Lunes

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- Todo comenzó el domingo, es decir, el mismo día que me liberaron de la cárcel volví a ser encerrado pero esta vez sin un motivo legal o entendible. Y, es gracioso, porque de ese día no recuerdo nada más que haberme despertado, terminar una larga conversación con los policías que me encerraron y, al salir, subirme a ese auto.

- ¿A qué te refieres con gracioso? Eso no se oye nada divertido, si me lo preguntan a mí.

- Digo gracioso porque en la conversación que tuve con esos policías había mencionado el hecho de que mi familia era muy estricta a la hora de hablar de cuándo comienza una semana o cuándo lo hace cada día. Y lo que yo les decía a los guardias es que la gente siempre se refiere al día lunes como el primero de la semana, ya que es cuando la mayoría de las actividades que realiza la gente en la sociedad se retoman en ese día, pero, decir en mi familia que la semana comienza el día lunes y no el domingo es casi un crimen.

- A lo que voy con todo esto es que, si quisiera empezar por el principio, como tú me pediste, debería comenzar por contarte lo que pasó el domingo, pero no lo recuerdo. Sino que, por el contrario, tendría que empezar por hablarte del lunes, el primer día de la semana para el común de la gente, y una causa justa de burla para mi familia.

- Entiendo. Aun no le hallo lo gracioso, pero entiendo.

(Sé que no da gracia, pero ¿Tenía que ser tan serio? Me sorprende su ánimo tan apagado.)

- No tiene importancia.

Como te decía, lo primero que recuerdo luego de subirme al auto es que desperté en medio de algo húmedo y blando que yo no tenía la menor idea de qué podía llegar a ser. El solo hecho de recordar la sensación de estar acostado sobre todo eso me revuelve el estómago. Y la razón por la que no sabia sobre qué estaba echado era porque en el lugar donde estaba no había siquiera un pequeño rayo de luz.

Cuando desperté de mi largo descanso, lo primero que hice fue levantarme y buscar desesperadamente una puerta o alguna ventana, pero no tuve éxito. Lo único que conseguí fue ver que las cuatro paredes que me rodeaban estaban hechas de madera. Una madera que, por su textura y la humedad que sentí en mis dedos, podía asegurar que era bastante añosa y descuidada por su o sus dueños.

- Comprendo que la sensación de encontrarse encerrado, - interrumpió Jere. - en una habitación totalmente a oscuras y sin conocimiento del modo en que se llegó a la misma puede llegar a ser traumante. Es por eso que te hemos una cita semanal con la Psicóloga María Tetra del Centro Melper de atención al paciente con experiencias traumáticas.

- ¿Qué le hace pensar que hablar con una persona que no me conoce para nada me va a ayudar a superar todo esto?

- No tienes por qué ir a las reuniones, solo es una recomendación. Pero, no digo más, sigue contándome lo que paso ese día.

- Está bien.

Cuando estaba buscando alguna salida, encontré lo que parecía ser una puerta grande, pero al intentar abrirla noté que estaba cerrada por fuera, y por el ruido que hizo al golpearla con mi hombro izquierdo, me di cuenta de que tenía puesto un candado. En ese momento empecé a gritar "¡Ayuda! Sáquenme de aquí", al estilo de las películas yankees que siempre critican en mi casa. Pero lo único que conseguí fue que alguien o algo por detrás mío me empuje bruscamente contra la puerta y vuelva a perder el conocimiento al golpear mi cabeza contra lo que parecía ser una piedra bastante dura en el lugar menos apropiado.

- Eso no lo habías mencionado antes... Cuando te sacamos de ese lugar no vimos a nadie más allí, Fer.

- Lo sé. Yo quede tan sorprendido como usted ahora que le cuento esto, pero, si no lo dije es porque sabia que no me iban a creer y solo les daría mas motivos para que piensen que estoy loco y me manden al psicólogo.

- Y ¿Por qué decírmelo a mi ahora? Yo podría hablar con tus padres e insistirles para que te acompañen a esas citas con la Doctora Tetra.

- No lo sé, algo en usted me hace confiar. Como si nada de lo que le diga tenga el poder de asombrarlo o asustarlo. Me trasmite confianza.

- Me alegra oír eso porque eso te va a ayudar a contarme toda la verdad, sin evitar mencionar ningún detalle.

- Eso intentaré.

- Bueno, sígueme contando qué pasó eso día.

- No mucho. Cuando recuperé la conciencia, escuché unas campanitas que sonaban en una de las paredes de la habitación, y seguí el ruido para ver qué había ahí. Pensaba que era la persona que me había volteado, pero cuando llegué hasta el lugar de donde venia el sonido solo pude sentir una pared dura, pero nada de carne y hueso. Entonces, me tropecé con algo y cuando empecé a sentir mojados mis pies descalzos, me di cuenta de que lo que había tirado era un vaso con agua y ahí fue además cuando descubrí que estaba desnudo. Al agacharme para recoger el vaso, vi que además había un tazón como los que se usan para darle comida a los perros, pero mas grande, y comí todo lo que había ahí sin mirarlo ni saber qué era lo que estaba comiendo. Solo quería saciar mi hambre y recargar energías.

Esa noche no pude cerrar los ojos, hasta que recordé una historia que mi mama siempre me contaba para dormirme, y entonces pude descansar... aunque no por mucho tiempo. 

Escapar de la cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora