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La familia de Kyoka había invitado a Momo a su vivienda en la ciudad. Si Momo había rechazado la oferta era solo por motivo de la salud de su padre, a quien no quería dejar solo en la enorme Rosaleda. El anciano había lamentado saber que su hija no iría a la ciudad; la temporada era el mejor mercado de casamientos conocido por el hombre. Momo ya había sido presentada en sociedad hacía años, y sería extremadamente conveniente que se dejase ver en los eventos que se organizaban durante aquellos meses. Ella misma albergaba la esperanza de poder acudir algún día con Kyoka a aquellas magnas celebraciones, pues su amiga le había relatado lo entretenidas que podían llegar a resultar. Momo también deseaba poder ampliar su círculo de amistades; en el campo no había más jóvenes que ella, Kyoka y Fuyumi Todoroki. Con esta última nunca había tenido relación alguna; tan solo habían cruzado un par de palabras cordiales en algún baile. No había signo alguno de una posible amistad entre ellas. La inestimable compañía de Kyoka Jiro no podía ser reemplazada, por supuesto, pero Momo ansiaba conocer gente diferente a las buenas familias del campo. Su padre habría estado encantado de que acompañase a Kyoka durante la temporada, y él mismo la había animado a que no se preocupase por su estado y abandonase La Rosaleda durante unos meses. Cariñosamente, se lamentó de que su hija tuviese tan buen corazón como para renunciar a las fiestas por un anciano.

Momo había aprovechado aquel tiempo para hacer uso de su biblioteca, devorando libro tras libro, practicar con regularidad al piano y dominar el arte del bordado. Pese a todas esas actividades, se aburría profundamente. Miró al exterior, deseando obtener alguna señal de lo que podía hacer a continuación. Solo escuchó los ladridos y aullidos de unos perros en la distancia, probablemente los perros de caza de los Bakugo.

Fue en uno de aquellos interminables días cuando sucedió un evento que sacudió al vecindario entero. Otra de las fincas cercanas había sido adquirida. La llegada de nuevas familias era siempre un acontecimiento, pero en esta ocasión no era una unidad familiar la que se trasladaba, sino el hijo menor de los Todoroki.

Momo desconocía por completo al caballero en cuestión. Hasta ella solo habían llegado las malas lenguas; se decía que la relación con su familia era turbulenta, y que era un hombre excesivamente frío y reservado. Las señoras de los alrededores solían ocupar algunas de sus horas conjeturando sobre el joven Todoroki. Momo nunca había participado en estas conversaciones, pero resultaba imposible permanecer en la ignorancia cuando un tema era tan explotado. Incluso Kyoka Jiro le había hecho algún comentario acerca del misterioso personaje.

En relación a Kyoka, esta había llegado ya a Canto Alegre. Momo sintió una gran alegría al dar por terminadas las semanas monótonas que había tenido que soportar. Al poco de haber regresado al campo, Kyoka se reunió con Momo en la propiedad de la primera.

Guinevere | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora