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Las calurosas palabras de dicha y de bienvenida ocuparon la primera parte de la conversación. Momo había extrañado charlar con Kyoka tanto como cada año, y así se lo hizo saber. Tras las formalidades, llegó el momento de abordar el enigmático asunto que Kyoka había mencionado en su carta.

- Oh, querida Momo – empezó, negando enérgicamente con la cabeza -. ¿Cómo podría empezar a explicarte la situación en la que me encuentro?

- Disculpa que haya desoído tus recomendaciones y me haya preocupado por ti, Kyoka.

- Supongo que es natural para alguien con tan buen corazón como tú – replicó ella tímidamente -. Creo que ya he ordenado mis ideas lo suficiente como para poder hacer una narración coherente.

- Te suplico que me expliques lo que ocurre.

- Durante una de las fiestas celebradas en la ciudad, conocí a cierto hombre del que ya había oído hablar hacía tiempo. Se trata del hijo de un comerciante que murió estando al borde de la ruina. Él ha heredado el oficio de su padre y mantiene su economía a flote a duras penas. Esto es sabido por todos, pese a que el sujeto en cuestión trate de disimularlo manteniendo el estilo de vida al que está acostumbrado. Siendo consciente de esto, pero desconociendo el rostro y el nombre del susodicho, entablé conversación con él.

- Empiezo a sospechar, querida Kyoka, lo que quieres decirme.

- ¿Tan obvio resulta? Me avergüenzo terriblemente de no poder disimular lo que siento.

- ¿Y cuál es el impedimento?

- Su reputación. Mi padre le considera un irresponsable y egoísta que no quiere darse cuenta de su situación real. Nunca permitiría el casamiento, te lo aseguro. Creería que tan solo está interesado en el dinero que pudiera aportarle la dote de mi familia.

Momo reflexionó durante un momento acerca del problema; resultaba complicado juzgar al comerciante sin conocerle.

- ¿Puedo saber el nombre de ese caballero?

- Me temo que el término "caballero" no se ajusta a Denki Kaminari.

- ¿Tú misma lo reconoces?

- A diferencia de lo que se suele decir, el amor es una cosa y la vista es otra. Puedo ver con claridad que sus modales son rudos e inadecuados en muchas ocasiones. Ofreció un espectáculo verdaderamente lamentable tras la fiesta, cuando por azar nos lo cruzamos estando él ebrio en una taberna cercana. Y en el propio baile demostró su poca destreza y práctica.

Momo no trató de disimular la sorpresa que las palabras de Kyoka le producían. Durante toda su vida había leído sobre el tipo de amor ciego que te impide ver los defectos de la persona querida hasta pasado cierto tiempo. Y, sin embargo, allí estaba su buena amiga, luchando por conciliar sus sentimientos con su razón.

- Que no te admiren mis duras palabras, Momo – dijo al fin -. Entiende que no pretendo engañarme a mí misma con el tipo de idealizaciones que la protagonista de una novela puede permitirse crear. Ahora mismo, tengo que ser realista.

- ¿Hay algo malo en hacerse una pequeña ilusión?

- En mi caso, puede ser nefasto. La historia todavía no ha concluido, me temo. Cinco días después del encuentro con el señor Kaminari, fuimos al teatro. La función fue realmente espléndida, y me encantaría poder hablarte del maravilloso talento de los actores, pero eso no es relevante ahora. A la salida de la sala, mi padre se encontró con un viejo amigo suyo. El señor Yamada no era un desconocido para mí, puesto que recordaba que era un habitual en la ópera y también sus visitas puntuales a Canto Alegre. El problema, Momo, es que comienzo a sospechar que mis padres pretenden que le tome por esposo.

Guinevere | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora