí en la cuenta de que nunca antes había visto una foto de mi tío, lo único que sabía de él era que había muerto un poco antes de que yo naciera. Había gemelos en la familia y yo nunca lo supe, al parecer no se llevaban muy bien entre sí y por eso no hablaban nunca del tema. 
Empecé a unir los puntos como quien dice y me di cuenta que quizá el hombre que había visto anoche no era mi papá sino su hermano gemelo. O mejor dicho, era mi padre biológico y no mi tío el que toda mi vida había llamado "papá". Eso quería decir que Fernando no estaba muerto, sino que seguía vivo. 
Todo a mi alrededor estaba dando vueltas, nada tenía sentido, o tal vez tenía tanto sentido que no podía llegar a comprenderlo. 
Un poco mareado y confundido salí de casa con Matías, lo llevé a donde vive la mujer que lo cuidaba cuando era bebé. Y empecé a caminar. Caminé y caminé, tratando de no pensar, pero no podía lograrlo. Unas luces me dejaron más mareado todavía, y al escuchar la sirena de la policía decidí salir corriendo. En realidad no sabía bien lo que estaba haciendo y me detuve. Ahí fue cuando me subieron al auto y me trajeron hasta acá. 
Esa fue mi semana, eso fue lo que me condujo hasta acá. Ahora, si están satisfechos, estaría muy contento si me dejan ir a mi casa y buscar a mi mamá para acabar con todo esto de nueva vez.

Los guardias se miraron entre sí y empezaron a reírse a todo volumen. Sin entender porqué los otros sujetos se les unieron en la risa. Yo estaba perplejo, les acababa de contar algo terrible que me había pasado y ellos solo se reían. Uno de ellos se paró y fue a su escritorio, dónde había una computadora y muchos papeles desordenados encima. Agarró un llavero enorme que tenía más de veinte llaves, sin dudarlo eligió una y con ella abrió mi celda. Cuando vieron que yo no salía, pues estaba paralizado, me dijeron que no podían seguir teniendome encerrado porque había otras personas que encerrar. Y me dejaron ir, no sin antes recordarme que no puedo andar por la calle mucho tiempo sin un permiso. 
Mientras me estaba yendo escucho que uno de los otros presos les dice a los guardias "Si quieren les cuento un par de historias a ver si me dejan salir también", y se rieron todos. Así que salí de ese lugar con una sonrisa en el rostro. 
Una vez afuera empecé a caminar hacia casa pero recordé que tenía que buscar a Mati. Pobre doña Rosita, una cosa era cuidarlo cuando lo único que hacía era hacerse en sus pañales y otra soportarlo ahora que no puede vivir sin jugar videojuegos, y como ella no tenía eso en su casa de seguro lo habrá tenido que soportar aburrido y molesto. 
Apenas había caminado dos cuadras cuando un auto gris dobla en sentido contrario y se dirige a mí a toda prisa. Se paró al frente mío y bajando un poco la ventanilla me dice que suba. En unos segundos reconocí al auto, era el mismo al que se había subido mi mamá el día que se fue de casa. Entonces pensé que seguramente debía ser del hombre que se la llevó la última vez que la ví y, con la esperanza de que ella esté en el auto, abrí la puerta de atrás y subí. Una alarma sonó en mi cabeza al ver que mi mamá no estaba en ese auto y que el conductor se veía más delgado. Empecé a imaginar a mi mamá diciéndome "Te dije que no confíes en gente extraña. Nunca tienes que subirte al auto de un desconocido. ¿No sabes lo que te puede pasar?". Me invadió un miedo terrible y quise bajarme, pero las puertas tenían traba. En ese momento, el hombre que estaba adelante mío se da vuelta y me pone un pañuelo en la cara. Intenté reconocer quién era pero llevaba puesto un barbijo y lentes de sol en la cara. Sin darme cuenta, todo se empezó a ver borroso y caí profundamente dormido en el asiento trasero de ese auto gris. Lo último que escuché fue el motor al arrancar.

*FIN DE LA PRIMERA PARTE*

Escapar de la cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora