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A pesar de la excitada bienvenida, los hermanos Iida se comportaron con la mayor naturalidad. Ambos saludaron a la hija del anfitrión; después, Tensei se unió a la conversación con Yamada. Tenya se demoró unos instantes más, halagando la hospitalidad de los Yaoyorozu al recibirles y lamentando tener que dejar el campo para ir a la ciudad la mañana siguiente.

- ¡No sabe cuánto desearía poder permanecer más tiempo en El Pedregal, señorita Yaoyorozu!

Kyoka, quien seguía de cerca la pequeña charla, se sorprendió ante el tono de voz alterado de Iida. Incluso Momo comenzó a preocuparse de que algo estuviera turbando la mente del joven caballero. Preguntar directamente hubiera sido inapropiado, aunque la preocupación fuese sincera y bienintencionada.

Pronto, el anciano Yaoyorozu empezó a quejarse disimuladamente de que su estómago le exigía una buena cena. Yamada estuvo de acuerdo con él; aunque la buena educación no le permitía protestar abiertamente del hambre, dejó claro con sutileza que también deseaba comer. Kyoka le miró de manera desaprobatoria, pero él no pareció percatarse de ello (o quizá no quiso hacerlo). Momo empezaba a estar ansiosa. No quería que la comida fuese servida antes de que Todoroki estuviese allí. Era posible que no viniera, por supuesto, pero la joven prefería no contemplar esa opción. Había estado distrayendo su mente durante la tarde ocupándose en diversas tareas y conversaciones. Ahora, el peso de la hora caía sobre sus esperanzas. Quizá sus más temidas sospechas fuesen ciertas, lo que significaba que había estado aguardando aquella noche como una niña soñadora.

Los deseos de sus comensales eran ahora más importantes que los suyos propios. Aunque tenía por cierto que no podía disimular frente a Kyoka, todavía podía hacerlo ante el resto. Su escaso talento para la mentira era sin embargo suficiente como para componer una expresión de falso contento de manera satisfactoria.

Recibieron numerosos halagos por la maravillosa cena. Durante el transcurso de esta, Momo apreció con más claridad el nerviosismo de Tenya Iida; sus intervenciones en los coloquios que tuvieron lugar siempre resultaban excesivamente cortas o forzosamente extensas.

Reunidos de nuevo en el enorme salón, Momo y Kyoka paseaban alrededor de la sala. Tensei Iida y Hizashi Yamada parecían haber encontrado un tema en común, pues ambos estaban sumidos en una discusión en la que Tenya no tenía cabida.

- Querida señorita Yaoyorozu, ¿se encuentra usted bien? – preguntó la señora Jiro con afecto maternal -. No ha dejado de mirar a la puerta durante un buen rato. ¿Acaso esperamos a alguien más?

- Me temo que no es el caso, señora Jiro – respondió ella, con una decepción casi inocultable -. El ocaso es tan hermoso hoy que lamento no poder verlo en primera persona.

- Mi hija ha sido así de romántica desde que puedo recordar – rió el anfitrión, sin preocuparse por la vergüenza que podía generar en Momo.

- Si lo deseas, puedo acompañarte al balcón – sugirió Kyoka, en voz baja -. El aire fresco te vendrá bien.

Momo accedió. Solo Kyoka sabía cuál era el motivo detrás de su falta de vigor y el hundimiento de su ánimo. El anciano Yaoyorozu parecía haber olvidado por completo que una invitación había sido enviada a Valle Nevado hacía apenas unos días. ¿Qué más podía desear él que la compañía de los Iida, su familia predilecta? Ya ni siquiera recordaba que existía un hombre llamado Shoto Todoroki.

Pero, desafortunadamente, Momo sí se acordaba de su existencia.

- No ha venido. – observó Kyoka, sin piedad.

- Efectivamente. He sido ingenua.

- Creo que hiciste lo más razonable. Ningún hombre baila tantas veces con una mujer en la que no está interesado.

- ¿Así lo crees?

- Así lo creo yo y cualquiera a quien hayas de preguntar, querida Momo.

Guinevere | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora