Masquerade

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La noche del baile de máscaras había llegado

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La noche del baile de máscaras había llegado.
Geraldine escapó de la casa. En la ciudad, haciendo uso de memoria, supo dónde encontrar el lugar donde se celebraba el evento.
Sujetaba fuertemente la entrada en su mano.

Se la mostró al guardia y entró.

Era una mansión. ¿Allí vivía Dorothy? ¡Increíble!
Los invitados hablaban y bailaban con la música de fondo, camareros elegantemente vestidos paseaban con bandejas repletas de copas y aperitivos.
Era exactamente como en una novela.

–¡Oh! ¡Una mujer en pantalones! ¡Qué original! Amo su ropa señorita...
–Laugh– respondió a la dama que hablaba–.
–¡Laugh! ¡Y que apellido! ¡Risa! Me encanta.
–Muchas gracias.
–Hmmm... Una mujer en pantalones, ¿debería bailar con un hombre o con una mujer?
–Yo creo que debería bailar con usted– le tendió la mano a la mujer–.
–¡Jajajaja!

Pasaba de mano en mano, de persona en persona. Bailando, feliz.

Acabó en manos de una joven. Pelo rubio como la arena y ojos verdes como el jardín: Dorothy.
Era hermosa y se veía encantadora.
–¿Es su nombre Dorothy?
–¡Oh! Sí. ¿Nos hemos visto antes?
–No lo creo.
–¿Y cómo conoce mi nombre?
–Alguien llamado Gustave me lo dijo.
–¡Oh!
–Soy de confianza, no se preocupe– dicho esto giró y fue a seguir bailando con otras personas–.

Después de casi una hora bailando, decidió tomarse un merecido descanso para escuchar las conversaciones y disfrutar del ambiente.
–Perdone, pero, ¿es una mujer o un hombre?
–Adivine.
–Diría que una mujer, sólo las mujeres tienen sonrisas tan hermosas como la suya– ¿estaba aquel chico coqueteando con ella?–.
–Solo un hombre tendría la poca vergüenza de preguntar a alguien por su género.
–¡Perdone usted!– respondió con una sonrisa– Mi nombre es John. ¿Y el vuestro?
–Galia. Galia Laugh.
–¡Laugh! Que curioso apellido.
–¡Siempre me lo dicen!

–¿Le gustaría bailar conmigo?
–No, pero gracias. De hecho me he apartado para dejar de bailar un tiempo.
–Entonces no bailaré... Esta fiesta me recuerda mucho a una canción: Masquerade, paper faces on parade, masquerade.
–Yo también conozco esa canción.
–¿De verdad?
–Sí. Mi padre y mi hermano me la cantaban cuando era pequeña.
–Le parecerá extraño, pero yo encontré esa canción en las ruinas del circo. Pensé que se trataría de algún número.
–Seguramente ellos visitaron el circo y les habrá gustado la canción.
–¿Cómo sigue? En las ruinas solo fui capaz de encontrar esas líneas.
Masquerade, hide your face so the world will never find you...

Charlaron durante un largo tiempo.
Mientras hablaban decidieron salir fuera, en busca de paz para hablar y no tener que hacerlo a voces entre el barullo y la música del interior.

–Si la molesté con la pregunta de si era hombre o mujer, me disculpo.
–Disculpa aceptada.
–¿Tendré que disculparme también por esto?– se acercó y la besó–.
–No– ¡la había besado! ¡Su primer beso!–No tiene que disculparse.

Él le puso la mano sobre la mejilla, con la punta de los dedos sobre la débil porcelana de su máscara.
La débil porcelana que se partió en cuanto él la tocó, haciéndole un corte en la mejilla a Geraldine.

–¡Lo siento!– exclamó enseguida y buscó en el bolsillo de su chaleco un pañuelo para ayudarla–.

Cuando levantó la vista para dárselo a Din, ella ya se había levantado y se alejaba, corriendo.
–¡Espere! ¡Lo siento mucho de verdad!

Ella lo podía oír con claridad en medio de la silenciosa noche, pero no paró.

★★★★

Al llegar a su casa bajó la velocidad y recuperó el aire.
Se tranquilizó para entrar.
En silencio abrió la puerta, caminó por el pasillo, subió las escaleras, entró a su habitación, cerró la puerta tras de sí, se quitó la máscara, se miró al espejo.
Masquerade...Hide your face for the world to never find you... Masquerade...

Lloró y lloró.
Era estúpida.
Era egoísta.

–¿Geraldine, estás llorando?
–...
–¿Saliste?
–...
–¿Geraldine?
–Lo siento– abrió la puerta– Perdóname.
–¿Qué haces así vestida?
–¡Perdóname!– lloraba y lloraba– ¡Soy tan egoísta! ¡Soy tan estúpida!
–Din. No, no eres eso. ¿Qué ha pasado?
–Fui.
–¿A dónde? Espera... ¿Al baile de máscaras?– ella asintió–¿Y por qué volviste? Dudo que ya haya terminado– se fijó en la herida– Estás sangrando, Din, ¿qué pasó?
–No quiero contártelo.
–¿Me lo contarás algún día?
–No lo sé. ¡Perdóname!
–Te perdono, estás perdonada. Hay que curarte ese corte.
–Si padre se entera me va a matar.
–Por ahora no se enterará, ya sabes que duerme a pierna suelta.

★★★★

–Buenos días Geraldine– saludó el fantasma–.
–Buenos días– respondió ella sin levantar la vista de sus flores–
–¿Podrías ayudarme con el nuevo animatróni...?
–No.
–...¿Ocurre algo?
–No.
–¿Segura?
–...Fui al baile de máscaras– susurró–.
–¿Cómo dices? Espero no haberte entendido bien, repítemelo.
–Fui al baile de máscaras. Inventé un nombre falso, no le dije a nadie de dónde era y llevé en todo momento la máscara y nadie se extrañó porque todos llevaban máscaras.
–¿Por qué no me pediste permiso?
–Cuando Gustave me dio la entrada ninguno de los dos dijo que no pudiera ir.
–Dimos por hecho que ya lo sabías. ¿Por qué lo hiciste?
–Nunca antes había ido a una fiesta y quería ver cómo era.
–Ni se te ocurra volver a hacer algo así– la agarró del brazo y la hizo girarse para que lo mirara a los ojos, dándo se cuenta de la marca que había dejado el corte en su mejilla–¿Cómo te hiciste ese corte y por qué no estás llevando tu máscara?
–...
–Geraldine...
–Una esquina de la máscara se rompió y me cortó.
–¿Cómo se rompió?
–...
–Respóndeme.
–...
–Irás a tu habitación. Olvídate de tus libros. Olvídate de tu jardín. Olvídate del ballet y de la música. Olvídate de tus visitas a las ruinas del circo. Olvídate de tu libertad. Gustave te subirá las comidas. No sé cuándo volveré a dejar que salgas, así que no me preguntes.

Geraldine subió a su habitación y ya allí lloró el resto del día.

★★★★

–Silencio niña... Así que esa es tu verdadera cara...– dijo el fantasma de Raoul–No... No era un sueño... Te desmayaste en el pasillo... No... No te estás volviendo loca... Soy real... Pero irreal... No puedes verme... Solo oírme... Puedo tocarte... Podría ahorcarte aquí mismo... Gustave en el trabajo... Tu "padre" en algún recado... Madame Giry en la biblioteca... Si no respiras no puedes gritar... Podrías morir sin que se diesen cuenta hasta mañana...
–¡No tienes ninguna buena razón para matarme o hacerme daño! Sería un acto cobarde tan solo intentarlo.
–En eso te equivocas niña... Sí que tenga una buena razón... Una muy buena razón...
–¿Cuál? ¿Qué he hecho yo mal?
–Tú no has hecho nada malo... El malo es él... Si yo te hago daño a ti... Le hago daño a él...
–No me hagas daño, ¡por favor!
–Esa decisión la tomo yo... No tú...
–Por favor...

Nadie respondió. Raoul se había ido.

Los fantasmas de Coney Island (Phantom Of The Opera/Love Never Dies- fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora