Capítulo XV - La verdadera cara de la guardia

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Muspell aquella noche durmió más de la cuenta y tuvo que salir corriendo y con el estómago vacío para compensar el tiempo perdido. Salió de casa a toda velocidad mientras oía de fondo una protesta por el golpe con el que había cerrado la puerta, sin perder ni un segundo emprendió la carrera hacia la forja, por suerte aún no había gente por las calles pese a ir más tarde de lo habitual.

Se detuvo en seco ante la puerta de la forja, cogió aire un par de veces para normalizar su respiración y se secó el par de gotas de sudor en la frente y entró como cualquier día. Saludó a Lukian pero justo en el instante en que levantó el brazo, por todo el establecimiento retumbó el rugido de las tripas de Muspell, seguido de una carcajada de su maestro.

-Déjame adivinar -le dijo sonriente -Te quedaste dormido y has venido corriendo y sin desayunar ¿Me equivoco?

-¿Como lo...? -preguntó Muspell acercándose a donde había dejado colgado su equipo de trabajo para ataviarse adecuadamente.

-Cuando entraste el rugido del estómago, obviamente, si acabaras de desayunar no sonaria como si llevase casi medio dia sin comida, por otro lado...tus botas...tienen demasiado polvo como para que hayas venido caminando, demasiado sucias. Has venido corriendo y levantando bastante polvo, ensuciandolas...Junta esas dos cosas y es que salías tarde de casa por lo cual...me supongo que te habrás quedado dormido.

-Con esas dotes de observación deberías estar en la guardia -dijo Muspell con desdén cerrando los ojos por un instante -Hasta un perro haría su trabajo mejor que ellos, no son capaces ni de averiguar quién está tras los robos que hay de vez en cuando.

-La guardia no necesita solucionarlo ni arrestar al culpable, tan solo se limitan a decir que están solucionando el problema, y dar un pequeño discurso. La mayor parte de la gente se lo cree y listo. -Le contestó Lukian mientras introducía un pedazo de hierro en el horno -La verdad es que son un chiste con armaduras, cada vez que les reparo o fabrico equipo me parece como si le tirara oro a los cerdos.

-¿Tienes acaso otra opción? Dudo que se queden tranquilos si te niegas a ello, seguramente su ego y supuesto orgullo les guiaría a intentar perjudicar de alguna forma tu negocio y obligarte a ello. Aunque siempre podríamos enseñarles como se pelea -afirmó pensativamente Muspell -Hasta un niño de cinco años barrería el suelo con ellos.

Dando por terminada la conversación Muspell recogió el hacha que le pertenecía y que dejaba siempre guardada en la parte trasera del establecimiento, si la prueba resultaba ser para él debía de tener su equipo en óptimo estado, por lo que inmediatamente comenzó a afilar el hacha mientras esperaban si entraba algún cliente y preparaban los materiales para trabajar. Lukian le observó unos instantes, levantó una ceja pero no dijo nada al respecto, pero en su mirada se adivinaba una pizca de curiosidad sobre el motivo de poner a punto su hacha, tan solo en una ocasión le había visto usarla. Habían tenido que llevar a casa de Haramune Arashi un encargo recién terminado cuando una pequeña manada de cuatro lobos salió del bosque y se vieron obligados a defenderse, sin mucho esfuerzo Muspell blandió su hacha y prácticamente partió por la mitad a tres de los lobos en unos instantes, en tres movimientos eliminó la amenaza por completo, el único que quedaba salió huyendo. Había sido algo raro, los lobos nunca salían del bosque, no debería haber motivo para ello, pero gracias a su aprendiz no sucedió nada grave.

-Lukian, ¿Tenemos algo de acero sobrante? -preguntó Muspell echando una ojeada a su alrededor y sacando a su maestro de sus pensamientos.

-¿Eh? Si...creo que si, espera -respondió este sacudiendo la cabeza un instante y echando mano a un par de pedazos de acero que habían sobrado de la semana pasada y se los tendió a su aprendiz -Ten, ¿Que piensas hacer con ellos?

Seninen Taivas: El Rey Dragón (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora