Un intercambio inesperado

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Día 9. Tren de las 17:15

Sentada en el tren, Alba estaba nerviosa, muy nerviosa. Eran las 17:11 y ninguna huella de Natalia en el andén. Golpeaba su reloj frenéticamente, 17:12. Miraba alternativamente hacia el reloj y hacia el andén maldiciendo los segundos que pasaban sin ver aparecer a la morena corriendo asfixiada. 17:13...

Se puso entonces a pensar en el día en que Natalia había perdido el tren, la tristeza que había leído en su rostro le había encogido el corazón. 17:14, ninguna huella, Alba ya no aguantaba más, se levantó, más nerviosa que nunca y comenzó a caminar de un lado para otro, delante de la puerta, esperando con todas sus fuerzas verla aparecer.

Escuchó la llamada que anunciaba el cierre de las puertas y el ruido de las maquinas que comenzaban a funcionar. Miró el andén sin darse la vuelta, sin una mirada para el tren que se alejaba sin ella.

No se había dado cuenta de que había salido, y sin embargo, estaba ahí, afuera, y su mirada se posó sobre la mujer que ralentizó su marcha al acercarse.

-¡MIERDA!- gritó la morena que aún no la había visto.

-No pensaba escucharla decir un taco algún día. Apuesto a que es raro escuchar esa palabra salir de su boca, me siento casi privilegiada- dijo ella sin moverse, observando a la que le gustaba creer como una "amiga en potencia".

-¿Señorita Reche?- dijo la pianista, visiblemente asombrada al verla delante de ella -¿Qué hace aquí?-

-Se me escapó el tren- respondió como si nada

-Yo lo he perdido por los pelos, y usted está tranquilamente de pie aquí-

-He bajado- dijo ella también como si nada.

La morena la miró un momento, una sonrisa intentaba nacer en su rostro, aunque intentaba, sin éxito, retener. La vio sentarse en un banco y fue a sentarse a su lado sin decir una palabra antes de hundir su mirada en la suya.

-¿Por qué?-

-No lo sé- dijo la rubia turbada.

-Señorita Reche- dijo ella amablemente apoyando su mano sobre la suya que reposaba en su muslo, intentando captar su mirada.

Alba miró sus dos manos, una sobre la otra, y sintió deseos de abofetearse. Inmediatamente su corazón se saltó un latido, uno solo, tan rápido que casi pensaba que no había pasado. Y sin embargo, lo había sentido muy bien, ¿era porque Natalia era lesbiana? ¿Se debía a que nadie la había tocado con tanta dulzura desde hacía mucho tiempo?

El hecho es que había experimentado ese salto, y que a Alba le había gustado. Sonrió, ignoró su tontería de soltera falta de atención y hundió su mirada en el océano chocolate del rostro que tenía delante antes de inspirar profundamente

-He bajado por usted y por mí- Natalia no respondió, parecía esperar y dejarla a su ritmo. -En un principio, por puro egoísmo, si hacía ese viaje sola, me habría aburrido, habría contado los segundos y no lo quería. Después, me acordé de...- Ella no se atrevía a decir más por miedo a cometer un error que estropeara esa amistad recién nacida, volviendo a encerrar a la morena tras su caparazón.

-Señorita Reche- dijo ella apretando amablemente su mano.

-La última vez que se le escapó el tren, tenía una expresión tan triste y...A mí nadie me espera en casa, no es importante que este a una hora determinada en casa, incluso no vivo en una casa, sino en veinte metros cuadrados, típico de cuando se es estudiante. Me dije que si mi presencia podía ayudarla a digerir el contratiempo entonces... Ahora me doy cuenta de que quizás sea algo pretencioso por mi parte imaginar que...-

Asiento 3520Donde viven las historias. Descúbrelo ahora