Capítulo V - Calor y frío en la fragua

8 2 2
                                    

En aquella forja hacía un calor infernal, aunque ahora que estaba llegando la fría temporada de invierno no tardaría en agradecer trabajar el allí. Lukian le había enseñado todo cuanto sabía de trabajar en la forja, aunque seguía sin superarle en habilidad, de todas formas, tampoco se necesitaba demasiada, la mayor parte de su trabajo era forjar cuchillos, cabezas de flecha, muy ocasionalmente alguna armadura, y a veces reparar herramientas, desde azadas, a palas, picos o hachas.

No era quizás el trabajo más emocionante del mundo pero a Muspell siempre le había parecido interesante, desde niño había ido a curiosear a la fragua a ver como el señor Spathi trabajaba, incluso una vez con diez años se escondió para verlo trabajar sin que le echase de allí y se desmayó por el calor. Ahora ya lo soportaba sin problemas, pero aquella vez le echaron un buen sermón y no pudo acercarse por la forja durante casi un año, después de eso, Lukian lo aceptó como ayudante aunque solo le pedía que preguntara a algunos vecinos si necesitaban algún trabajo, reparación, herramienta o que les avisara para que lo fueran a recoger, no fue hasta que cumplio los quince que le dejo empezar a aprender el oficio propiamente dicho. Como es obvio sus inicios fueron muy chapuceros, pero Lukian siempre se lo había tomado con humor, incluso guardaba y le había mostrado, lo primero que el mismo forjó como aprendiz décadas atrás, Muspell no era capaz de distinguir que era o que se suponía que debía de ser, Lukian solo le dijo que el día que lo descubriese le duplicaría el sueldo. Seguramente nunca llegaría ese día.

Aquella mañana Muspell no tenía demasiado buen humor, no sabía cuántas veces le había advertido a Belenus que dejará de beneficiarse del saqueo nocturno a los vecinos. Por ahora no le había delatado, pero estaba empezando a hartarse, el jefe de la guardia sospechaba que él conocía al culpable pero por ahora nunca le había preguntado directamente. Quizás esperaba que el propio Muspell se lo dijera. Pensó en darle un mes para dejar sus actividades de ladrocinio y si no, dejaría de ocultar lo que sabía, seguramente Belenus jamás le perdonaría o quizás le encerrasen y escapase en menos de una semana, todo era posible. Tras seis años él era el único que conocía su secreto, ni siquiera los otros miembros del grupo eran conscientes de ello, y no parecía que Belenus quisiera que eso cambiara, pero se notaba una cierta tensión en el pueblo, los posibles sospechosos se reducirían y eventualmente se descubriría, todo el pueblo estaría en su contra y no se podría librar.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que lo que empezó siendo una espada acabo teniendo la mitad superior de una azada, acompañado de un desafortunado martillazo en un dedo. Muspell estaba dolorido y perplejo, ni siquiera sabía como había sucedido eso.

-Se ve que andas con la cabeza en otra parte -dijo Lukian soltando una carcajada.

-Si, supongo. Voy a meterlo un poco en agua a ver si puedo arreglar esto -dijo Muspell refiriéndose a lo que forjaba, con fastidio.

-Sería mejor dar por perdido ese material o fundirlo y forjarlo desde cero, es una unión extraña entre dos cosas a medias.

Muspell salió por la puerta trasera de la forja y se dirigió al pozo cercano para sacar un cubo de agua, tras lo cual metió la mano entera en el cubo de agua helada. Nada más tocar el contenido del cubo un escalofrío le recorrió la espalda, parecía puro hielo, el dolor menguaba pero prefería mil veces el calor de la fragua. Cuando apenas sentía la mano la sacó, vació el cubo y secó las manos en el delantal de cuero antes de volver a ponerse los guantes. Cuando estaba a punto de entrar escucho un par de voces conocidas aparte de las de Lukian Spathi, Taranis y Ankou estaban apoyados en la entrada de la forja pero sin entrar, a diferencia de él, preferían el frío ambiente al calor del trabajo de herrero.

-¿Que tal la mano? -Dijo Taranis aguantando la risa -Ya nos dijeron que el martillo y tu mantuvisteis una impactante discusión.

Lukian permanecía de espaldas a Muspell aunque parecía estar intentando mantenerse serio y profesional delante de su hijo y su aprendiz. Parecía demasiado concentrado arreglando una hoz que ya estaba más que perfecta, se fijó en los golpes y reducían drásticamente su fuerza antes de golpear...no estaba golpeando apenas la hoz, tan solo disimulaba y lo hacía terriblemente mal.

-Bueno es que yo tengo cosas en las que pensar, y también estaba trabajando -respondió Muspell.

-Si, ya lo vemos -dijo Ankou -Es una obra de arte...particular, nunca vista, innovadora...la vas a enmarcar...¿o la puedo envolver para regalo?

Mientras Muspell miraba estupefacto su "obra" aun no sabiendo como había mezclado la forma inferior de la hoja de una espada y la superior de una azada, cosa que ni si quiera le parecía posible hasta hoy, los otros tres presentes se reían a mandíbula batiente. Sin dudarlo Muspell se dirigió a ella para fundirla hasta que no quedasen resto alguno, pero Lukian le detuvo mientras se secaba las lágrimas de tanto reír.

-Ya me ocupo yo -le dijo aun riendo -Han venido a buscarte, vete con ellos antes de que tenga que cambiar la fragua por un museo.

Muspell le miró aun algo incrédulo, como sin entender el chiste y empezó a quitarse el delantal de cuero y los guantes para colgarlos. Y de nuevo salió unos instantes a coger otro cubo con el que lavarse la cara, y brazos. Al regresar cogió su chaleco negro de cuero, se lo puso y salió por la puerta sin esperar a sus compañeros. Era obvio que se encontrarían con el grupo en el acantilado, allí se reunían siempre, frente al infinito mar blanco, no era una vista que cambiase mucho cada día pero tampoco era desagradable. 

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora