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Tras haber prometido un segundo baile al señor Todoroki y después de la feliz ejecución de este, Momo se reunió con Kyoka Jiro de nuevo. Esta dedicaba sonrisas y palabras de cortesía a sus invitados. Entonces apareció su mejor amiga, toda ella contenta, ruborizada y sofocada. Fue atendida casi de inmediato por Kyoka, cuyos ojos manifestaron una viva curiosidad por la emoción de Momo.

- ¿Conoces, querida Kyoka, a ese caballero que se encuentra junto al señor Aoyama, de Picobrillante?

- Por tu expresión deduzco que tú sí tienes el honor. – respondió Kyoka.

- Él es el señor Todoroki, de Valle Nevado – explicó Momo -. No, aparta la vista, te lo suplico. No deseo bajo ninguna circunstancia que sepa que estoy hablando de él, eso sería vergonzoso.

- Y, sin embargo, deseas contarme algo sobre el caballero en cuestión.

- Nada ansío más fervientemente ahora mismo, pero basta, antes de que se dé cuenta de mi indiscreción. Aplacemos la conversación hasta la mañana, cuando nos separe la distancia suficiente como para que nada pueda ser escuchado.

Kyoka entonces condujo a Momo hasta el hombre con el que esta última la había visto anteriormente. Descubrió que sus juicios habían sido acertados; aquel caballero era el señor Yamada.

- Permítame presentarle, señor Yamada, a mi muy querida amiga, la señorita Momo Yaoyorozu.

Yamada la recibió con cortesía. Ahora que tenía la oportunidad de analizar sus facciones desde una distancia cercana, Momo estimó que contaría con diez años más que ellas, como mucho. Sus modales eran más despreocupados de lo que a Momo le hubiese gustado, pero pocos reproches razonables se podían hacer al señor Yamada. Comprendía que fuese un maravilloso partido para Kyoka.

Por supuesto, todavía no había habido ninguna proposición.

La conclusión del baile fue tan feliz como su desarrollo. Momo agradeció al señor y señora Jiro sus atenciones y su hospitalidad antes de partir hacia La Rosaleda. Con vergüenza admitía que el gozo casi no le había permitido pensar en su anciano padre. El regreso a La Rosaleda sería también el regreso a la realidad. Sin embargo, Momo no podía etiquetar aquella velada como infructuosa; todavía temblaba de emoción al recordar el irresistible rostro del señor Todoroki. Las maneras arrojadas del inicio habían ido suavizándose durante la tarde, mostrando a un verdadero caballero con perfecta conducta. Quizá sus maravillosas facciones hubieran contribuido a ensalzar unos modales que en realidad no eran tan loables; después de todo, había sido brusco en su presentación y excesivamente misterioso. Pero eso no importaba ahora. ¡Qué poca relevancia tenía una mala presentación cuando se podía obtener mediante ella un premio mucho más ansiado!

El coche enfiló el camino de grava de La Rosaleda hasta la puerta, donde Momo se apeó. La tenue luz que se escapaba por la ventana del estudio le informó de que el señor Yaoyorozu no se había retirado todavía a dormir. Seguramente estuviera esperando para conocer los detalles del baile de Canto Alegre. Momo se preguntó si debería revelarle absolutamente todo, y tras unos instantes de deliberación mientras subía la escalera resolvió que lo más apropiado sería guardarse su preciado secreto por el momento. No quería alarmar a su padre más de lo necesario.

Guinevere | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora