Los pequeños cristales de hielo caían de forma fina y despreocupada.
La cabellera negra de Juliana eran la pista de aterrizaje perfecta para los mismos.
La incesante nevada hacía que las grandes y pesadas botas de ambas chicas se zambulleran entre la aglomerada nieve y eso traía como consecuencia que su andar fuese más lento e intolerante.
Juliana sacudió su cabello tratando de quitar todo rastro de agua congelada.
Mientras Valentina se aferraba de los bolsillos de su abrigo y agachaba la mirada tratando de evitar las molestas ráfagas de viento que hacían que la nieve se metiese en sus globos oculares.
-Odio este clima-
Esbozó la mujer mayor al aire.
-Es todo un drama tratar de caminar encima de toda esta nieve-
Juliana volteó su rostro a la silenciosa adolescente que la acompañaba en el insufrible andar a la biblioteca.
Cayó en cuenta de la que las mejillas de la joven se habían vuelto de un color rosado por el penetrante frío de la atmósfera y que apenas y podía abrir los ojos por el horrible viento que golpeaba sus rostros.
De pronto la menor paró su andar y se sentó sobre la enorme capa de nieve sobre la que caminaban.
Juliana detuvo su andar igualmente y miró la escena.
-¿Te encuentras bien, cariño?-
Preguntó a una muy agobiada Valentina.
La menor como de costumbre no contestó a su pregunta y por el contrario cubrió su rostro con la palma de sus manos cubiertas por sus guantes de lana.
La mayor miró al rededor suyo como en busca de algún recurso que pudiese ayudarle a comprender un poco mejor la escena que estaba presenciando, pero no fue así.
Las calles estaban desiertas por el espantoso clima y apenas y podía divisar el panorama debido a la fuerte tormenta.
Miró su reloj de mano y se dió cuenta de que los diez minutos que tenía para llegar a su trabajo ya habían sido consumidos y ahora tenía cinco minutos de retraso.
La chica de ojos azules permanecía sentada sobre el blanco pavimento, cubriendo su angelical rostro y sintiendo arrepentimiento por haber salido de casa sin autorización.
Estaba tan inmersa en su propia melancolía que apenas y pudo presenciar el cuerpo cálido de la mujer mayor sentada frente suya.
Las manos de Juliana retiraron las de la menor de su rostro y al fin la adolescente pudo reencontrarse con la morena de ojos marrón, quien le sonreía gentilmente.
-Tranquila, sólo es agua-
Juliana tomó un par de copos de nieve que caían sobre la coronilla de la cabeza de Valentina y los deshacía con las yemas de sus dedos cubiertos por el estambre.
Valentina imitó la acción de Juliana y retiro un par de copos de su cabeza para luego deshacerlos con sus dedos.
-¿Ya te cansaste de caminar?-
Preguntó la mayor, que yacía sentada en el pavimento como Valentina cruzada de piernas.
La menor asintió con la cabeza a la pregunta de Juliana.
-¿No te gustaría caminar un poco más hacia un lugar menos lleno de nieve?-
La menor movió su cabeza de un lado a otro en forma de negación.
Juliana asintió con una sonrisa.
-Entonces aquí nos quedaremos-
El hielo comenzaba a calarle en los huesos a Juliana podía sentir como la nieve comenzaba a deshacerse y la humedad comenzaba a colarse por su delgado jean.
Valentina no se inmutaba en lo absoluto, más bien se ocupaba a si misma tratando de raptar los copos de nieve con su lengua.
Juliana sonreía por la infantil pero tierna actitud de la adolescente.
Juliana se retiró los calientes guantes de sus manos para poder sacar su celular de su bolsillo.
Ya eran veinte minutos los que estaba retrasada en el trabajo y las llamadas de sus compañeros de trabajo se estaban haciendo presentes.
Juliana tecleaba por toda la extensión de su pantalla una sincera disculpa del porqué su retraso.
Valentina raspaba la nieve y la moldeable con sus dos manos, haciendo pequeñas bolas para después formar diminutos muñecos.
Juliana terminó de escribir para luego volver a captar su atención en la chica frente suya.
-Te gusta hacer muñecos de nieve ¿ah?-
La ojiazul seguía haciendo pequeñas bolas sin atender las palabras de la mujer.
Con silenciosa delicadeza tomó una de sus creaciones y la extendió a la morena.
Juliana tomó al pequeño muñeco y lo observó lentamente, a Valentina le gustaba dibujarle caritas felices a sus muñecos.
-¡Gracias!- Dijo Juliana.
Los pómulos de Valentina seguían de coloreados de un rosa intenso y su nariz se había convertido en un pequeño jitomate cherry.
A Juliana le gustaba observar a Valentina, pero no tanto, porqué Valentina tenía 17 años. Y ver mucho a Valentina podría convertirse en un acto demasiado inadecuado.
Entonces cuando la morena se daba cuenta de su acción involuntaria, desviaba el rostro a cualquier otra dirección.
A espaldas de la menor comenzaba a figurarse una silueta de lo que parecía un fornido oficial de policías.
-¿Valentina?-
Una vez hubo llegado el hombre se puso de cuclillas para poder quedar a la altura de la menor.
-Valentina ¿qué haces fuera de casa?- preguntó el hombre.
-Disculpe ¿usted la conoce?- Juliana interrogó.
-Soy el mejor amigo de su padre, León. Ella no tiene que estar aquí, es Viernes-
La menor seguía apaleando nieve con la palma de su mano.
-Vamos, Val-
El hombre tomó el brazo de la menor haciéndola levantar bruscamente.
Valentina negó repetidamente, intentando zafarse de su agarre, pero al hombre no le importó.
La chica de ojos azules insistía en regresar al suelo para seguir terminando sus muñecos.
Mientras Juliana permanecía en el suelo.
-No.....no....-
Valentina negaba repetidamente.
-Tienes que ir a casa o tus padres se van a preocupar-
Valentina dejó de resistirse y entonces cedió a la petición del hombre.
Lo tomó de la mano y comenzó a caminar junto a él.
Juliana se levantó de su asiento.
-¡Valentina!- Gritó Juliana.
La menor giró su torso en dirección de la voz que la llamaba.
-Nos vemos el Lunes en la biblioteca- Dijo la mayor.
Valentina simplemente asintió con su cabeza y ladeando su mano de un lado a otro le dijo adiós.