Capítulo 45

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Narra Ariadna

Levanté la mirada del libro que tenía entre mis manos y observé la mariposa que acaba de posarse sobre mi rodilla.

Hola linda.-- dije como si me entendiera.

Cerré el libro y coloqué uno de mis dedos cerca suya. Se subió sobre él y la miré durante un largo tiempo. Echó a volar y comenzó a trazar círculos a mi alrededor. Sonreí y se alejó por un camino que daba a la playa.

Sin saber por qué, la seguí hasta llegar a la orilla del mar.

Siguió volando hacia el horizonte y yo observé la playa de mis padres, la playa donde lancé las cenizas de mi madre.

Dos manos me taparon la vista y yo fruncí el ceño. Conocía ese tacto, esos dedos, ese olor...

¿Mamá?-- susurré.

Las manos se apartaron y me giré rápidamente.

¡Feliz Cumpleaños!-- dijo emocionada junto a un pequeño pastel con una vela.-- Pide un deseo cariño.

Esto había sido idea suya.

Si pido que regreses no se cumplirá, ¿verdad?-- sonrió de lado.

Me temo que no, pero siempre puedes pedir otra cosa.-- insistió.

Cerré los ojos y después de pensarlo un tiempo soplé la vela.

Acto seguido abrió sus brazos y me envolvió en un abrazo.

Mi bebé ya tiene 18 años, ¿cuándo ha pasado tanto tiempo?-- habló.

No lo sé, pero ojalá no haber crecido.-- susurré.

Sabía que me había escuchado, pero no me contestó.

Me acarició la cabeza hasta que dejé de llorar, no sabía en que momento habían comenzado a caer las primeras lágrimas por mis ojos.

Volvimos al principio, donde estaba yo sentada cómodamente leyendo el libro, y nos sentamos en el banco.

¿Cómo es que puedes hacer esto?-- dije sin comprender nada.

Los ángeles tenemos alguna que otra ventaja.-- sonrió y con solo un chasquido apareció el desayuno sobre una mesa.-- Vale, puede que demasiadas.

Reí y tomé un donut.

¿Esto no es real?-- pregunté.

Lo es porque yo quiero que sea real. Es tu cumpleaños y he pedido una excepción para entrar en tu cabeza y crear un sueño a mi manera.-- sonrió.-- Es muy complicado de explicar, pero tenemos tiempo.

Comencé ha hablar con el ángel de mi madre. Parece una locura, pero sí.

Me contó un poco como pasaba su día a día y como nos observaba diariamente. Había estado entrando en los sueños de todos nosotros para aconsejarnos y guiarnos.

Los ángeles podían influir en las decisiones de los humanos, podían hablar con ellos, pero siempre era en reducidos espacios de tiempo. 

Alan tardó en entenderlo, le visito más seguido porque aún teme olvidarse de mi. Es pequeño y no entiende mucho las cosas. A vos te visito cuando veo que estás un poco desorientada del camino, por cierto, que se cayera la fotografía de la entrada fue cosa mía.-- parpadeé varias veces.-- ¿Qué? A veces me paso por casa, sigue siendo mi hogar. En mi defensa diré que era para recordarte lo que te dije.

Mamá, te lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora