26.

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CHARLIE

No tengo fuerza para levantarme e ir a clases, no solo por el dolor de mi corazón, sino también por el cansancio mental y la debilidad de mi cuerpo. No he comido, solo me mantengo a base de agua y tampoco mucha. De vez en cuando como algún chocolate pequeñ si siento que mi cuerpo no está en condiciones ni siquiera de respirar.

Podría ser que me llamen exagerada por sentirme así de rota, porque mi madre ha ganado el juicio de mi custodia, pero la realidad es que ese es el menor de mis dolores; lo que más me molesta y duele es que ellos no me quieren. Mis propios padres no me toman en cuenta, ellos solo siguen enfrascados en su odio, en lastimarse, en utilizarme como un arma

Estoy muy cansada de que todo esto siga sucediendo y ellos solo me ilusionen con un cambio. Y lo peor de todo es que yo no aprendo y sigo cayendo en sus trampas.

Llaman un par de veces a la puerta, solo volteo a verla tratando de guardar el mayor silencio posible para que piensen que estoy dormida. Por más que guardo silencio siguen llamando, así que no me queda otro remedio que decir a quien sea que pase. Julian asoma la cabeza y veo que lleva consigo un plato de sopa.

—Hola, Charlie —saluda, apenado.

Lo miro recorrer mi habitación sin mirar a los lados, centrándose solo en dejar el plato de sopa en la mesita de centro que hay a mi lado, retrocede unos pasos hasta estar lo suficiente alejado de mí y mi cama.

—Puede que estés enojada conmigo, pero de verdad

—Dijiste que ella no intentaría hacer nada ilícito —digo entre dientes.

—Yo no lo sabía

—Dijiste que todo iba a cambiar. —Trato de contener las lágrimas. Él me mintió, me dijo que con su llegada todo iría mejor y no fue así; todo ha ido a peor, las mentiras, las caras falsas, pero sé que no es su culpa que mis padres sean de esa manera; aun así, me siento enojada con él.

—Puedes enojarte conmigo, eso es totalmente válido, pero no dejes de comer y dormir, por eso te traje este plato de sopa, tu mamá me dijo que no quieres ni salir. Por favor, no te encierres en el dolor que otros provocan.

—Dijiste que mi madre me quería —susurro en un hilo de voz.

—Y lo hace.

—¡No es cierto! —digo en alto con enojo. No se muestra asustado, sino calmado, como si supiera que todo esto es parte de un duelo.

—Te quiere, pero es una mujer lastimada, aunque te prometo que todo cambiará. La ayudaré a salir adelante, a ti también. Uno de mis mejores amigos es psicólogo y podemos ir a él, pero todo cambiará si tú quieres que cambie.

Niego varias veces.

—No, ella dijo que su vida se arruinó con mi llegada, nunca me ha querido y todo lo bueno que tengo de ella es fingido. —Me cubro la mitad del rostro con la cobija de mi cama.

—Charlie

—Vete Julian, no quiero ver a nadie. Nada de lo que me digas va a hacer que cambie de opinión respecto a mis padres, mucho menos sobre mi madre, que ha sido quien más me ha lastimado, que no sabe medir sus palabras crueles. Vete.

—Está bien, me iré, pero perdona a tu madre

—Vete ya. por favor. —Lloro cubriéndome completamente el rostro con la manta. Escucho como la puerta se cierra y descubro mi rostro lentamente asegurándome de que se haya ido. Me siento en la cama y miro el plato de sopa en la mesita de centro.

No tengo hambre, no quiero comer, no quiero

Me pongo de pie con lentitud y muevo un poco la sopa para después dejarla a un lado; miro los botes de las pastillas para dormir que me dieron hace muchos años y que dejé de tomar porque una sola pastilla no me hacía dormir. Todo sería más fácil si pudiera dormir así, de forma mágica; al estar descansando evitaría tantos pleitos y gritos, o escuchar las peleas de mis papás.

Me siento muy pesada, quiero llorar, gritar, tirarme en la cama y volver a levantarme, quiero que mis manos dejen de temblar

Me siento frente al lienzo en blanco y tomo uno de los pinceles, lo mojo en pintura amarilla y lo pongo frente al lienzo. Mi mano tiembla constantemente cada vez que trato de acercarme a pintar, por lo que solo consigo hacer garabatos entrecortados. En lugar de calmarme, me frustro mucho más, así que estrello el pincel contra el lienzo destrozándolo y arruinando el pincel.

¿Y si me corto?

Sentir la sangre recorrer mi brazo me tranquilizaría. Pero Jace lo vería, y se enojaría porque le dije que ya no lo iba a hacer, no, no, mejor no

Ya no puedo.

Me pego a la pared mirando a todos lados, poco a poco me deslizo hasta terminar hecha una bolita en un rincón de mi habitación, me siento en un punto tan bajo

Cierro los ojos con fuerza y sacudo la cabeza.

Ya no puedo.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora