Capítulo 30

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—Te lo juro, ya llegará tu maldita hora, Aurora

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—Te lo juro, ya llegará tu maldita hora, Aurora. — Su mirada se clavó en la mía, fría, penetrante, oscura..
—No te tengo miedo— Concluí posada con firmeza— Ni tú, ni tus putas amenazas me causan miedo.
—¿Sabes que es gracioso? Que engañarte fue lo mejor que he hecho— Sonrió burlista.— Te habías convertido en una porquería como novia
—¿Sabes que sí? Si no hubieras hecho eso, posiblemente no hubiera conocido a Alejandro
—Alejandro— rió— Ese tipo nunca será la mitad de lo que yo he sido, no te hagas la estúpida  por que no te va a complacer en la cama, como yo.
—¿Eso piensas? Es que no has estado ahí para saber que bien lo hace— mordí mi labio.
—Te vas arrepentir de haberme rechazado.
—Cuando tu muevas un dedo para cumplir todo eso, voy a hundirte hasta que sepas que tu única salvación, va a ser la muerte. — me acerqué a sus labios— y olvidate de que me sienta tan basura como has querido, por que aunque a tu lado haya perdido el valor— susurré mientras el escuchaba — llegó alguien que me recordó por que estaba viviendo. — me fui, pero me jaloneo del brazo.
—Y cuando tú entiendas que no me vas a olvidar, vas a volver como la maldita zorra que eres.
Se fue él, pero no presté atención y me dirigí a la sala de cines para comprar los boletos mientras llegaba Alejandro, realmente no me asustaba que Germán estuviese ahí y de regreso para amenazar en falso.
Aún no era hora de la película, así que me fui a tomar un parfait a la pops, una heladería que quedaba en multiplaza.
—Listo, gracias— pagué y esperé a que estuviese hecho.
—Parfait de chocolate. — dijo la señorita.
—Muchas gracias— Di la vuelta.
En ese preciso momento no me había fijado en quien pasaba por  detrás y quien no. En menos de lo que pude sentir, había tirado mi parfait en la blusa de una chica.
—¡Santos cielos! — grité con vergüenza y miedo— lo siento muchísimo. — pedí servilletas en la pops.
—Tranquila, no pasa nada— dijo ella mirándose la blusa.
—Estaba distraída,  de verdad que soy una tonta.
—Mira, tranquila en serio, lo tiraste el helado pero te conocí— rió— creo que el destino nos quiere juntar.
—¡Que pena!— fruncí el ceño.
—¡Mery García! — me extendió su brazo.
—Aurora Peters— lo estreché—¿No eres de acá, cierto?
—No, no. ¡Soy de Perú!— hizo gestos graciosos— Lo que pasa es que me he venido a vivir  con mi padre.
—¿De acá es él?
—No, de Perú también, pero ha decidido vivir en Costa Rica por un tiempo, y yo pues, le sigo— volvió a sonreír.
La chica tenía una sonrisa divina, era morena y cabello negro, tenía lentes  y vestía con un estilo fashion a la moda.
—¿Estás sola? — me preguntó.
—¡Em, no! Espero a mi novio, vamos a ver una película.
—Somos dos, mi novio Mikel anda comprando los boletos.— hizo rostro de intriga—¿Peters, dijiste?
—Sí ¿por qué?
—Mi novio se llama Mikel Peters.
—Tienes razón, obra del destino.
**************
La película había sido un éxito, Mery me había regalado su número telefónico para poder vernos y salir como dos amigas normales en algún momento.
Tuve el placer de conocer a su novio Mikel y ella a mi novio también, de hecho regresando a ese tema, le contaba lo de Germán mientras parecía algo desinteresado.
—Yo no creo que quiera hacer algo, mi amor— me miró.
—Tienes razón, mucho habla el carajo este.
—Oye, quiero que me aceptes una cita  hoy a las ocho pm. — sonrió mientras se acercaba a mi.
—¿Cita? — reí— hace mucho no teníamos una.
—Será especial, lo prometo.
—Está bien, pero debes irte ya para poder alistarme— abrí la puerta.
—¿Y si me quedo a observar como te pones tu ropa?
— No seas caliente, Alejandro— reí cerrando la puerta.
—¡TE AMO, AURORA PETERS! — gritó desde afuera.
—YO TAMBIÉN, MANIÁTICO.
Me fui corriendo a mi habitación, saqué toda la ropa que tenía en el armario y seleccioné tres vestidos que amara más.
Llamé a mi hermana para que me ayudase.
—¿Tú dices?
—El azul, desde luego—  cerró la puerta
—GRACIAS
Tomé mi plancha de cabello  y lo volví lacio, duré casi veinte minutos en esa situación.
Mi maquillaje fue sencillo, rímel, delineador, polvos e iluminador y solo un gloss.
Agarré mi cazadora negra junto con mi cartera y corrí hasta la entrada por las llaves, me miré al espejo que había en la puerta para fijarme que todo estuviera bien.
—¡Estás... — me miró fijamente.
—¿Te gusta? — sonreí con pena.
—¡Perfecta! — se quedó boquiabierto— Es hora.
Alejandro iba vestido de traje negro muy elegante,  parecía que iba a casarse.
Me ayudó a subir a su coche, mientras reproducía perfect en su CD.
—Nuestra canción— sonreí sorprendida.
—Esta será una noche inolvidable para ambos, cielo. — tomó mi mano mientras conducía.
Las luces de la ciudad me enloquecían, según Jousing yo tenía fotofilia, realmente vivía enamorada de ese panorama.
Bajamos del coche, no tenía idea de donde carajo estábamos, pero parecía ser un mirador reservado solamente para nosotros, con la vista a esas luces.
—Dios, Alejandro— me volteé hacia él. — Esto es más de lo que le puedo pedir a la vida— me lancé a sus brazos— TE AMO.
—Ven, siéntate. — ayudó con la silla
—Gracias— sonreí.
—Pide lo que quieras, esta noche es tuya.
Los meseros habían aparecido con botellas de vino tinto y una entrada de alguna comida extraña que sabía bastante deliciosa.
Una música instrumental suave sonaba en tono bajo, mientras que Alejandro me ayudaba a levantarme para acomodarme en sus brazos y bailar al ritmo de esa melodía.
—¿Te imaginaste esto? — susurró a mi oído.
—Nunca, pero es mejor vivirlo al momento que a un pensamiento.
—De acuerdo contigo— seguía pegado a mi.
—Escucho tu corazón— le dije
—Nunca has dejado esa manía— se apartó, miró mis ojos y sonrió.
—Viene en el paquete Premium, mi amor.
Misterioso, metió la mano en el saco de su traje y me pidió cerrar los ojos en tanto tomaba mis manos.
—Abre tus preciosos ojos. — me miró— Aurora, hace seis años tuve el honor de que la vida te pusiera en mi camino, desde entonces no he soñado con nada más que este momento— tomó aire— Te amé desde aquel primer diálogo entre los dos, en cada minuto que compartí a tu lado, no se cuantas horas han pasado desde aquel catorce de Agosto que te pedí que fueras mi novia, hoy en la misma fecha — se arrodilló— he decidido hacerte la pregunta más importante— tomó aire— Aurora Peters García ¿me harías el extraordinario honor de convertirte en mi esposa?
Dos minutos de silencio se apoderaron de mi, el shock de haber escuchado esa pregunta era inmenso, no tenía dudas, pero si emoción y sentimientos encontrados.
—¡SÍ, SÍ, SÍ! — me arrodillé con él y le miré— No hay lugar donde desde estar más que contigo.
—Entonces esto, al igual que mi corazón, te pertenecen.
Puso el anillo en mi dedo.
Toda mi familia y la suya habían salido de sorpresa por los sitios oscuros, también nuestros viejos amigos y el restaurante completo se había iluminado, a gritos y aplausos comenzaron las felicitaciones.

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