—Lo amaba muchísimo. Ambos eran de carácter fuerte y más para la pasión, pero siempre estaba allí el amor.— ¡Ay, Dios mío!—volvió a exclamar al sentirse traspasada por otra punzada de dolor. Sintió Miedo. Recordando el difícil parto de Leith, había rogado a Dios que este segundo hijo saliera al mundo con más facilidad. Pero en esos momentos el dolor era igualmente lacerante, daba la impresión de que la iba a partir en dos. Sintió La suave caricia de su madre en la frente.— ¿Por qué,madre? —susurró—. ¿Por qué tiene que ser tan difícil? Maeve le sonrió tiernamente, tratando de aparentar tranquilidad.—Cariño, no es fácil dar a luz a los cachorros del Lobo. Maeve levantó la vista. Él estaba en la puerta, el Lobo de Noruega, el rey de Dublín. El Majestuoso y gigantesco rey rubio miró a las dos mujeres y después se acercó a la cama de su esposa.—Estoy aquí, princesa. Lucha por mí, lucha por mí otra vez. Dame mi segundo hijo.Ella sonrió. Él Pensó en su frágil belleza y en la fuerza que se escondía tras ella. Erín tenía los ojos de un color esmeralda intenso, tan insondable-mente vivo como su fuerza interior, esa fuerza que se había apoderado de su corazón. Esa Fuerza pertenecería a todos sus hijos. Era la pasión que pertenecía a todos los habitantes de la isla esmeralda, y era el poder de los invasores del mar del Norte.Ella le apretó la mano con fuerza, feliz de que estuviera a su lado.— ¡Esta vez es una niña! —dijo ella consiguiendo reír.—No. —El rey meneó enérgicamente la cabeza—. Es un hijo.— ¿Un hijo?—Sí. Frederick me lo ha dicho.— ¡Ah! —exclamó ella, pero no volvió a gritar, porque él estaba allí. Entrelazó los dedos con los de él para extraer su fuerza. Otra dolorosa contracción la desgarró como un hierro candente, y entonces suspiró aliviada, porque el bebé se había abierto camino y avanzaba hacia el nacimiento.— ¡Ya viene!—anunció. Olaf había estado junto a ella en su primer parto y sabía cómo sostenerla. Después ella río y lloró, y él la besó, porque había expulsado al bebé. Maeve le aseguró que, en efecto, se trataba de un varón.— ¿Es hermoso?—preguntó Erín.—Increíblemente hermoso —aseguró Olaf. La doncella de Erìn Limpió rápidamente al bebé y se lo entregó a su madre, quien abrió mucho los ojos al ver el tamaño del pequeño.— ¡Otro rubio!—murmuró. Olaf echó a reír y le besó los húmedos mechones de cabello negro como el ébano.—Me parece que deberás tener una hija, cariño. Tal vez ella tenga el pelo negro como la noche—bromeó.— ¿Y me hablas de tener más hijos en este momento? —protestó ella con fingida indignación.—En cuanto sea físicamente posible —susurró él sonriendo, y ambos sintieron el calor del amorque se profesaban. Él pensó que su amor era maravilloso, como todo en la vida.— ¿Y sus ojos...?—Azules también,como los de su padre —respondió Maeve con un suspiro. Hizo un guiño a Olaf y continuaron mirando al bebé.—Pueden cambiar—dijo Erín.—Leith tiene ojos irlandeses —le recordó él.—Seguro que los ojos pueden cambiar de color —afirmó Maeve.—Ah, pero estos no cambiarán —replicó Olaf muy seguro.El bebé estaba en la cama entre su madre y su padre, y su abuela lo contemplaba. Golpeaba las sábanas con los puños, con los ojos alertas, la boca abierta y haciendo oír su voz sonora y dominante.—Ah, este es exigente—comentó Olaf.—Como su padre—dijo Erín. Ya estaba enamorada del recién nacido. Se reclinó y guío la boquita de su hijo hacia su pecho. El bebé lo cogió y al instante comenzó a chupar con tal seguridad y fuerza que ella ahogó una exclamación y echó a reír. Olaf, a su lado, le acarició el cabello. Ese era un momento de dulce y suprema paz. Se lo habían ganado, pensó. Habían tenido que afrontar tantas Dificultades...Advirtió que a Erín se le entrecerraban los ojos; sus tupidas pestañas formaban una media luna negra sobre sus mejillas. Maeve lo miró y él asintió. Se dispuso a coger al bebé, pero Erín despertó rápidamente, abriendo los ojos sobresaltados.Sujetó con fuerza a su hijo.— ¡No, no me lo quitéis! —susurró. Él advirtió que estaba asustada. No mucho tiempo atrás su primer hijo, Leith, había sido raptado por el enemigo de Olaf, Frederick el Danés. Frederick ya había muerto a manos de Olaf, pero Erín no había superado el miedo de que pudieran volver a arrebatarle a Leith, y ahora a su nuevo hijo.
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Casada con un príncipe vikingo
RomanceAnnelise, hija de un rey sajón, debe casarse contra su voluntad Con Erick, un príncipe vikingo llegado de Irlanda. Su padre la ha ofrecido a Erick en muestra de agradecimiento por la ayuda recibida contra los agresores daneses.