Prólogo

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Apenas pequeños y leves haces de luz lunar iluminaban las calles de el pueblo de Talorian, las densas nubes cubrían casi totalmente el cielo nocturno, y una fresca brisa soplaba levantando cobrizas hojas del suelo. Una carrera silenciosa era emprendida por una figura encapuchada entre las sombras, sin ser vista, sin ser oída, sin existir para los residentes que permanecían en el calor de sus hogares disfrutando de su merecido descanso nocturno.

Ante sus ojos apareció una valla rodeando una casa con un sauce llorón a su lado. La figura trepó en un instante por el árbol como si de un felino se tratase y atravesó la ventana abierta en el segundo piso que se cerró tras él. Sin perder un segundo sacó una pequeña bolsa de arpillera de bajo su capa y la depositó encima de la cama, enseguida empezó a sacar pequeños objetos y depositandolos cerca de la bolsa, dos colgantes, un par de saquillos de monedas, 3 pergaminos, diversos cubiertos de buen acero, y media docena de anillos de plata. Belenus sonrió satisfecho y rápidamente apuntó todo el botín antes de guardarlo de nuevo. Tiró la bolsa a un lado del camastro y se tumbó encima.

-¿Has encontrado algo interesante esta noche? -dijo una voz desde el marco de la puerta.

-¿Que haces aqui? -respondió Belenus sin mirarle sabiendo perfectamente a quién pertenecía la voz. Bajo el marco de la puerta, apenas iluminado por la tenue luz lunar había un joven de anchas espaldas y melena rapada por los lados y largo en el centro peinado con varias trenzas hacia atrás, haciendo que parecieran rastas, que le llegaban hasta los hombros, su rasgo más característico era el tamaño de su ancha nariz que destacaba sobre el resto de sus rasgos faciales. Mantenía ambos brazos cruzados sobre el pecho y una mirada de desaprobación.

-Vine a buscarte al anochecer, porque según me dijeron, tuviste un pequeño...altercado con el carnicero, o con su hija más bien. -dijo tras un suspiro. -Cualquier día te vas a meter en un lío del que no podrás escapar.

-Estoy bien, solo estábamos hablando cuando apareció y me escabullí ante sus narices, solo tengo que mantenerme alejado de ese gordo sin cerebro -respondió sin inmutarse -ahora si no te importa lárgate, pretendo descansar y mañana tengo gente con la que hablar.

-Como quieras, adiós -dijo sacudiendo la cabeza y saliendo por la puerta. Instantes después Belenus bajó a cerrar la puerta con llave, no tenía ningunas ganas de escuchar sus sermones de nuevo.

-Ese dichoso Muspell, cuando éramos más jovenes no tenía problema con mi oficio, ahora que recién es mayor de edad solo le pone pega y lo critica. Siempre bueno, siempre correcto, siempre legal. La edad le volverá aburrido. -dijo Belenus con una mueca, y se tumbó de nuevo sobre la cama dispuesto a dormir, pensando que él solo era un año mayor que Muspell y no era tan... bueno, aburrido.

El último pensamiento que pasó por su mente fue que debería de haber registrado más la casa del capitán de la guardia. Bueno, igual guardia era decir mucho, el pueblo apenas tendría un centenar de habitantes y los guardias no serían más de una quincena. Y tampoco es que tuvieran dos dedos de frente, en aquel pueblo a veces la inteligencia brillaba justamente por su ausencia. 

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora