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JACE

Estoy muy preocupado por Charlie. Ya hace dos días que no asiste a clases, y no solo eso, no responde a mis llamadas o mensajes, ni siquiera los de los buenos días. Sé que todo lo de sus padres la tiene mal, pero me da miedo que no me responda y no por lo que tenemos, sino por su estado emocional y mental.

No sé qué hacer, no sé si ir a buscar la ayuda de la señorita Ámbar o de la señorita Rose Mary, de sus padres o de un psicólogo especializado. Ya he investigado en miles de páginas y no sé cómo ayudarla a mejorar sus días. No quiero verla así, ni que se lastime a sí misma

—Hola, Jaceito —mi madre me saluda y me acaricia el cabello, rodea el sofá y se sienta a mi lado con una ligera sonrisa.

—No me digas Jaceito —me quejo por lo bajo sin prestarle mucha atención.

—¿Qué te ocurre hijo? Has estado muy tenso y preocupado estos días. Si se trata de una prueba de Historia, no te

—No es eso, es sobre Charlie.

—¿Va todo bien con ella?

—Si, bueno no, ya te había contado que su madre ganó el juicio, que pelearon fuera de los juzgados y todo lo que le hacen sus papás.

—Oh, recuerdo que antes ellos parecían muy enamorados y que amaban mucho a Charlie. Aún sigo sin creer que la están manipulando cada vez que pueden y ella no se dé cuenta.

—En realidad, no se quiere dar cuenta de que su padre la manipula, porque él insiste en que es el único bueno y que su madre siempre será la mala. Pero es por todo eso, ya no sé cómo ayudarla, no sé a quién recurrir mamá.

—Ayudarla no te corresponde a ti, para eso están los psicólogos.

—Pero tendrían que llevarla sus padres y ellos la tachan de loca, no ven lo malo de sus propias acciones ni cómo le pueden afectar a ella.

—Llámala y pregúntale cómo está, invítala aquí si lo que quiere es estar lejos de ese ambiente.

—No me responde ni los mensajes, no ha ido a clases y eso me preocupa mucho, no sé qué cosas pueden estar pasando por su cabeza.

—Ve a su casa, pregúntale cómo está y en qué puedes ayudarla, no puedes romperte la cabeza pensando en cómo ayudar a alguien que probablemente no quiere ser ayudado.

—¿Y si no me quiere ver? ¿Y si no quiere que la ayude?

—Entonces solo puedes aceptarlo y resignarte. Ya te lo he dicho, no puedes desvivirte pensando cómo ayudar a alguien que ya no siente que puede mejorar en su vida. No te desanimes si no quiere tu ayuda.

Asiento no muy convencido y tomo el coche para ir a casa de Charlie, rezando en cada semáforo para que ella quiera verme. Siento la necesidad de ayudarla, porque sé que puedo hacerlo, tengo las herramientas suficientes, y algo muy dentro de mí me dice que ella sí quiere ayuda.

Estaciono el auto frente a la acera de su casa y bajo con rapidez, atravieso el jardín y llego hasta la puerta principal, toco un par de veces con los nudillos, al instante la puerta se abre y aparece la señora Dillar.

—Buenas tardes.

—Hola, Jace. Vienes a ver a Charlie, ¿verdad?

Asiento, un poco incómodo. Desde el juicio y días antes de que se celebrase, no veo a los padres de Charlie de la misma manera. Solo veo sonrisas y caras falsas.

—Pasa, su habitación está arriba, no es muy difícil encontrarla, solo que no sé si te deje pasar. —Se hace a un lado para que pase. Cuando entro lo suficiente, veo a un hombre sentado en el sofá.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora