Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)

Capítulo XXII - Abandonando el nido

Todos sabían que aunque el pueblo entero estaba enfurecido contra la guardia no serían tan inconscientes de prenderle fuego al cuartel, ya que lo más probable era que el fuego se extendiese y se descontrolara. Algo había sucedido pero ninguno sabía exactamente lo que, por lo cual se dirigieron corriendo hacia la zona en la que ardían las llamas.

El edificio que ardía era, por suerte, una casa que debía de estar vacía ya que solo vivía allí una persona y era uno de los que estaban llevando a los miembros de la ex-guardia. Por esa calle por suerte no había nadie ya que todo el mundo, o casi todo, se había unido a la muchedumbre. Entonces se escucharon gritos de la dirección por la que debía de estar esa muchedumbre y más olor a quemado. Muspell miró a sus compañeros y a Alnair y salieron corriendo de nuevo hacia allí. Al llegar vieron a los miembros de la, ya desmantelada, guardia tirados aterrados en el suelo y un par de edificios cercanos ardiendo mientras la gente huía en todas direcciones.

-¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién está prendiendo fuego a los edificios? -le preguntó Muspell enojado al ex-capitán el cual tan solo señaló hacia el cielo mientras temblaba hecho un ovillo en el suelo.

Inmediatamente todos levantaron sus vistas y vieron un puñado de seres alados que sobrevolaban a gran altura la ciudad, con unas criaturas, que también les resultaban desconocidas, como jinetes, los cuales dejaban caer cada poco una antorcha o algo similar sobre los edificios.

-Malditos dragos -dijo Alnair notablemente enfurecido mientras observaba a las criaturas que les sobrevolaban.

-¿Dragones has dicho? -le preguntó Belenus preocupado -¿Cómo tú te refieres?

-No, no he dicho dragones, he dicho dragos -explicó sin quitarles la vista de encima -Cierto dragón hace mucho, quería tener unas tropas a su imagen y semejanza por lo que uso todo tipo de magia para intentar combinar su sangre con otras razas. No quería dragones como él, podrían volverse demasiado poderosos y ser un problema, buscaba algo más ... manejable. Y de ahí salió esa raza, los dragos, humanoides que comparten rasgos con su creador como cuernos, cola, escamas y alas aunque no pueden volar con ellas, planear como mucho. Pero siguen siendo más peligrosos de lo que eran antes del cambio. Y desde luego son fieles y obedientes a su amo, como perros y con el mismo cerebro más o menos.

-¿Y qué hacen aquí? ¿Por qué nos atacan? -Sylphe intentaba seguir el vuelo de las criaturas con la mirada pero no era capaz, y estos seguían prendiendo fuego a Talorian mientras la gente corría aterrada por las calles.

-No sé a donde van -dijo Muspell preocupado y tensando los músculos de todo el cuerpo sintiendo como si no pudiera hacer nada -Estamos en una maldita isla, no tenemos a donde huir y aparte de algunos arcos no tenemos nada para combatirlos.

-Seguramente llevan mucho buscando a los últimos humanos, su amo les habrá ordenado buscar y exterminar, y ahora los han encontrado. -Alnair avanzó corriendo mientras su cuerpo comenzaba a arquearse y crecer. En unos instantes ya estaba de nuevo en su forma original, entonces saltó y emprendió el vuelo mientras soltaba un gran rugido que atrajo la atención de todos.

-Rápido, guiemos a la gente hasta la ruinas. Son de piedra, no arderán como el pueblo -dijo Muspell seriamente y haciendo un gesto a sus compañeros -Talorian está en llamas, no vayáis solos. Ankou, Taranis venid conmigo a la parte sur del pueblo, Sylphe, Belenus, Alaiza vosotros ocupaos del norte, hay que sacar a la gente de sus hogares y conducirles allí. Y vosotros añadió cogiendo al capitán de la ex-guardia -Coge a tus...esbirros o como les quieras llamar y echad una mano, aunque no tengáis lo que hace falta tener para entrar en las casas al menos ayudad a la gente a llevar sus cosas, nos dirigimos hacia la parte más profunda del bosque, donde hay unas ruinas. Ayudad a la gente, o si no os ataré a la casa en llamas más cercana panda de inútiles.