Siglo I de la Era Moderna – Supremacía de la CasaQuarpium.
Syneth y Leohost están en una mesa del salón de refresco del Edificio Neuron, mientras Damoku coge de los refrigeradores otra ración de comida y bebida. Los demás se han dividido; un grupo ha ido a ver si puede establecer contacto con Vaham. El otro grupo va a revisar el dispositivo, ya que a pesar de que es bastante improbable que alguien lo encuentre por casualidad, no es conveniente dejarlo sin vigilancia mucho tiempo, precisamente durante estos días en que están a punto de realizar la prueba definitiva.
Damoku se acerca a la mesa con una bandeja y una mirada misteriosa. Syneth y Leohost la observan acercarse sabiendo que va a decirles algo. Damoku se sienta en la mesa, gira la cabeza para comprobar si alguien detrás de ella está observándoles, y a continuación vuelve la mirada hacia sus amigos.
—Microgo se me ha acercado a cotillerar. Creo que sospecha algo –les dice con un atisbo de nerviosismo en su voz.
—¿Sí? ¿Por qué habría de sospechar algo? –pregunta Leohost frunciendo el ceño.
—No lo sé. Me ha preguntado que dónde estaban Cutegor y Heromin.
—¿Y qué le has dicho? –pregunta Syneth.
—Pues que no lo sabía; que simplemente habíamos quedado en vernos después.
—Míralo. Ahí viene –dice Leohost en un susurro señalando con los ojos hacia un extremo de la estancia por donde se acerca un hombrecillo pequeño y rechoncho.
—Buen apetito –dice respetuosamente el Drense Microgo.
—Muchas gracias su excelencia –le responden los tres de forma más o menos simultánea.
—Espero que nuestro grupo de herederos siga encontrando nuestras instalaciones del emblemático Edificio Neuron de su agrado –dice el Drense.
—Por supuesto su excelencia –responde cortésmente Damoku.
—Después de más de diez años utilizándolas regularmente, creo que sí, que las seguimos encontrando agradables –dice Leohost sarcásticamente.
—Hace un rato he podido observar que les acompañaban los señores herederos de Quarpium y Nigeloid –añade el Drense–, y cuando se han marchado, me he preguntado dónde irían.
—Nosotros también nos lo preguntamos señor Drense –dice Syneth.
—Pues os agradará saber que puedo facilitaros la respuesta –dice Microgo fríamente–. Están en la sala de comunicación encriptada.
—¿En serio? –pregunta con indiferencia Damoku.
—No os hagáis los tontos conmigo –responde bruscamente el Drense–. Sabéis perfectamente que están allí. No perdáis el tiempo en negarlo. El caso es que también me he enterado de que desde ayer la sala de comunicación encriptada ha sido utilizada varias veces. También he podido saber que el señor heredero de Kawleus ha utilizado simultáneamente otras salas de comunicación encriptada en diferentes sedes de la Orden por todo el planeta, a la vez que utiliza de forma masiva su transportador portátil. Me pregunto qué será lo que está haciendo.
—Pues no tenemos ni idea –declaran Damoku y Syneth.
—Yo me pregunto –interviene Leohost–, si hay algún problema en que los miembros del grupo de herederos utilicen las instalaciones de la Orden. ¿Acaso hemos utilizado algo que no debiéramos, señor Drense?
—No, por supuesto que no –dice con una sonrisa falsa Microgo–. El grupo de herederos es el único grupo de acólitos que puede utilizar sin autorización todas las instalaciones de la Orden.
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Tempestades Invisibles
Science-FictionLa recién coronada Reina Alayssa trata de consolidar la monarquía que ha heredado de su padre, y hacer valer su autoridad frente a las Grandes Casas. Espectran Kawleus, el padre de su prometido, intenta acelerar el matrimonio de su hijo con la Reina...