¿Vida justa?

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Yo quería que sonrieras más a menudo, pero no podía lograrlo, no importa cuánto me esforzara, tú seguías mirando hacia la nada recodando a esa persona…

Abrió los ojos y se encontró viendo la tela de la carpa improvisada hecha en el otro extremo de la isla, estar alejado de Zoro no le hacía nada bien, aun podía sentirlo cerca, su olor y su calor, mierda que quería tenerlo a su lado y no compartirlo con nadie, ahora estaría haciendo ejercicios y el estaría preparando las gasas para cambiarlas de su cuerpo, el cual estaría completamente sudado y con el olor aún más penetrante, seguramente haría de las suyas y pasaría su lengua por uno de sus omoplatos solo para provocarlo, Zoro era sensible en toda su espalda y él era el único que lo sabía, estaba completamente satisfecho con saber los puntos sensibles de su pareja.

Se hizo de lado negándose a levantarse aún, no tener al espadachín le hacía sentir un tanto solo –Capitán, le traje café- el maldito oso sabía a qué hora se levantaba así que aun si fingía estar dormido él sabía que estaba despierto --¿Capitán? Si no lo hace me llevare el abrigo de Zoro- eso sí que no, casi le arranca el brazo, el viejo abrigo de Zoro era intocable, si llegaba a hacerlo iba a despertar su ira –bro-bromeaba- sobo su muñeca y le dejo el café.

Suspiro, en parte extrañaba a Zoro-san, era el único que podía calmar al Capitán cuando se ponía así de gruñón, aunque no era extraño que su capitán se encuentre tan malhumorado, ya que el espadachín siempre lo tenía así

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Dio un grito y cayó en el agua, mientras el rubio observaba bajo un árbol a aquel par que se animó a meterse al agua, hacía calor pero no estaba de acuerdo debido a las heridas del peliverde, no es que se preocupara por él, solo que no quería tener problema alguno con Law, sonrió de lado y los observo, se divertían como nunca antes los vio, al principio no quería volver a ver a Zoro, pensó que lo mejor sería alejarlo de su hijo para siempre, pero apenas tuvieron contacto no podían volver a separase, sentía una ligera envidia, esos dos desde ahora serian inseparables. Saco una botella y bebió, miro hacia el sol y se preocupó, si quería meterse con ellos tendría que ponerse protector y no tenía entusiasmo de ello.

Volvio su vista a ellos ¿Por qué se llevaban tan bien? ¿Era por el incidente? No ha pasado mucho de aquello y para ser sincero aun sentía una gran culpa, no importaba lo que Nina dijera, todo era debido a su imprudencia, si no hubiera querido hacer aquello tal vez no cargaría con aquellas cicatrices, sintió un escalofrió y abrazo sus piernas, mierda, otra vez estaba cayendo en ese estado de desesperación, de sentirse la peor mierda del mundo ¿habría podido cambiar algo si hubiera sido menos imprudente? Probablemente que no, con la mirada baja se sumergió en el pasado, recordando como el maldito peliverde no dudo un segundo en protegerlos, como un pitido esa imagen venía a su cabeza, el brazo de Zoro…los gritos de Hideki… todo se había vuelto nebuloso y ni siquiera podía articular palabra alguna, fue un completo inútil, Nina fue demasiado amable al no reprochárselo, lo mismo decía de Zoro.

-¡Arriba!- sintió su cuerpo elevarse, el movimiento fue brusco, se agarró de lo que toco y mierda de sorpresa se llevó de estar en los brazos del peliverde, estaban por caer al agua.

-¡¡¡Marimo de mierda!!!- aún estaba con su ropa y quedo hecho sopa, ni dio a tiempo a nada, aplasto al moreno bajo al agua, aaah mierda que quería que se ahogue de una vez, pero se trataba de un Marimo, eso era casi imposible aunque lo deseara -¡Hideki, no trates de detenerme!- el pequeño tironeaba de su brazo y buen susto se llevó al sentir la fuerza de su rival derribarlo.

-¡Gano Zoro-nii!-

-Te has vuelto fuerte idiota- hablo suavemente causando un sentimiento al rubio, miro hacia el costado ignorándolo pero no se había alejado de sus brazos, los cuales lo sostenían para que no se ahogara –nunca pensé que volveríamos a meternos al agua- su pálida mano ascendió y toco la cicatriz en su antebrazo llegando al hombro -¿Qué pasa? ¿Acaso sabes el porqué de ella?-

Apretó sus labios y su corazón podría llorar sangre ahora mismo, todo fue su culpa, ese día habría perdido tanto al espadachín como a su hijo, pero ambos no se dejaron ganar, negó y se recargo en el sintiendo la calidez de su viveza, Zoro estaba vivo y tendría que estar agradecido de ello el resto de su vida, sintió el peso extra en sus piernas, el pequeño sonreía y se acurrucaba contra ellos, sonrió y acaricio la pequeña cicatriz en su pecho, era pequeña y no era notable en su frágil cuerpo, pero sabía que estaba allí, en verdad que debía de estar agradecido, en este instante estaría completamente solo y no tendría estas sonrisas con él.

-¿Papá?- lo abrazo con fuerza apretándolo contra su pecho, no era nadie sin este niño

-¡Oye Cocinero! ¡¿Por-Porque lloras?!- ni siquiera le respondió, solo se recargo con Hideki en el espadachín mientras solo podía pensar en lo feliz que era en este momento y lo mucho que le debía a Law.

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Suspiro al terminar de sellar el ultimo papel y vio como las gaviotas buscaban refugio o algo de comida, se recostó en su escritorio molesta, ahora debería estar en su casa ayudando en la cocina y jugar con su hijo, aunque no debía de preocuparse por nada más, Sanji era fuerte y además Zoro estaba con ellos, no habría seguridad más grande, el mejor espadachín del mundo.

Aun recordaba cuando vio por primera vez a ese hombre, al principio le causo tanto temor que se refugió a espaldas del rubio pero pronto noto la amabilidad de ese hombre, no como la del rubio pero estaba allí, ese cuidado, no volvió a verlo hasta que su hogar se encontró en fuego cruzado, no había donde correr ni esconderse, solo había que esperar que la suerte estuviera del lado de uno y no morir, con su pequeño en brazos y la revolución en pleno puerto no había lugar seguro, en ese momento sintió lo insignificante que era ante Sanji, ante ese hombre.

Su llanto desconsolado no podía oírse entre los disparos, Hideki estaba muriendo entre sus brazos al igual que el Nakama de Sanji, era su culpa que todo esto haya pasado por eso prometió que nunca más seria egoísta y permitiría que otros fueran felices, no le importaba nada más, solo quería volver a ver la sonrisa de su hijo y borrar las lágrimas de Sanji, él no había hecho nada malo, todo era culpa suya.

Apretó los ojos y se fregó el puente de su nariz, no le hacía bien recordar aquello, ahora…era feliz, era feliz viendo como otros eran felices, así es, no volvería a ser egoísta y no importaba cuanto a ella le doliera, todo estaría bien, Sanji y Hideki estaría bien porque Zoro, el Gran espadachín del mundo estaba a su lado, ese hombre realmente iba a protegerlos no importaba que.

-¿Recordando algo?- el hombre apoyo las manos en sus hombros ejerciendo una ligera fuerza -¿otra vez recordando el día en que ambos casi murieron?- no pudo evitar mostrar su cara más dolida –querida hija, si ambos morían era el destino- toco su pecho, el cual bajo el uniforme cargaba una gran cicatriz –pero ese hombre fue tan fuerte…fuerte y estúpido, maldito-

-El salvo a mi hijo, le estoy agradecida-

Apretó su hombro con brusquedad –no le agradezcas a piratas, recuerda que permití esto solo porque me lo pediste y…- fregó la zona forzada –además porque adoro a Hideki, mi nieto está creciendo sano que es lo más importante, recuerda nuestro trato-

Ella asintió, enviar a Hideki a la marina a los quince años…

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Estornudo y se enrollo aún más en la cama, Sanji preocupado le tomo la temperatura, estaba normal –tranquilo, debe ser algún tipo de alergia-

-Nunca se enfermó en su vida- estaba molesto, tal vez era por haber ido a jugar al agua hasta tarde y no ser consciente del frio que se aproximaba –iré a prepararle comida- mezclaba todo con prisa, mientras menos minutos tardara más posibilidades había para su pequeño, dejo un bol al costado y tomo otro, haría todo para que el niño recuperara energía.

Zoro lo veía, la cocina no era lo suyo y lo único que había hecho en estos días era entrenar y jugar con el mocoso -¿te ayudo?- sentía la necesidad de hacer algo más por Hideki –recuerda que no soy bueno, pero por lo menos no soy Luffy- se arremango a más no poder, el rubio acepto dándole una tabla, solo tenía que picar, harían una sopa súper cargada para futuros malestares, estaban centrados en lo suyo pero era imposible mantener el silencio por mucho tiempo –dime…- el blondo solo hizo un sonido con sus labios dándole a entender que lo oía –la cicatriz de Hideki- casi se le para el corazón -¿Qué le sucedió?- soltó el bol y el peliverde lo atrapo antes de que se rompiera –ten cuidado ¿y?-

-¿Qué? Nada, no le paso nada ¿Qué mierda quieres saber? Solo jugaba-

No pregunto nada más, pero no era estúpido, esa cicatriz poco visible era notorio que fue una gran herida, pareciera como si se lo hubieran hecho con una espada, la de su hombro también, supo en ese momento que Sanji le ocultaba algo respecto a las cicatrices, porque nadie se ponía tan a la defensiva como él.

Estuvieron treinta minutos en la cocina hasta que la comida estuvo lista, a pesar de las quejas el espadachín acompaño al blondo a la habitación, pero Hideki no estaba en ella, Sanji casi se infarta y Zoro con calma busco su presencia, estaba a dos cuartos de allí, no había visto esa habitación y se sorprendió de ver lo amplia que era, tenía una cama matrimonial y un gran armario, esta seguramente era la habitación de ellos.

-¿Qué haces aquí?- le hablo suavemente al niño en cama

Abrió los ojos y vio al par que estaban cerca, sonrió ligeramente bajo las sabanas –tenia frio- se preguntó que tramaba ya que las mantas aquí eran más finas pero como padre no lo haría ahora -¿comida?- de a poco fue ingiriendo los alimentos y cuando sintió que ya no le cabía nada se recostó, Zoro intuitivo trajo las sabanas de la otra habitación, debían mantener al niño caliente; se acurruco aún más y por esta vez decidió dejarlo en la vieja alcoba matrimonial –papá ¿dormirías conmigo?- asintió y preparo su pijama, si el espadachín se podría carcajear lo haría, es que Sanji lucia realmente divertido con un pijama de patitos.

-Más vale que no digas nada, él lo eligió- era un niño, un completo niño, se tapó la boca y disimulo la carcajada -¡vete a dormir a tu cuarto!-

-Zoro-nii-  estiro su mano –duerme con nosotros-

La incredulidad ataco al joven padre -¿Qué dices? Solo necesitas a papá-

Negó y saco su otra mano oculta –estaré mejor si ambos se quedan conmigo- aaah en verdad que el niño era muy injusto, suspiro y acepto de cierta mala gana pero ahora dependía del grandioso espadachín ceder –Zoro-nii- desato su abrigo y mostro su bien formado cuerpo, maldita suerte la suya, su hijo en verdad era cruel.

Intimidado por la gran presencia se quedó quieto cerca del niño, acomodo un poco sus mechos y acaricio su mejilla –se parece a su madre ¿eh?- sonrió de lado asintió, en verdad que se parecía a su maravillosa mujer –no tiene tus cejas, pero se nota que es tu hijo-

Esas palabras lo incomodaron -¿Por qué te fijas en las cejas?- siguió repasando el rostro de mini blondo, Zoro embobado seguía su actuar con la vista, en verdad que ese mocoso sacaba lo peor de ellos -¿se durmió?-

-Aun no- murmuro, apretó las manos de ambos adultos y las llevo cerca de su pecho, allí se quedó, ahora sí, definitivamente se había dormido.

Sin esperar mucho se recostaron y se centraron todo lo que pudieron en darle calidez al pequeño…

El sol se filtraba por la ventana y se removió incomodo pero apretó la delgada figura contra de si, estaba calentito y se sentía jodidamente cómodo, no quería abrir su ojo, el olor a vainilla que se filtraba por sus fosas nasales era realmente exquisito, quería comer vainilla, saborearla, recordó que Sanji olía igual, debía ser por los productos que usaba, se apretó más contra él y siguió su sueño.

Sintió el apretón en su cuerpo y su rostro se encajaba a la perfección contra una curva, estaba algo firme pero era cómodo, la punta de su nariz rozo un par de veces la rasposa piel y lejos de alejarse, se hundió más en ella, su mano se apoyaba contra algo realmente duro que le extraño, Hideki no era así de duro, removió los labios mandando un cosquilleo al cuerpo ajeno, maldiciendo la comodidad que sentía se decidió a abrir los ojos y si la vida hubiera sido de otra manera ahora no tendría problema en despertar entre estos brazos, Zoro lo estaba apretando contra su fornido cuerpo, el rojo se le subió a más no poder, pero temía moverse, esto cruzaba el límite de la perversión o agresión que tenían.

El espadachín por su parte al sentir cierta tensión abrió su ojo, maravillado vio aquel azul y esas hebras tan obvias, quiso moverse al percatarse de lo que pasaba, pero simplemente su cuerpo no reaccionaba, su alma se había ido a algún lado y su corazón no dejaba de correr una carrera a una muerte segura, ambos estaban en la cama, abrazados uno al otro, como si fueran un matrimonio.

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora