Yo no soy tu hija

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Su padre había comprado un coche, pero primero debía aprender cómo funcionaba.
Se marcharían en dos días.
Madame Giry se quedaría allí, ya había conseguido una oferta de trabajo para clases particulares de ballet.

Din paseaba lentamente por el jardín, saboreando cada sonido, cada olor, cada color.
Escuchó unos pasos.
Gustave.

–¿Qué tal ha ido?– se refería al conocer a los padres de Dorothy–.
–Les he caído bien. Están contentos.
–Que bien.
–¿Ya está tu maleta lista?
–Sí.
–Bien.

Se mantuvieron en un silencio algo incómodo, sin saber cómo continuar con la conversación.
–Oye– Gustave captó su atención de nuevo–.
–Dime.
–No te enfades conmigo– sonreía–.
–¿Por?

Gustave miró a su derecha y por el camino apareció una mujer alta, su pelo brillaba como el sol y sus ojos eran el cielo limpio.
Dorothy.

–Buenas tardes– miró nerviosa a Gustave y sonrió a Geraldine–.
–¿Dorothy?
–La misma. Encantada de conocerte Geraldine.

En ese momento, Din hizo algo que nunca se le hubiera ocurrido en cualquier otra situación, pero consideró que valdría la pena.

Levantó la mano.
Se quitó la máscara.

–Igualmente Dorothy.

Se sonrieron.

★★★★

Aquella fue la mejor tarde que Din tuvo en toda su vida.
Nada más que por el hecho de ser feliz.
Simple felicidad.
Nadie la culpó por el hecho de no llevar la máscara.

★★★★

El día acabó y otro nuevo llegó.
Ya había conocido a Dorothy.
Ahora, le quedaba una cosa por hacer.

Gustave estaba fuera, vendiendo la mayoría de aparatos e inventos, otros se los quedarían él y Dorothy. Vivirían en esa misma casa.
Su padre seguía tratando de memorizar todos los planos y partituras que pudiera antes de irse.

¿Y ella? Ella iba a las ruinas del circo.
Esperando encontrar a una persona en concreto.

–Hola John.

El chico se giró, repentinamente, asustado.
–¿Galia?
–Ese no es mi nombre, es el que me puse para ir al baile. No quería que nadie supiera de mi verdadera existencia.
–¿Y cuál es tu verdadero nombre? ¿Por qué no querías ser reconocida?
–Mi verdadero nombre es Geraldine.
Y, nadie podría reconocerme realmente, porque nadie en esta ciudad parte de mi padre, mi hermano y mi profesora me conocen. Lo cambié por si me conocían después.
–¿Qué hacías en la casa del acantilado?
–Esa es mi casa, mi hogar. Vivo allí desde que tengo uso de memoria.
–El fantasma de este mismo circo también llevaba una máscara. ¿Eres un...?
–¿Fantasma? No. Y tampoco existe ningún fantasma del circo.
–Yo mismo lo he visto... ¿Y si estás muerta pero aún no lo sabes?
–¿Y si estamos todos muertos y aún no lo sabemos? Existen muchas respuestas posibles a esa pregunta. Así que digamos que yo estoy tan viva como tú. Mi turno de preguntar... Ese beso... ¿Fue real?
–Tan real como tú y yo.
–Mañana me marcho. La casa no quedará vacía, si quieres saber más sobre mí, podrás visitarla en unas semanas por lo menos.
–¿A dónde te marchas?– su tono era triste–.
–A otro estado.
–¿Tú sola?
–No, con mi padre. O, como tú lo llamas: el fantasma del circo.
–Todo esto es... Imposible.
–Es lo que hay– Din se encogió de hombros–.

Se acercó más a él y se sentó a su lado, cogió su mano.
–Te echaré de menos– dijeron a la vez, se rieron por la coincidencia–.

–No sabía que tienes un hermano gemelo.
–¡Yo no sabía que vivías en una casa aparentemente abandonada, que quien yo pensaba que era el fantasma del circo es tu padre y que tu nombre real es Geraldine! Pero... Hay algo más que me gustaría saber de ti... ¿Por qué llevas todavía la máscara? La llevabas incluso en tu propia casa.
–Prométeme que no me juzgarás ni te reirás.
–Lo prometo.

Los fantasmas de Coney Island (Phantom Of The Opera/Love Never Dies- fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora