Siglo CXCIX de la Era Moderna – Reinado de Alayssa.
En medio de una expedición de pleno invierno, tras días racionando los pocos alimentos y agua que conservaban, dentro de un refugio improvisado, la tormenta amainó. Sibereux fue el primero en salir a observar. Volvió al refugio para comunicar a los demás que ya podían seguir.
Salieron todos en comitiva. Gran parte de la mercancía la habían tenido que abandonar en el refugio, ya que estaban demasiado débiles como para transportar la totalidad de la carga. Al salir al exterior, vieron que ya no llovía, aunque el cielo tenía un aspecto terriblemente amenazador, con colores negros y grises oscuros, mezclados con varios tonos de rojo naranja.
Los miembros que quedaban del grupo salieron al exterior y prosiguieron su marcha hacia el templo. Aproximadamente la mitad de ellos no había sobrevivido al temporal, y había desaparecido antes de poder encontrar aquel refugio que les había mantenido con vida durante los días que había durado la tormenta.
Cuando esa noche llegaron al templo, los monjes les invitaron a entrar y recuperarse. Les atendieron, curaron sus heridas y lesiones, y les dieron comida y bebida de forma generosa. Cuando los expedicionarios se hubieron recuperado de tan ardua travesía, procedieron a intercambiar el mineral que habían logrado transportar hasta allí.
Los monjes lo examinaron cuidadosamente antes de separarlo en tres montones. Pesaron cada uno de los montones, y lo transportaron al interior de las dependencias del templo.
—Muy poco esta vez –dijo un monje con cara impasible, ante cuya expresión todos callaron.
—La tormenta ha hecho que perdamos a parte de nuestros hombres, así como el mineral que transportaban. También hemos tenido que dejar en un refugio otra fracción del que quedaba, porque estábamos demasiado débiles como para transportarlo hasta aquí –dijo Sibereux al ver que nadie tomaba la iniciativa.
—No podremos daros todo el alimento acordado –dijo el monje–, aunque os daremos la parte proporcional al mineral que habéis traído.
—Necesitamos el cupo completo –dijo otro expedicionario, con la cara surcada por la sabiduría–. No podremos volver a hacer una expedición hasta que finalice el invierno, y en la aldea no queda nada.
—Lo siento –expresó el monje exagerando un aparente gesto de dolor–. No sois los únicos que han tenido problemas en su travesía hasta aquí. En la última semana han venido tres grupos. Vosotros sois los únicos que habéis traído algo de mineral. El resto no ha traído nada, excepto sus propios cuerpos moribundos tras la travesía. Al menos vosotros no os iréis con las manos vacías. Además podréis acudir al refugio donde habéis dejado parte del mineral, y traerlo hasta aquí. Los otros dos grupos han salido en busca de lo que dejaron por el camino. Esperamos que regresen en los próximos días.
—No es seguro regresar allí –volvió a intervenir el viejo con miedo en sus ojos–. No sabemos exactamente dónde se localiza. Además podría estallar la tormenta nuevamente.
Pero lo hicieron. Salieron con el amanecer del día siguiente, a buscar el refugio donde habían dejado parte de su cargamento. El monje les dio algunas indicaciones útiles para encontrarlo, teniendo en cuenta lo que habían tardado en llegar desde allí hasta el templo, y la dirección de la que procedían. Cuando comenzaba a hacerse de noche, llegaron al refugio.
Cenaron los víveres que los monjes les habían dado para el camino, y se acomodaron para pasar la noche en el agujero en la roca en el que habían pasado los últimos días. Por supuesto, apenas durmieron, aunque el reclinarse y cerrar a ratos los ojos les ayudó a descansar.
A la mañana siguiente partieron con las primeras luces del alba, portando toda la carga que había quedado, y esa misma noche llegaron al templo. El monje que les atendió esta vez era diferente, más joven y expresivo. Se mostró muy satisfecho por la carga recibida.
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Tempestades Invisibles
FantascienzaLa recién coronada Reina Alayssa trata de consolidar la monarquía que ha heredado de su padre, y hacer valer su autoridad frente a las Grandes Casas. Espectran Kawleus, el padre de su prometido, intenta acelerar el matrimonio de su hijo con la Reina...