Castigo

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Gustave tocó a la puerta.
–Te traigo el desayuno.

Geraldine no había dormido en toda la noche.
–Vale. Entra.

Seguía vestida como el día anterior.
–¿No has dormido nada?
–No pude.
–Padre se ha pasado con esta decisión, iré a hablar con él.
–No se ha pasado. Esta noche dormiré, lo prometo.
–Din.
–Ya puedes irte.

–Gustave... A él también podría hacerle daño... Pero le tengo cariño por aquellos años que lo cuidé...
–...
–Mírate... Él te hizo esto... Él te obliga a quedarte aquí... Encerrada... Sin libertad... ¿Te parece eso un castigo justo?...
–...
–Si no me respondes...– Din sintió cómo una mano invisible le apretaba la garganta–.
–Sí me lo parece. Sí me parece un castigo justo.
–Estás muy equivocada... Te ha malcriado... Cualquier otra chica ya se habría escapado de este castigo...
–Estoy castigada por escaparme, no creo que fuese la mejor decisión volver a hacerlo.
–No te escapaste... Tomaste algo que ya es tuyo... El poder de ser libre...
–Me intenta proteger.
–Te intenta manipular...
–Eres tú el que me intenta manipular. Tu alma está contaminada por el odio.
–Su alma está aún más contaminada por el odio y por muchas otras cosas...
»Tú ni siquiera lo conoces de verdad...
–...
–Tú no conoces los horrores que ha causado...
–Si con horrores te refieres a sus creaciones significa que no tienes buen gusto. Sus animatrónicos y juguetes son fantásticos, llenos de creatividad e inteligencia.
–No me refiero a sus maquinitas... Ni a sus truquitos de magia... Ni a su música... Me refiero a...

–Geraldine, ¿seguro que no quieres que hable con padre?

–Respóndele...
–...

–¿Din?

–Te ordeno que respondas...– de nuevo comenzó a faltarle el aire–.
–Gustave.

–Dime.
–...
–¿Din, dijiste algo?
–No servirá de nada que me saques de aquí.
–¿De qué hablas?
–Tengo que aprender. El castigo es justo. Si me sacas, no aprenderé.
–Estoy preocupado por ti.
–Yo también– pero esto lo dijo tan bajo que ni ella misma pudo apenas oírse–.

★★★★

–¿Eres un fantasma?
–Ese término... Preferiría ser llamado espíritu... O alma sin cuerpo...
–¿Están todos los muertos aquí?
–No... Hay algo que me dice que existe un más allá... Pero tengo una misión... Hasta que no la cumpla... No podré ser libre...
–¿Qué misión?
–Causarle todo el daño que él me causó...
–Mi padre y Christine estaban enamorados, debes entender que ante eso no se podía hacer nada.
–Se nota que no conoces cómo es realmente tu padre... El monstruo que es...
–¿A qué te refieres?
–No me sería beneficioso contártelo... No todavía...
–¿Contarme el qué?
–Los horrores... El miedo que causó... Y con eso ya he dicho mucho...
–¿Raoul? ¿Sigues ahí?
Silencio.
–¿Hola?
Silencio.

★★★★

–Traigo el almuerzo.
–Pasa.
–Padre no me ha dicho que no pueda hablar contigo.
–Vale.
–El castigo no es justo. Hablaré con él.
–Vale.
–Te voy a cortar un dedo.
–Vale.
–Din.
–Dime.
–Esto te ha afectado demasiado, por favor, cuéntame qué ocurrió en el baile.
–Conocí a Dorothy. Es preciosa.
–¿Dorothy te hizo eso?
–No. Nadie me hizo nada. Bailé con la mayoría de invitados. Después, me aparté para simplemente observar.
–¿Y decidiste marcharte? ¿Así sin más? ¿La máscara fue a la vuelta?
–No es su culpa... No tenía malas intenciones... Era tan...
–¿Quién?
–Hablamos por más de una hora. Pero una hora es sólo una hora.
–Din, ve al grano.
–Era gracioso, educado e inteligente. Se llamaba John. Me... Me besó.
–Din...
–Cuando me tocó la mejilla partió la esquina de la máscara... Yo huí.
–¿Así que John, eh? No te preocupes, no volverás a verlo. No volverá a hacerte nada malo.
–¡Ese es el problema Gustave! ¡No me hizo nada malo!
–¿De qué hablas Din? Te besó sin tu permiso.
–Tuvo mi permiso.
–Geraldine... Niña... ¿Te gusta ese chico?

Din asintió, con los ojos lagrimosos.
–Y huí. Huí como una cobarde.
–Hiciste bien en huir– esas fueron sus últimas palabras antes de salir y cerrar la puerta–.

–Esto no es de su incumbencia Madame Giry. No tiene derecho a quedarse junto a las puertas para escuchar conversaciones ajenas.
–Le has hecho daño a Geraldine.
–Le he dado una lección, si le he hecho daño ella ya entenderá que fue por su bien.
–Si a la señorita le gusta ese...
–¡Lo conoce de tan solo una hora! ¡Un adolescente salido que busca un ligue de dos días para luego marcharse! La he ayudado.
–Conozco a ese tal John. La descripción coincide perfectamente. Pertenece a una familia, humilde, que lleva viviendo en esta ciudad desde hace décadas. Su único ingreso proviene de las pescas de él y su padre.
–¿Qué más me da que sean pobres? Madame Giry, él la conoció con una máscara. El mundo es cruel y lo sabe.
–Usted mismo gritó y huyó de su padre cuando lo conoció, y no me lo puede negar porque lo vi con mis propios ojos.
–¡Tenía diez años!
–¡Y ella tiene 16! Sabe perfectamente que no puede quedarse a vivir toda su vida en esta casa. Algún día se marchará y puede que lo haga para no volver– lo miró, acusadora–Debería de darle buenos recuerdos.
–¿Es eso lo que trataba de hacer con Meg? ¿Darle buenos recuerdos?– tras decir esto, se marchó a donde fuera que tuviera que ir–.

★★★★

Aunque supiera que la puerta estaba cerrada con llave, no perdía nada por intentar abrirla.
Giró el pomo, la puerta se abrió.
¡Gustave se había olvidado de cerrarla la última vez!

Ni su padre ni su hermano subían a la planta alta en todo el día, el menor ahora subía para llevarle las comidas, pero tenía un par de horas antes de la cena.

Allí no habían nada más que habitaciones y un baño.
Caminó hasta la otra punta del pasillo,  dónde habían una ventana y una estantería con libros.
Escogió uno y se sentó en el suelo a leer.

–¿Por qué te has vuelto tan rebelde de repente?

Din se levantó, asustada, y vio que se trataba de Madame Giry.
–Perdón.
–No diré nada de que la he visto, y usted no dirá nada de que yo la he visto, ¿entendido?
–Entendido.
–Sé quién es John. Es pescador junto con su padre, familia humilde. Venden lo que consiguen a los restaurantes turísticos. No se me ocurre cómo consiguió entrar a un baile así.
–¿Estaba escuchándonos?
–Sí.
–¡Madame Giry! ¡Eso es...
–¿Irrespetuoso? Sí. No levante la voz o nos escucharán.
–¿Cómo se atre...
–No es la primera vez que me atrevo a escuchar conversaciones ajenas. En muchas ocasiones me ha salvado.
–¿Cómo puede esa información salvarla?
–A mí no, pero a usted sí la puede ayudar al menos que yo sepa lo que sucedió. Buen día– saludó con la cabeza y se fue–.

Din no tenía derecho a quejarse de que Madame Giry fuese cotilla, ya que ella lo era.
"Meg.
¿Quién es o era Meg?
Meg". Pensó.

Los fantasmas de Coney Island (Phantom Of The Opera/Love Never Dies- fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora