Capítulo 14

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Siglo I de la Era Moderna – Supremacía de la CasaQuarpium.

El venerado Drense Microgo, con plaza fija en el Edificio Neuron de Isla Helmántica, lleva unos días de visita en el edificio de Isla Puzela donde él estudió. Los ha dedicado a comentar los últimos acontecimientos con todos sus antiguos compañeros de estudios con los que aún mantiene excelentes relaciones.

El último día que tenía pensado pasar allí lo está dedicando a visitar al director de un grupo de investigación que fue alumno suyo en su primera época de Saturnet, y que ahora había progresado notablemente. Habían quedado en el despacho de éste, donde llevan ya un rato charlando y poniéndose al día.

—No creo que nunca lleguen a nombrarme Drense, Microgo –le dice Tadeo, el amigo que está visitando.

—A mi me costó casi veinte años en Etheruca, amigo –responde Microgo.

—Lo sé. Y también sé que yo no sería capaz de hacer algo así. La única posibilidad que tengo es la de conseguir méritos en mis investigaciones.

—Ya sabes que contarás con mi total apoyo –contesta Microgo–. Y hablando de méritos en las investigaciones. He oído hablar sobre el último proyecto que estás llevando a cabo. ¿Te importaría enseñármelo?

—Oh, no, en absoluto querido amigo –responde Tadeo–. Aunque creo que te decepcionará. Todavía no está listo para ser usado, y me temo que muy difícilmente podremos probar alguna vez el prototipo definitivo.

—¿Y eso por qué, querido Tadeo? –pregunta con apariencia preocupada Microgo.

—Porque no conseguimos controlar los efectos que produce. Ven, te lo mostraré.

A continuación, salen del despacho de Tadeo y se dirigen por unos pasillos hacia los laboratorios donde trabaja su grupo de investigación. Cuando entran los encuentran desiertos. Solamente unos maletines cerrados y algo de desorden ocupa las mesas.

—Estos días no está viniendo nadie a trabajar –comenta Tadeo ante la mirada de Microgo–. Todos están en las manifestaciones y mítines. No les culpo, yo mismo voy a menudo.

—¿Y qué es lo que persigues con eso, querido amigo? –pregunta Microgo.

—Simplemente que Isla Helmántica ceda un poco el poder de decisión a Isla Puzela. A fin de cuentas, aquí somos muchos más, y estamos siempre expuestos a todo lo que se decide allí. Disculpa si te ofenden mis comentarios querido Microgo, sé el esfuerzo que te costó que te enviaran al Edificio Neuron.

—No te disculpes, querido amigo. Aunque yo mismo trabaje en Isla Helmántica, opino como tú. El poder de decisión debería estar más repartido.

—Me alegra oír esas palabras de tu boca –dice Tadeo sonriendo–. Ahora veamos a nuestro pequeño Resonador.

Y acto seguido, abre uno de los maletines que había en la mesa más próxima. Dos láminas metálicas ocupan ambas tapas del maletín. Una de ellas tiene botones y la otra permanece lisa.

—No creas que están rellenos de metal, amigo –dice Tadeo con un atisbo de sonrisa–. Están rellenos de diferentes piezas, algunas de ellas metálicas, pero la mayoría de material orgánico modificado, que resulta mucho más económico.

—¿Y qué es lo que hacen estos dispositivos que has estado haciendo? –pregunta Microgo con curiosidad.

—Son resonadores –responde Tadeo–. Dispositivos capaces de crear una onda que entra en resonancia con los objetos más cercanos hasta deshacerlos en polvo.

Tempestades InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora