Epílogo

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40° 45'01.38 "N, 73° 58' 11.12" E

Nueva York. 

Los sótanos de las oficinas de la Organización de las Naciones Unidas eran probablemente las construcciones mejor resguardadas del planeta. Específicamente los de esta sede estaban diseñados para albergar a los jefes de estado del mundo entero en caso de una emergencia. Se trataba de una intrincada red de bunkers y conductos intercomunicados, que descendían incluso debajo del río Hudson, y parecían no tener fin. 

El cuerpo de seguridad privado del Secretario General de la ONU, Aleksander Lukin finalizó cambio de guardia, y algunos de ellos aprovecharon el momento para entregar el paquete que había sido esperado por tanto tiempo por el secretario en persona. Cuando el embarque arribó y la caja de acrílico antibombas fue colocada en su sitio, Lukin se ajustó la corbata de seda negra y avanzó con las manos detrás de la espalda, sonriendo hacia el interior del contenedor.

-¡Aww, bienvenido a casa, Activo! -Exclamó en una grotesca imitación del saludo que haría a un pequeño en su cuna. -¡Me alegra tanto tenerte de vuelta, bebé!

El soldado del Invierno se encontraba sentado en el interior del contenedor, sujeto por cada articulación mediante barras de vibranio. Le había sido imposible mover siquiera el cuello o los tobillos por horas y su frente aún mostraba una escandalosa marca de sangre seca, producto del golpe que lo había dejado inconsciente. 

La Hidra Suprema miró al Activo a través del acrílico, y contempló su propio reflejo en la superficie. Al igual que siempre, cada detalle estaba en orden. A sus sesenta y tantos años, Aleksander Lukin lucía impecable en su costoso traje negro de diseñador, que acentuaba una silueta forjada por décadas de trabajo militar en agencias de inteligencia de los cinco continentes. Su cabello negro ya ostentaba dos grandes bandas grises en los costados y su barba, perfectamente recortada le recordó a Bucky por un momento  a aquel hijo de Stark que se hacía llamar Ironman. Sin embargo, lo que sin duda era el rasgo más distintivo del hombre eran aquellos ojos del color de la nieve sucia, que vagaron llenos de interés sobre el cuerpo de Winter.

Desde el momento en que sus agentes partieron, el hombre había sido informado paso a paso sobre el operativo en el que el Activo sería recuperado, pero muy a su pesar no estuvo allí para ver los sangrientos detalles.

Minutos después de que Bucky compartiera con Steve la identidad de la Hidra Suprema, ambos se vistieron y discutían sobre la posibilidad de informar al resto de los vengadores. El propio Capitán América había sentido un escalofrío recorrer su espalda al dimensionar la batalla que se aproximaba. Sabía que el puesto de su enemigo le permitiría obtener información secreta de cada país, organización y milicia en el planeta. Estaba por encima de cualquier gobierno e institución de inteligencia, y además poseía una de las fuerzas armadas más formidables del mundo, que en última instancia sólo respondía a LukIn y sus aliados.

-¿Estás seguro, Buck? -Le había preguntado, horrorizado.

-Totalmente. Y es por ello que necesito que confíes en mí. ¿Lo harás?

-Siempre. -Había jurado Steve, con todo el corazón.

De repente, un ruido lejano entre la espesura del bosque llamó la atención de Winter. Ni siquiera tuvo que darse la vuelta para saberlo.

-Ya vienen... 

-¿Hydra?

-Sí... Los distraeré para que vengan detrás de mi. ¡Huye con el Chip, Steve! 

-Los enfrentaremos. Ambos podremos hacerlo. -Exclamó el rubio, tomando su escudo.

-¡NO! ¡Vete, ahora!

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