Capítulo 23.

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¿Y, qué dices? ¿Nos escapamos?

Christian Ramirez.

No sé qué demonios estaba haciendo. Ni porqué estaba escabulléndome en la habitación de mi novia, lo cual me resultaba bastante peligroso, cuando ella vivía sola. Soy una vaina seria, de pana.

Con mucho cuidado, pasé al balcón de la habitación de Ariana rápidamente y entré con una velocidad mortal adentro de esta. Soy es yo, nojoda. Ella estaba durmiendo plácidamente. Obvio, eran las siete de la mañana. Dormir sería lo que una persona normal haría un sábado, pero, claramente yo no entro en ese paquete.

Les cuento, casi no pude dormir en la noche, porque estaba pensando en lo que haría hoy. Y eso es que me quiero "escapar" con mi novia. No hay nada de malo en ello. Pero digo "escapar" para que los arroceros de nuestros amigos no quieran colearse en el viaje.

La única que sabe de esto es Megan y porque le pedí ayuda, sino no supiera nada.

Caminé en silencio a la cama de ella y me senté a su lado luego de verificar que no iba a sentarme en su brazo o pierna. Con Ari todo es posible.

-Cariño. –Murmuré y la moví un poco.

-Uhm, déjame, ladillia. –Murmuró de vuelta y se volteó para otro lado.

-Ari, vamos, despierta. –La seguí moviendo un rato más.

-Qué me dejes dormir, joder. –Dijo un poco más fuerte antes de taparse la cara con la almohada.

Bien, no quería recurrir al otro método, pero ella no me dejó de otra. Aquí voy, espero no me coñacee.

Acerqué mis manos a su abdomen y comencé con las cosquillas. Ella pocos segundos más tarde comenzó de retorcerse de la risa. Así es.

- ¡Ya! ¡Para ya! –Dijo entre risas.

-Solo si aceptas levantarte, bañarte y salir conmigo. –Sonreí. –Empaca para dos días.

-Ahg, está bien. –Se quitó el edredón a los coñazos de encima y se fue al baño, claro, no sin antes resbalar en el camino con uno de los pequeños peluches.

La esperé acostado mientras salía del baño, posé ambos brazos detrás de mi cabeza para más comodidad. Ella salió del baño con una toalla envolviendo su cuerpo y pasó directamente al armario, sin mirarme.

Estaba molesta porque la desperté. Ya se le pasará.

Usé todo mi autocontrol para no ir hacia ella y besarla como un desquiciado. Debo admitir que me encanta verla molesta, se ve tierna.

Media hora después salió del closet con una mochila, supongo que con ropa. Ahora tenía una sonrisa enorme en su rostro, al parecer la ducha sí sirvió de algo.

Dejó la mochila en el piso y se sentó en mis piernas.

- ¿Adónde iremos? –Preguntó ansiosa.

-No lo sé, a donde nos lleve el camino. –Bromeé.

Golpea mi brazo. –Lo digo enserio, amor. ¿Adónde vamos?

-A la playa, cariño. –Respondí finalmente. Si no lo hacía ella iba a golpearme.

- ¡Genial! –Exclamó emocionada, dando pequeños brinquitos sobre mis caderas. Puse mis manos rápidamente en su cintura para detenerla.

-Mi autocontrol es casi nulo, así que para. –Le advertí.

Ella frunció el ceño unos segundos, y luego, su expresión era de vergüenza. Era tan adorable verla tan inocente de vez en cuando.

Sí, me gustas, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora