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Aquellos días, la tranquilidad era casi imperturbable. Tanto así que las señoras se procuraban entretenimiento paseando distraídamente por sus propiedades y manteniendo siempre la vista en las del vecino. Momo no era de las que gustaban de atender a rumores, por lo que las semanas venideras amenazaban con ser monótonas y tediosas. ¡Si solo hubiese regresado Kyoka ya de la ciudad! La temporada debía de estar a punto de terminar, y pronto la señora Jiro volvería con su hija a su residencia en el campo. Entonces Momo recuperaría su única compañía femenina.

Sus pensamientos volaron inconscientemente a los campesinos y ganaderos que rodeaban la zona de las fincas pudientes. En varias ocasiones durante sus paseos, Kyoka y Momo se habían cruzado con algunos de estos en los caminos. La mayoría eran toscos y rudos, pero diversas mañanas se habían encontrado con lo que Momo sospechaba era su equivalente en la clase agricultora. Dos muchachas, de edades similares a la de Kyoka y ella misma, se permitían el lujo de salir de vez en cuando de sus campos. Momo había reconocido a una de ellas como la hermana mayor de Samidare, el cochero, y su buena educación la llevó a saludarla. La joven Tsuyu Asui le agradeció fervientemente que diese empleo al muchacho. Momo alabó el buen trabajo de Samidare, y esto hizo que el rostro de la señorita Asui se iluminase de alegría y orgullo. Este era el único tipo de interacción que Momo había tenido con las campesinas.

Ahora, casi inconscientemente se preguntaba si ellas también estarían sufriendo el tedio de aquellos días de principios de agosto. O quizá el aburrimiento fuese solo una epidemia de la clase que no tenía verdaderamente nada en lo que ocuparse. A falta de una mejor actividad, Momo había regresado a su bordado. Se forzaba a sí misma a seguir confeccionando aquel motivo que tanto empezaba a aborrecer. En el preciso momento en el que iba a desistir, llegó a sus manos una carta esperanzadora. La enviaba Kyoka desde la ciudad y decía lo siguiente:

"Querida amiga,

Lamento no haber escrito más a menudo. La temporada de este año ha sido excepcionalmente ajetreada; sin embargo, quedan pocos eventos y pronto podré reencontrarme contigo en el campo. Mi madre pretende invitaros a ti y a tu padre a Canto Alegre en cuanto sea posible, y espero que ambos recibáis con mi misma alegría dicha invitación.

No puedo esperar a contarte todo lo acontecido estos meses. Tengo importantes noticias que darte, pero prefiero hablar de este tema en persona. Lamento tener que aplazar la discusión hasta poder vernos, mas debes comprender que no sabría cómo poner por escrito todos mis pensamientos acerca del asunto. No debes preocuparte por él, de cualquier manera. Todos gozamos de perfecta salud, y, aunque este suceso sea algo crucial para mi vida, me temo que en poco afectará a la tuya. Así que encierra tus conjeturas acerca de mi secreto hasta que estemos frente a frente. Afortunadamente, será dentro de poco tiempo.

Disculpa la brevedad de esta carta. Te escribo justo antes de partir hacia la ópera, por lo que no dispongo del tiempo necesario para describirte mi estancia en la ciudad. Aguarda algo más y tendrás todos los detalles.

Tu afectísima amiga,

Kyoka Jiro"

Momo releyó la carta varias veces. Desobedeciendo la orden de Kyoka, inmediatamente se formó sus propias conclusiones sobre el extraordinario acontecimiento que describía. Debía de ser algo verdaderamente importante, pues Kyoka (ni nadie que Momo conociera, en realidad) no acostumbraba a enviar misivas tan enigmáticas como aquella. Al contrario, las cartas de Kyoka solía tener una extensión de varias páginas. Aunque la muchacha fuese parca en palabras cuando se trataba de una conversación en persona, escribir le permitía poner en orden todas las ideas que no llegaba a expresar cara a cara. Por eso, Momo no pudo evitar preocuparse por el estado de su amiga en la ciudad.

Guinevere | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora