De un habitante en cenizas

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Se avisa desde ya que este capítulo está dirigido a personas +18 años. Se recomienda discreción... yaa no es tanto como en el capítulo que viene, pero les aviso desde ya que pasarán cosas como en el capítulo donde muere Mery.

...

—El barco navegó.

Escuchó atentamente y comenzó a escribir en su hoja de caligrafía.

—El bar...co... —susurró muy muy despacio para que su profesor no lo oyera. —na...ve...gó.

Esperó unos segundos hasta que volvió a escuchar la voz estridente del profesor.

—La niña tiene una trenza.

—La ni...ña —volvió a susurrar para no perderse de lo que estaba escribiendo. —ti...e...ne u..na tren...za.

—¡Última oración! —exclamó, el profesor. —Mamá hace un delicioso guiso.

—Mamá ha...ce un de...li...ci...oso juiso.

Terminó el dictado y se quedó en el asiento mientras el maestro revisaba rápidamente las hojas para recogerlas. De pronto oyó un reglazo en la mesa, algo que lo hizo saltar del asiento. Sin duda alguien había escrito mal una palabra y por eso el profesor se había molestado.

Cerró los ojos y pidió a sus padres salvarlo de ese profesor y de esa regla. Rezó a sus padres porque, aunque él no lo creyera, según Eweleïn ellos siempre estaban a su lado cuidándolo. Rezó por culpa del miedo que le tenía al malhumorado docente, sin embargo, por otro lado, se sentía seguro de lo que había escrito puesto que su amiga lo había ayudado a estudiar las oraciones al revés y al derecho, pero... ¿y si se había equivocado justo en "esa" palabra que tan difícil se le hacía?

No tuvo tiempo de verificar su hoja por culpa del sonido del azote de la regla que llevaba el profesor en la mesa del azabache, este tomó el dictado y comenzó a leer las 12 oraciones que su alumno había escrito.

—¡¿Qué dice ahí? —preguntó molesto, su profesor, mientras apuntaba la última palabra de la larga lista de oraciones.

—Guiso. —respondió, el pelinegro.

El profesor dejó de golpe la hoja en la mesa del muchacho y le pasó una pluma para que escribiera.

—¡Escribe Guiso!

El muchacho miró con un poco de miedo y comenzó a escribir.

—¿Ahí dice guiso? —preguntó con un poco de ironía, el adulto.

Nevra asintió un poco asustado debido a la excesiva autoridad de la persona que tenía al lado.

—¡Ahí no dice eso! —le tiró una oreja. —Ahí escribiste Juiso. Te volviste a equivocar.

El azabache se cubrió la oreja que le habían tironeado, ni su padre le pegaba tanto como ese señor que le enseñaba sin ningún tipo de paciencia.

—¡Así se escribe guiso! —escribió en la hoja que tenía Nevra. —¿¡Entendiste!?

El chico volvió a asentir.

—Vas a escribir 100 veces en tu cuaderno: "Mamá hace un delicioso guiso". Quiero la letra clara y ordenada. —especificó molesto y se alejó al pupitre de atrás.

Volvió a asentir tímidamente. Tomó la pluma y la puso en el tintero. Su oreja ardía, le tenía miedo a su profesor, pero se resignaba a llorar.

Después de todo, Nevra ya era un hombre... un hombre que debía cuidar a su hermana.

De un habitante en cenizas

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