La tumba

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Se ajustó el pañuelo, se colocó la máscara de porcelana y salió al jardín.

Aquel jardín que hacía 16 años era desastroso y salvaje, si actualmente alguna de las damas que paseaban con sus elegantes sombrillas junto a la playa lo viesen se desmayarían de celos.

Geraldine tarareaba mientras regaba las flores, observaba los pájaros y escuchaba el ronroneo de las olas que llegaba desde el acantilado. Ensimismada en la tranquilidad.

Notaba una presencia... Al darse la vuelta tan repentinamente, su máscara se desprendió del hilo que la sostenía y se cayó, siendo atrapada en el aire por quien se encontraba detrás suyo.

Se trataba de su padre, también con su máscara, también con un pañuelo
-esta vez limpiándose las manos del aceite que utilizaba para dar vida a su máquinas, ¿cómo lo llamaba? ¿petróleo?- y, como siempre, tan elegantemente vestido.
Din siempre se preguntó de dónde sacaría tan estilosas ropas.

-Buenos días-saludó su padre-.
-Buenos días-respondió ella-.
-¿Has visto a Gustave?
-No, ¿lo buscas?
-No.
-Ah, vale.

Él miró alrededor.
-Nunca entenderé a las plantas, seres vivos que no sienten.
-Eso no lo sabes. ¿Se lo has preguntado alguna vez?-Din sonrió mientras dijo esto-.
-No directamente-el fantasma le siguió el juego-.
-Deberías probar. Se expresan por el viento y la brisa, pero aquí es un poco difícil entenderlas porque sus voces se confunden con las de las olas.
-Y las olas, ¿qué dicen?
-No lo sé, no se las entiende, sus voces se confunden con las de las plantas, ¿no es obvio?

El hombre se rió ante la elocuencia y picardía de su hijastra.

-Será mejor que te deje aquí. Si consigues hacer algún avance con la lengua de las plantas y las olas, házmelo saber.
-Sin duda.

El fantasma de la ópera como padre es amable, todo aquello que él ama, lo cuida a toda costa.
Todo aquello que él odia... Ya sabéis que sucede.

En cuanto su padre se marchó, Din se escondió tras unos arbustos para seguidamente dirigirse al acantilado, donde, hacía una semana había descubierto una tumba.
Con el nombre "Christine Daaé".

Tras haber investigado en las enciclopedias de su hogar, lo único que había descubierto era que el apellido Daaé era francés.
Nada más que eso.

Si estuviese en otra situación, en una como que su cara no hiciera pensar al resto que era hija del diablo, habría preguntado a los habitantes si alguna vez vivió allí alguien con ese nombre.
Pero, no estaba en esa situación.
Aunque llevase una máscara, la gente ya tenía suficiente con ver a su padre, el misterio del pueblo.
El fantasma.
Existían incluso leyendas sobre él que contaban que era satánico, menuda tontería, Dios y Satán...

Al llegar, allí seguía la tumba de quien quiera que aquella mujer fuera alguna vez. Allí seguía la tumba que alguien o un grupo de chiflados decidieron poner junto al acantilado.
Allí seguía la tumba de, puede que, su madre.

Din sabía que era huérfana, nunca se lo habían dicho, simplemente siempre lo supo.
Lo más probable es que se diese cuenta al ver a su padre y a su hermano, ambos de hombros anchos, rostro cuadrado e intimidante si era necesario o dulce y amable cuando estaban en familia. La manera de caminar, de levantar la barbilla e hinchar el pecho cuando se sentían orgullosos, las manos grandes y fuertes, ojos oscuros, talento por doquier.
Talento era lo que más anhelaba.
Ese talento que se hereda de padres a hijos... y que ella no tenía, porque lo más probable es que el talento su madre biológica era engatusar hombres.

Por mucho que tocara.
Por mucho que cantara.
Por mucho que bailase.
Por mucho que leyese.
Por mucho que observase.

Nunca llegaría a ser como ellos.

Se quedó mirando la tumba con las olas hablándole tras de ella.
Christine Daaé.
¿Mamá?

Los fantasmas de Coney Island (Phantom Of The Opera/Love Never Dies- fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora