Fleck

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–Es aquí.
–Vale...– Din esperaba que el lugar estaría muy poco concurrido... Pero no tan poco concurrido. Allí no había ni un alma–¿Y los materiales?
–Espérame aquí. Si ves algo extraño, avísame– desapareció tras una calle–.
–¿Cómo voy a avisarte?– ya no la oía–.

–¿Será posible?– exclamó una voz fina– ¡Ese rastrero seguía aquí!
–Perdone, pero... ¿Quién es usted?– preguntó Geraldine, sin girarse, a la mujercita que se había asomado a una ventana–.
–Todos me llaman Fleck.
–¿Quiénes son todos?
–Los extrabajadores del circo, por supuesto. ¿Por qué si no me iría yo de mi hogar para terminar en esta asquerosa ciudad? Llena de turistas ruidosos y puestos de souvenirs.
–¿Todos los trabajadores siguen viviendo aquí?
–Algunos fallecieron durante el incendio, pero sí. Aunque Mister Y nos pagase bien, no ahorrábamos. En cuanto nos quedamos sin esa paga, nos quedamos sin dinero.
–¿Cómo era el circo?
–Vendía lo que el turista pedía. Personas diferentes, humanos fuera de lo común y expectáculos de todo tipo: musicales, de baile, comedia, teatro... Era maravilloso.
–¿Mister Y era el jefe?
–Sí. Eso lo sabe todo el mundo. Un seudónimo curioso y llamativo que atraía a la clientela y creaba todo tipo de leyendas entre las gentes.
–Suena a "señor por-qué". Si el circo era tan próspero, ¿por qué cerró?
–Es obvio. ¡El incendio! ¡Hubo un incendio devastador! Ya lo mencioné antes. ¡Murió gente! Eso lo también lo saben todos.
–Yo no lo sabía.
–Pues ahora sí lo sabes– a Fleck comenzaba a molestarle que la niña no mencionase a Mister Y–¿Cómo se llama el hombre con el que viniste?
–Oh...– Geraldine no sabía el nombre de su padre. Cuando de pequeña le preguntaba, él respondía "Padre"–.
–Tú también llevas máscara. ¿Trabajabas también en el circo y toda esta conversación era para luego quitarte la máscara y decir: "¡Mira Fleck, soy yo!"?
–No...
–Que decepción...
–¿Dices que el resto vive aquí también?
–Efectivamente. No se asoman porque se pensarán que yo también me he vuelto chiflada, demente, loca, como una cabra. No sería la primera.
–¿Y...?
–¡Cállate ya! ¡Ahora yo hago las preguntas! ¡Tú ya has hecho suficientes!
–...– la enana se estaba volviendo grosera, puede que sí que se hubiera vuelto loca–.
–¿Desde cuándo conoces al hombre que te acompañaba?
–...
–¿No vas a responderme? Hmmm... No me dejas más opción– entró de nuevo a la casa y cuando se asomó tenía un cucharón y una olla–¡VENGAA!– le daba golpes a la olla con la cuchara– ¡ASOMAOS!

–¡CÁLLATE VIEJA!
–¡QUÉ HACES!
–¡VOY A TIRARTE ALGO COMO NO PARES!

Gritaban todo tipo de personajes que se iban asomando a las ventanas.
El escándalo era insoportable.

Entre todo el caos, Geraldine no se dio cuenta de que Fleck había llegado a su lado y ahora le sujetaba fuertemente una mano.
–¿De qué conoces a ese hombre que te acompañaba?– todavía sujetaba la olla, y parecía no tener miedo de golpear con esta a Geraldine si no le respondía–.
–¿Por qué quieres saberlo?– la mujercita golpeó fuertemente a Geraldine en la rodilla–.
–¡Auch! ¡Déjame en paz!– quiso marcharse pero Fleck la sujetó fuertemente de la falda–¡Suéltame!– dio una patada hacia atrás, pero no la soltó–Argh– siguió intentando la misma estrategia–.

–¡EH! ¡Esa lleva una máscara! ¡Seguro que conoce a Mr.Y!

En cuanto alguien gritó aquello, empezaron a llover toda clase de objetos desde las ventanas.
–¡Suéltame! ¡Déjame irme! ¡Yo no he hecho nada para merecer esto!

–¡¡¡SILENCIO!!!

Silencio.

–Fleck. Suéltala.

La soltó.

El fantasma miró a su alrededor.
Portaba un saco que, al caminar, tintineaba lleno de piezas metálicas.
–Me alegro de volver a veros, a todos– se dirigió a la audiencia que miraba desde las casas–Que tengáis buen día– ya al lado de su hija– ¿Vamos?– Din asintió–.

–Sinvergüenza– escupió Fleck al aire–.

★★★★

–No sabía que el circo se había quemado. No se ve quemado.
–Las apariencias engañan– fue la única respuesta de su padre–.
–No sabía que el circo era uno de esos.
–¿Uno de qué?
–Ya sabes. De esos que... Tienen a gente como Fleck para que se... Rían.
–Todos los circos eran así. Ahora hay leyes europeas que prohíben ese tipo de entretenimientos y en América se copian.
–¿Por qué tú trabajaste en un circo así padre?
–Sólo construía y diseñaba estructuras del decorado y los escenarios, no pienses que...
–Tranquilo. No lo pensaba.

–Por cierto, ¿a qué vino lo de sacarme de casa?
–Pensé que te gustaría ir a dar un paseo.
–Ah.

★★★★

Estaban en la biblioteca cuando llegó Gustave del trabajo con un papel que tendió a Geraldine.
–¿Qué es?– ella lo cogió y observó la imagen que tenía–¿Una entrada?
–Me la dieron al salir del trabajo. Pensé que te gustaría el dibujo.
–Baile de máscaras– leyó Din en voz alta–¿No vas a ir?
–No me van ese tipo de eventos.
–¿Quién te la dio?
– Una joven que acudió hoy al taller.

–¿No la acompañaba nadie?– preguntó el padre–.
–Una familiar probablemente. Su coche se había estropeado.

–¿Una de ellas sabe conducir?– preguntó Geraldine asombrada–.
–Sí. Cada vez hay más mujeres que saben cómo manejar– respondió Erik, no muy convencido por la idea de que "una mujer pudiera conducir tan bien como un hombre"–.

–El dibujo sí que me gusta– observó la mujer enmascarada en el folleto–Gracias Gustave.
–No hay de qué.

★★★★

Por la noche Erik se mantuvo despierto en la biblioteca para asegurarse de que Geraldine pudiera ser sonámbula.

Geraldine no podía dormir.
¿Por qué los extrabajadores del circo le tenían tanto respeto a su padre? ¿Por qué en las ruinas del circo no quedaba ni rastro del nombre Mr.Y?
Además de el baile de máscaras. ¡Un baile de máscaras! Gustave y su padre no le dijeron que pudiera ir, pero tampoco le dijeron que no pudiera.
¿Escaparse e ir como una de las heroínas de esas novelas modernas? La idea resultaba tentadora. Tentadora y estúpida.
O puede que no tan estúpida. Al fin y al cabo, la gente en la ciudad no la conocía y podía ir con su misma máscara. Ir, pasar un buen rato, y volver. Nadie tenía que darse cuenta.

»»»»
La cosa se pone interesante 😏
~Chauuuuu

Los fantasmas de Coney Island (Phantom Of The Opera/Love Never Dies- fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora