-¿Por qué no te acercas?- Jude cuestionaba a su amiga.
-¡Cállate! Te va a escuchar-
Ambos chicos vigilaban a la ojiazul desde el escritorio de Juliana.
-¿Cómo planeas avanzar en esto si ni siquiera te le acercas?-
-¿Avanzar en qué?-
-Pues en ustedes dos-
Juliana miraba a su amigo con una ceja levantada.
-¿Nosotras dos?-
-Qué te haces tonta, ambos sabemos lo mucho que quieres estar con ella-
Juliana simplemente se quedó en silencio, casi dando respuesta positiva por automático a su amigo.
-Es una cosita toda tierna, me dan ganas de apretarle las mejillas-
-Jude, déjate de tonterías y ayúdame a llevar estos libros a la bodega-
Ambos chicos tomaron las grandes pilas de libros y comenzaron a depositarlos en las mesas de la pequeña bodega.
-¿Puedes traer los últimos?- Preguntó Juliana a su amigo.
Jude rebuznaba de molestia por tener que hacer actividad física, y cargar cosas pesadas le daba aun más pereza.
Una vez hubo llegado de vuelta al escritorio, miró la pila pequeña de libros y de inmediato a la chica que leía en el sillón de gamuza.
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Tsss...tssss- Cuchicheaba con sus lengua.
Valentina podía escuchar el molesto sonido proveniente del chico a dos metros suyo.
Sin embargo su atención no era despegada de su gran libro.
-¡Hey!- Jude la llamaba aún más insistente.
Valentina volteó levemente su rostro a un lado y apenas y podía divisar la anatomía del delgado chico con el rabillo del ojo.
-¡Valentina!- Exclamó aún más fuerte.
Entonces la ojiazul fue invadida por el desconcerto y la duda de por qué aquel desconocido y blanco chico sabía su nombre.
Una vez logrado su cometido, Jude llamó con su mano izquierda a la adolescente que lo miraba extrañada.
Valentina dejó su lectura a un lado y caminó con el perfil bajo hasta la presencia del varón.
-Conoces a Juliana ¿cierto?- Preguntó Jude.
Valentina asintió con su cabeza y con la mirada en la blusa para chica que vestía el chico.
-Me pidió que te dijera que por favor- el chico tomó los cinco pesados libros que restaban y los dejó caer en las palmas de la ojiazul- le ayudarás a llevarlos a la bodega-
Valentina se quejó con un pequeño gemido por la gran carga que le habían impuesto.
Confundida y aún con el misterio de quién era ese chico, caminó entre los grandes estantes de madera hasta llegar a la bodega que ya había descubierto antes.
Jude le seguía con paso sigiloso y con intenciones de que la menor no lo viese.
Una vez dentro pudo presenciar la figura de Juliana dentro del cuarto, acomodando unos viejos libros, dándole la espalda.
Valentina la miraba sin decir nada y con una hernia a punto de formarsele a un costado de la cintura.
Juliana terminó de colocar los tomos uno sobre otro, cuando la imagen de la adolescente de ojos azules la hizo saltar levemente por la sopresa.