Lunes.
Valentina sacudió su enorme abrigo en la entrada de la biblioteca, para después dejarlo en el viejo perchero. Rodó sobre las puntillas de sus tenis blancos y se dirigió al viejo y grande escritorio de Juliana.
La morena levantó la mirada y cuando pudo percibir el rostro de la adolescente le sonrió ampliamente.
Para que después, silenciosamente Valentina sacara una barra de granola del bolsillo de sus jeans y la posara en el escritorio.
Martes.
Valentina llegaba a la biblioteca con una sonrisa de par en par, esperando encontrar a Juliana en el escritorio como de costumbre. Pero su hermosa y blanca sonrisa se desvaneció cuando en lugar de la hermosa chica de ojos morenos, la señora Rosa ocupaba el lugar de la mayor.
Toda su tarde de lectura fue opacada por la ansiosa espera de la llegada de Juliana por la puerta principal, pero no fue así.
Hasta que al final de la tarde sus hermanos mayores llegaron por ella, la señora Rosa se acercó animada hasta la adolescente de ojos azules, para entregarle un lindo y colorido separador hecho a mano.
"La señorita Juliana me encargó que se lo diera".
Miércoles.
El marca textos de punta gruesa de Valentina repasaba las hojas de su pesado libro, no tenía tiempo para distracciones pues tenía un examen importante al día siguiente.
Mientras Juliana la observaba desde su escritorio con el semblante preocupado.
Con cuidado y sin hacer ruido, caminó a la pequeña cafetera en el pequeño cuarto para empleados, sirvió dos grandes tazas y las preparó con crema espumosa.
Una vez listos dejó caer levemente la taza sobre la mesa en frente del sillón donde yacía Valentina.
"Descansa un poco, cariño".
Valentina hizo a un lado el libro y sorbió del delicioso café que Juliana le había preparado.
Jueves.
-¿Cuánto tiempo más seguirás molesto conmigo?- Juliana cepillaba su largo cabello mientras observaba a su amigo por el espejo del tocador.
Pero Jude seguía enfadado por el repentino cambio de planes que Juliana había hecho el día de su cumpleaños.
-Jude, deja de ignorarme- Juliana se sentía muy afligida por la ley del hielo que su amigo le estaba aplicando- está bien, me seguiré disculpando hasta que dejes de estar molesto-
Jude se encogió de hombros para después tomar su mochila y azotar la puerta junto con una salida dramática.
Juliana reviró los ojos en forma de frustración y siguió cepillando su mojado cabello. Le gustaba como las hebras de su fino cepillo de porcelana abrían paso por su lacia cabellera y la desenredaba delicadamente.
Por el balcón se colaban montones de helados copos de nieve que caían en la delgada sábana que cubría la cama de Juliana, en el pequeño refri ya sólo quedaban dos pedazos de pizza y el corazón de una manzana a medio terminar, el recibo de la luz que posaba en la mesa de noche de Jude les indicaba que si no pagaban sus meses de adeudo muy pronto el servicio les sería cortado y en el piso abundaban colillas de cigarros baratos.
Juliana sabía que su amigo tenía razón, seguir en aquel pequeño pueblo les estaba costando lo doble que en cualquier otra ciudad. Que si bien, los servicios y víveres no eran tan caros como en otros lugares, los salarios si eran un completo chiste.