Capítulo I - Una flecha para una buena presa

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Recién amanecía cuando Taranis despertó. Sin perder un instante, pero tras desperezarse, se levantó, se puso una camisa de lino de manga corta, unos pantalones de cuero, se calzó sus botas y se dirigió a la cocina donde cogió con sus manos un poco de agua para lavarse la cara y despertar totalmente. Desanudó la tira de cuero que llevaba en el brazo y la uso para sujetarse en una coleta las castañas rastas que le llegaban por los hombros. Su padre aún no había despertado por lo que intentó ser lo más silencioso posible, cogió el carcaj, su arco, sujetó un puñal en el cinturón y salió por la puerta a cazar el desayuno.

Taranis Arashi vivía junto a su padre en una cabaña de madera en el linde del bosque, perfecto para ambos ya que uno se dedicaba a la caza (vendiendo en el pueblo las presas que no fueran para casa, por las pieles podía sacar buen precio) y su progenitor a la tala. Se acercaba el invierno y todo el mundo necesitaba madera para calentar sus hogares. Taranis se colocó a la espalda el carcaj que había cogido junto con el arco y empezó a caminar hacia el bosque, el aire soplaba suavemente, aún así tendría que tener cuidado de que los animales no percibieran su olor.

Esa mañana el bosque permanecía ligeramente más silencioso de lo habitual, apenas un par de pájaros dejaban oír su trino en las copas de los árboles, y la mayor parte de los animales habían decidido no abandonar el calor de sus hogares, habían percibido la cercanía del invierno, eso no le favorecía desde luego, quedaban apenas una o dos semanas para el cambio de estación, debía de asegurarse de tener provisiones de sobra para entonces. Siguió avanzando despacio y silencioso, adentrándose en el bosque, cada vez más espeso, atento a cualquier signo de una posible presa, desde una rama rota, a unas sutiles pisadas o un casi imperceptible aroma. Nada, ni un sonido, hasta los pájaros habían dejado de trinar y el aire de soplar, Taranis sabía qué significaba aquello.

Inmediatamente recordó de que dirección había venido la última ráfaga de aire y se situó tras un árbol cubriéndose. Instantes después una ráfaga de aire. que sacudió el bosque entero, pasó a su alrededor. No pasaba con excesiva frecuencia pero el bosque era conocido por tener ocasionalmente estas ráfagas de aire tras unos segundos de silencio, si no te cubrías podrías verte desplazado una docena de metros por el aire antes de aterrizar, bastante peligrosas si no estabas atento. Por esa razón la gente no solía frecuentar la zona, aunque era diferente en su caso, pasaba la mayor parte de su tiempo en el bosque desde niño, y eso no le permitía guiarse perfectamente, por lo cual llegó enseguida al centro del bosque.

-Desde aquí debería poder localizar sin problemas a cualquier presa posible -pensó mirando a su alrededor -aunque no he visto rastro alguno hasta ahora, quizás desde las alturas.

Rápidamente, sin perder ni un instante, comenzó a subir por el árbol más cercano hasta llegar a unos 4 o 5 metros de altura. Respiró hondo y aguzó el oído, pero todo seguía en silencio, hasta que volvió a oír trinar a los pájaros, ahora que la ráfaga había pasado, volvían a salir. Entonces oyó un ruido, algo se movía, hacia el norte....no...el noroeste. Aguzó la vista y vio un ciervo que avanzaba hacia el río, tarde o temprano algún animal tenía que salir a beber, era cuestión de tiempo, nada más. Avanzó por la rama más cercana hasta el siguiente árbol, luego el siguiente, y el siguiente, estaba a unos 60 metros...mejor mantener esa distancia, no quería que su presa le escuchase u oliese.

Respiró silenciosa y profundamente, tensó el arco. Cogió aire de nuevo pero reteniendolo esta vez, no quería que el ritmo de la respiración le alterase el pulso, apuntó y dejó a la flecha volar. Cruzó el aire con mayor velocidad de la esperada, como si el aire le cediese paso, y se clavó en el ciervo que bebía en la orilla del río. Justo en la parte alta de la nuca, bajo el inicio del cráneo. El animal cayó muerto al suelo, su cazador no tardó en descender del árbol y acercarse.

-Pensaba que con ese frío tan solo podría cazar un par de conejos, simplemente. Pero había tenido suerte y ese ciervo con el tamaño que tenía bien valía por 5 o 6 conejos y desde luego la piel era bastante más valiosa que la de un simple conejo. -Pensó Taranis, inmediatamente agarró al ciervo por las patas y se disponía a atarlas...cuando se dio cuenta de que no había traído la cuerda, y eso que siempre la llevaba encima cuando cazaba, como solo pensaba en un par de conejos le pareció innecesaria. No le quedaba más remedio que arrastrar al ciervo de vuelta a casa, una vez lo dejase allí, volvería para revisar un par de trampas que dejara preparadas la noche anterior y si había atrapado algo lo llevaría también. Después de preparar la carne, salarla y separar la piel se aseguraría de adecuarla para su venta, ya tenía un comprador en mente para la de ciervo.

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora