Capítulo IX - La criatura imposible

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El bosque no era un lugar desconocido o inexplorado para Belenus, semanalmente venía por algunas hierbas, hongos, y otros ingredientes para sus...preparados. Como es lógico, tanto sus actividades nocturnas como las de experimentación no eran de dominio público. Ni siquiera sus amigos más cercanos sabían de ello, pero debido a eso se orientaba más o menos bien en el bosque, aunque no reconocía la zona en la que se encontraban en ese momento, desconocía a donde sus aturdidos amigos les llevaban, nunca se había adentrado tan profundo en el bosque, no le había sido necesario. La noche no tardaría en llegar, aunque ya era escasa la luz que les llegaba a través de las copas de los árboles, en unos minutos tendrían que forzar su vista para poder saber donde ponían los pies. Y obviamente a ninguno de sus acompañantes se le ocurrió traer alguna fuente de luz.

-Espero que no tardemos en llegar -dijo Sylphe con la esperanza de que Muspell, Taranis o Ankou le contestasen pero era como si las palabras en ningún momento hubieran llegado a ellos. -Dentro de nada será como noche cerrada, y hay luna nueva.

-Lo peor será luego al volver -le respondió Alaiza -si es que volvemos, esto me da mala espina.

-No seas gafe -dijo Belenus suspirando y metiendo la mano en uno de los saquillos que llevaba para sacar un pequeño frasco, aunque el cristal había brillado un instante con un tenue rayo de luz que milagrosamente había atravesado la cama de ramas y hojas del bosque no fue suficiente para ver lo que contenía, al menos hasta que el frasco fue agitado y se iluminó con una cálida luz dorada -Luciérnagas solares, son una variante de las comunes, no solo brillan si no que absorben parte de la luz del sol durante el día para mejorar su luminosidad, y esta se intensifica cuanta más oscuridad haya. Y tranquila, volveremos, la otra opción era dejarlos a estos tres a su suerte o inmovilizarlos y encerrarlos, que no creo que solucionase el problema.

-Bueno....supongo que tienes razón -le respondió Alaiza con un suspiro, antes de tensar y relajar un instante los músculos -Venga, terminemos con esto.

Siguieron caminando hasta que sus tres guías se detuvieron un instante, casi tropiezan con las ruinas, aunque las luciérnagas iluminaban más que las comunes era como si la espesura de la oscuridad se intensificase con cada paso que dieran reduciendo su distancia de visión notablemente. Tras unos instantes Muspell, Taranis, y Ankou se pusieron de nuevo en marcha, Belenus, Sylphe y Alaiza estaban seguros de que cuando volvieran en sí estarían doloridos, sus amigos no hacían nada por esquivar ninguno de los árboles, ramas, piedras...era como si no notasen su existencia y se iban chocando constantemente contra todo.

Avanzaron hasta lo que parecía la gran entrada de las ruinas, entonces sus tres guías se desmoronaron y antes de que sus amigos pudieran acercarse para ayudarles a ponerse en pié empezaron a soltar gemidos de dolor y a levantarse lentamente, agarrándose los brazos, piernas...Parecía que habían vuelto en sí, pero...¿Por qué hora?

-Bien, ya estáis todos aquí. Entrad, llevo demasiado tiempo esperando para que os quedéis en la entrada. -dijo una profunda voz desde el interior de las ruinas.

-Es ese ser de nuevo -dijo Muspell con una expresión de enfado e intranquilidad -No recuerdo nada después de verlo, hasta que llegamos al pueblo. No podíamos hacer nada, pero si ver lo que pasaba y lo que nuestros cuerpos hacían.

-Tuvo que ser frustrante, es como ser un espectador dentro de tu propio cuerpo, o algo así supongo -comentó Sylphe con algo de pena.

-Algo así -dijo Ankou -Deberíamos irnos, antes de que se ponga peor. Ese ser...no es algo de lo que nos podamos defender, si hay que pelear...se acabó.

-¿Pero qué es lo que hay en esas ruinas? ¿Qué clase de ser es? -Preguntó Belenus extrañado.

-No tengo idea -dijo Taranis -Llevo mucho tiempo cazando en estos bosques y nunca he visto ni estas ruinas ni a la criatura que dentro habita. Sería una presa magnífica pero también está lejos de las posibilidades de mis habilidades...y por mucho.

-Sé que ninguno queremos, pero hay que entrar. -Todos se giraron hacia Belenus al instante estupefactos como pensando que había perdido la cabeza -Ya os ha controlado a vosotros para que vinierais a buscarnos ¿Realmente creeis que no puede controlarnos a los seis y obligarnos a ir ante él?

Todos callaron y bajaron las cabezas. Ninguno tenía ni las más mínimas intenciones de entrar en las ruinas, y menos aún sabiendo que dentro habitaba un ser que podría terminar con sus vidas sin poder defenderse. Por otro lado aquellos que no habían visto aún a la criatura no podían evitar sentir una gran curiosidad por descubrir al dueño de la voz que habían oído en su mente, por lo que tanto por el hecho de saciar su curiosidad como por no tener alternativa, lentamente se adentraron en las ruinas amparados por la luz de las luciérnagas solares que proyectaban sus danzantes sombras sobre las paredes, hasta llegar a la gran sala donde Taranis les hizo detenerse.

-Aquí es -dijo Taranis, que iba a la cabeza, alzando un brazo en horizontal ante sus compañeros -Aquí es donde esta esa criatura.

-Qué poco respeto. Es la primera vez que alguien se dirige a mí como criatura.

Entonces la voz emitió un potente rugido, que provocó que las seis figuras que permanecían en la entrada de la sala se taparan los oídos, y fué seguido de una llamarada verde esmeralda que iluminó toda la estancia y prendió las antorchas que la rodeaban. Una enorme e imponente figura se cernía en el centro de la gigantesca sala, poseía dos membranosas alas naranjas que destacaban con el color verde de su piel...o quizás sería más correcto decir escamas ya que toda su piel estaba recubierta por ellas excepto las alas que en sus zonas principales lo que las recubría no eran escamas si no hojas, sus cuatro patas terminaban en afiladas garras que parecían...¿De madera? Pero no era ninguna clase de árbol, los cuernos, también de madera, que salían de su escamosa cabeza junto con sus dorados ojos, sus afilados colmillos como si de cimitarras se tratase y las ocasionales volutas de humo que salían de sus fosas nasales lo dejaban más que claro, no era en absoluto ni un árbol ni un ser que hubieran visto antes, o que hubieran leído sobre él. Desde el punto de vista del grupo en la entrada, aquella criatura no tenía precedentes, ni nada que se asemejara con otra criatura que conociesen.

-Se me conoce como Alnair -continuó la voz -El dragón de la tempestad.

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora