Capítulo VI - Reunión ante el mar blanco

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Talorian era tanto el nombre del pueblo como de la isla, ya que a sus habitantes les parecía absurdo ponerle al único pueblo de la isla un nombre diferente del de la propia isla, o eso o a los fundadores del pueblo no se les ocurrió otra cosa, tampoco es que sea de gran importancia. No era una isla demasiado pequeña sino más bien al contrario, aunque el pueblo se situaba cerca de una zona con algunas colinas también podían encontrarse varias zonas boscosas de gran extensión, un lago de buen tamaño, tres montañas no demasiado grandes y un río que bajaba de cada una hasta el lago, y que otro que avanzaba hasta el extremo sur de la isla, zona de acantilados y suave brisa.

Aquella zona era justo a dónde se dirigía Belenus Maverick a encontrarse con el resto del grupo que sus amigos formaban, Taranis Arashi, Ankou Spathi, Muspell Helvetti, Sylphe He'arah y Alaiza Nahar. No se podían juntar demasiado a menudo ya que todos tenían trabajos u obligaciones en el pueblo. Taranis cuando no ayudaba a su padre Haramune talando árboles, estaba cazando para alimentar a ambos y vender las pieles; Ankou entrenaba en sus ratos libres con dos espadas, aunque nunca había tenido que pelear le gustaba el combate y mantener sus hojas afiladas, cuando no hacía eso era porque su madre Kelia Spathi le arrastraba para que atendiera el negocio, muy a desagrado de Ankou; Muspell era aprendiz en la forja del padre de Ankou, Lukian Spathi cuya familia siempre habían sido herreros en el pueblo de Talorian, y eran los mejores en ello, Muspell era el primer aprendiz de fuera de la familia, pero compensaba la falta de interés de Ankou por el tema y habilidad no le faltaba, trabajaba bien y aprendía rápido, ocasionalmente también hacía algún recado con el jefe de la guardia del pueblo.

La guardia del pueblo de Talorian eran un puñado de ciudadanos que se habían unido para formar la guardia, si bien apenas tenían preparación alguna de combate, iban bien equipados con armas y armaduras fabricadas por encargo al propio Lukian, aunque como este mismo solía decir: de poco sirven las armas y armaduras, aparte de par inflar su ego, si no se saben usar. Y razón no le faltaba, aunque no se comportaban mal con los vecinos sí que se paseaban con aires de superioridad y creyéndose mejores, su entrenamiento se basaba únicamente en el fortalecimiento físico, pero sus conocimientos del combate, técnica y habilidad eran prácticamente inexistentes. Tanto Belenus como Alaiza y Ankou coincidian en que sólo tendrían una oportunidad combatiendo si su oponente estaba dormido o inconsciente. Su líder tenía más don de gentes pero desde luego, el mismo cerebro, aprovechaba cualquier oportunidad para llamar la atención de cualquiera de las jóvenes del pueblo, aunque no hubiera nada de lo que enorgullecerse. El respeto que la guardia inspiraba era si no nulo, casi.

Belenus entrenaba su habilidad con las manos cada día, manejo de dagas, cuchillos, y lanzamiento de estos, además de montaje y desmontaje de pequeños aparatos de madera, que obviamente requerían más habilidad que fuerza bruta. También tenía en su casa una sala donde nadie había entrado y que solo él sabía lo que contenía. Alaiza también entrenaba la mayor parte de su tiempo libre, solo que en lugar de con armas, ella solía entrenar hacerlo cuerpo a cuerpo con un muñeco de madera y paja que había fabricado de un espantapájaros que alguien había perdido por ahí, casualmente, el resto del tiempo trabajaba en la única taberna del pueblo, El Hogar de Talorian, no se habían molestado mucho en pensar el nombre y la mayor parte de la gente la llamaba simplemente la taberna, allí Alaiza era una de las dos camareras y no era la primera vez que dejaba inconsciente de un golpe seco a algún cliente que se pasaba de la raya. Por último Sylphe era la culta del grupo, una auténtica devoradora de libros y prometedora escritora y poeta, los libros eran sus dominios y su pasión, lo cual coincidía perfectamente con su trabajo en la única librería de Talorian, allí pocos compartían su pasión por los libros, sus clientes más frecuentes eran Belenus y Alaiza, en alguna ocasión había entrenado combatiendo contra Alaiza pero usando una vara de madera un poco más alta que ella.

Antes de darse cuenta Belenus ya veía el extremo de la isla, respiró hondo y se acercó a la zona elevada de los acantilados, subiendo por un sendero donde ya le esperaba el resto del grupo, no pensaba acercarse demasiado al extremo de la isla, por alguna razón le producía una sensación de ansiedad, y molestia en el estómago. No era la primera, ni la segunda, ni la quinta vez que sugería cambiar el punto de reunión pero se ve que sus compañeros estaban a gusto allí, observando la inmensidad del mar blanco, con las frescas brisas que inundaban la zona. Suspiro y se enderezó para recorrer el último tramo hasta donde ya todos le esperaban sentados y comiendo algo.

-Al fin llega el desaparecido -dijo Taranis mirándole -Si que te lo has tomado con calma.

-¿Acaso me echaba alguien de menos? -respondió fingiendo sorpresa mientras se sentaba entre Sylphe y Ankou -No se si es cosa mía pero hoy parece que el aire sopla menos frío, y tiene un olor...diferente...me recuerda a algo pero no se a que.

-Por una vez tienes razón -dijo Muspell sin mirarle y cogiendo una manzana -Me recuerda al olor de la ceniza, y el fuego de la fragua. -Pero no veo humo ni fuego, y el agua no arde, aunque sea...blanca.

-Cierto, me pregunto como se ha vuelto blanca, es decir, nunca hemos visto agua así en ninguna parte. Los lagos y ríos de la isla son diferentes. -dijo Taranis.

-¿Otra vez con eso? -dijo Sylphe mirándole con exasperación mientras llenaba la jarra que Belenus le había acercado con el té que trajeran -Siempre que nos reunimos dices lo mismo, cambia de tema un poco.

-Cierto -dijo Ankou -Te diría que saltaras a ella para que solucionaras tus dudas pero ni siquiera sabemos como es de profundo este mar, ni las criaturas que habitan bajo su superficie. Si algún animal enorme te persigue no cuentes conmigo para que te salve el pellejo, que el cazador eres tu -dijo antes de soltar una pequeña carcajada.

-Quiero pensar que tiene suficiente sentido común como para no hacer semejante estupidez, creo -dijo Muspell tirando los restos de la manzana hacia el mar blanco, llevándose una mirada de decepción de Belenus -¿Que pasa?

-Era mejor que guardaras los restos y se los daríamos de comer a algún animal en lugar de comportarte tú como uno y tirarlo al mar. -le dijo Belenus mientras cortaba su manzana en trozos que iba comiendo según la cortaba. -Esperaba que tú con lo correcto que intentas ser siempre hicieras lo más responsable.

-Bueno un día es un día -dijo Taranis expirando y agitando una mano -no le deis importancia. Por cierto, Ankou ya lo sabe pero hoy tuve una suerte increíble, cacé un ciervo...lo cual es muy raro ya que en esta época con este frío....no salen apenas, suelen mantenerse escondidos para protegerse del frío, y el viento...actuaba raro en el bosque.

-Bueno mi madre seguro se alegra de tu suerte -dijo Ankou levantando la mirada -y yo también que eso te permitió sacarme de allí. Me estaba muriendo de aburrimiento, no sabéis la poca gente que viene últimamente, me suelo acabar durmiendo en la tienda o casi.

-Al menos no tienes una vecina que está mal de la cabeza -dijo Alaiza -hoy la vieja de las narices volvió a tocarnos la moral por la mañana. Me parece que viene a culparnos de todo lo que le pasa, creo que si un día le cobran más por una pieza de fruta también nos echara la culpa.

-Cierto -añadió Sylphe -yo estoy hasta donde yo me sé y más allá. No se porque no va a por otros vecinos en lugar de ensañarse con nosotras. A ver si encuentra a alguien que la entretenga o no se...que se tire por el borde de la isla a ver si se la come algún bicho.

-No seas mala -dijo Belenus riendo -pobre bicho, ¿quieres que se envenene o algo? Que de que yo sepa el bicho no te hizo nada.

Entre bromas y comentarios de su día a día siguieron algo más de una hora hasta que Alaiza se levantó, diciendo que por la tarde tenía que trabajar en la taberna y que no quería que el tacaño del dueño le descontase de su pago por llegar tarde. Belenus y Sylphe recogieron las cosas y mientras que ellas se fueron juntas, Belenus se fue por otro lado para volver a su casa. Ankou, Taranis y Muspell se quedaron un rato hablando antes de irse, lo último que escuchó Belenus antes de irse era que comenzaban a hablar del bosque.

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora